Espa?a en la era de la transici¨®n energ¨¦tica
La reciente declaraci¨®n del Gobierno, seg¨²n la cual la energ¨ªa va a ser un sector de atenci¨®n prioritaria, resulta tan oportuna y l¨®gica que lo ¨²nico que podr¨ªa objetarse es por qu¨¦ no ha sido hecha con anterioridad. Ciertamente, la d¨¦cada que acaba de terminar ha tenido como principal protagonista econ¨®mico, en Espa?a y en el mundo, el problema planteado por las bruscas elevaciones del precio del petr¨®leo. Como ?d¨¦cada de la OPEP? se ha calificado con entera justicia. A t¨ªtulo de recordatorio, baste se?alar que en esos diez a?os, el precio del barril de crudo pas¨® de dos d¨®lares a treinta, y no de forma suave y escalonada, sino de modo inesperado y s¨²bito; b¨¢sicamente, en dos ocasiones: tras la guerra del Yom Kippur (1973), en que los precios se cuadruplicaron, y tras el conflicto de Ir¨¢n (1978-1979), en que los precios se duplicaron. El impacto negativo de cada una de estas dos bruscas elevaciones sobre las econom¨ªas de los pa¨ªses de la OCDE se ha estimado en un 2% del PNB en cada ocasi¨®n.El momento actual podr¨ªa caracterizarse como de tensi¨®n latente; pero situaci¨®n tensa en la que, sin embargo, se va avanzando suavemente hacia la salida de la crisis (a menos que se produzca alg¨²n nuevo cataclismo). Esta opini¨®n, relativamente optimista, la basamos en ciertos rasgos que indican que se est¨¢ comenzando a aprovechar la experiencia pasada y a rectificar parte de los errores cometidos.
En primer lugar, por el lado de los pa¨ªses exportadores de crudos, la reciente reuni¨®n de Argel parece indicar un avance hacia lo que necesariamente tiene que ser una pol¨ªtica favorable a los intereses del cartel: unificaci¨®n de precios (con diferenciales regulados y limitados), escalonamiento de los mismos en el tiempo en funci¨®n de ciertos indicadores objetivos y control de las producciones. Si esta voluntad llega a implantarse seriamente, quiz¨¢ en la pr¨®xima reuni¨®n de Bagdad, en noviembre, los pa¨ªses de la OPEP se asegurar¨¢n mercados y rentas, al tiempo que los pa¨ªses importadores del mundo occidental terminar¨¢n con una de las incertidumbres que m¨¢s est¨¢n impidiendo la vuelta a las pol¨ªticas de crecimiento.
En segundo lugar, por el lado de los pa¨ªses occidentales, tambi¨¦n se ha sabido aprovechar la experiencia pasada, para no repetir los errores que siguieron a los acontecimientos de 1974. La crisis se ha tomado m¨¢s en serio -en el sentido de reconocer no s¨®lo su car¨¢cter coyuntural, sino tambi¨¦n estructural-, los esfuerzos por contener la demanda energ¨¦tica han empezado a dar resultados en algunos pa¨ªses se ha logrado un excedente en los mercados de crudo internacionales, y, sobre todo, lo que es m¨¢s importante, la respuesta social -b¨¢sicamente, las revindicaciones salariales- ha sido mucho m¨¢s conten¨ªda que tras la primera crisis, de forma que los costes laborales no se han disparado in¨²tilmente para defender un imposible nivel de bienestar anterior, y las empresas se encuentran en una situaci¨®n financiera mejor que hace cinco a?os, lo que no colapsar¨¢ sus inversiones.
Por ¨²ltimo, los precios de los crudos han llegado a tan alto nivel que, de alguna forma, puede suponerse que est¨¢n cerca de su techo. Por una parte, esos altos precios han fomentado la entrada de energ¨ªas alternativas o sustitutivas, como, por ejemplo, las pizarras bituminosas, que pronto entrar¨¢n en explotaci¨®n en algunos lugares, y, por otra parte, a pesar de la reducida elasticidad de la demanda, los precios son tan altos que pueden estar ya induciendo menores demandas.
La materializaci¨®n de las consideraciones anteriores, junto con otros aspectos, como el hecho de los elevados stocks acumulados, ha llevado a una relativa calma en los mercados de crudos durante los meses transcurridos en 1980. Naturalmente, entendemos por calma el hecho de que los precios spot se hayan aproximado a los oficiales, y que no existan grandes problemas de abastecimiento, si bien, con otros antecedentes, la situaci¨®n presente no dejar¨ªa de ser calificada como de grave, dado el sucesivo incremento en el precio de los crudos a lo largo de todo el a?o, y el que va a continuar con motivo de la reuni¨®n de Argel.
El retraso espa?ol en la adaptaci¨®n a la crisis energ¨¦tica
?D¨®nde se halla situada Espa?a dentro de este cuadro general, cuyos rasgos m¨¢s destacados acaban de exponerse? El plano en el que Espa?a se coloca en esta era de transici¨®n energ¨¦tica est¨¢ acotada por dos ejes:- De una parte es necesario reconocer que nuestro pa¨ªs es uno de los peor dotados en recursos energ¨¦ticos y, en consecuencia, de los que tienen una mayor dependencia respecto de la importaci¨®n de crudos. Cerca de los dos tercios del consumo interior bruto de energ¨ªa primaria corresponden al petr¨®leo y un tercio se satisface por otras producciones nacionales. Esta dependencia explica que la brutal elevaci¨®n del precio de los crudos signifique para nuestro pa¨ªs empobrecimientos relativos elevados. La reciente subida de precios del petr¨®leo que estamos pagando en Espa?a en este ejercicio va a elevar nuestra factura por importaciones, como m¨ªnimo, en 6.000 millones de d¨®lares m¨¢s que en 1979. La ca¨ªda en la relaci¨®n real de intercambio de Espa?a frente al resto del mundo, producida por la ¨²ltima elevaci¨®n de los crudos, se cifra en torno a un 12% o un 14%, lo que significa un 4% de la renta nacional espa?ola, estimaci¨®n en la que coinciden pr¨¢cticamente todos los c¨¢lculos.
- En segundo lugar, esta revoluci¨®n de los precios de la energ¨ªa que se inicia en los a?os 1973-1974 no se reconoci¨® con la importancia y la gravedad que ten¨ªa por nuestro pa¨ªs. Espa?a -es decir, nuestras autoridades econ¨®micas y la sociedad en su conjunto- no reaccion¨® en los t¨¦rminos apropiados a la gravedad de la situaci¨®n, postergando el planteamiento y la soluci¨®n de sus grav¨ªsimos problemas energ¨¦ticos para m¨¢s adelante.
Es este plano problem¨¢tico el que explica en.gran parte que Espa?a haya sido y sea uno.de los pa¨ªses m¨¢s castigados por la crisis econ¨®mica y que los signos externos de esa crisis -inflaci¨®n, paro y estancamiento productivo- alcancen valores m¨¢s elevados que en otras econom¨ªas europeas.
Como es conocido, los pactos de la Moncloa iniciaron un ajuste duro y negociado ante la gravedad de la crisis, que posteriormente se continu¨® con mayor o menor rigor seg¨²n los casos. En estas condiciones, el segundo impacto de la OPEP nos cogi¨® en pleno proceso de reajuste, lo cual oblig¨® al Gobierno a endurecer las medidas de pol¨ªtica econ¨®mica. En particular, la respuesta necesaria que hubo de darse fue, por una parte, elevar los precios de los productos energ¨¦ticos y, por otra parte, forzar la aprobaci¨®n de un plan energ¨¦tico nacional, cuya elaboraci¨®n y discusi¨®n se hab¨ªa hecho interminable. En cuanto a la respuesta social, el empobrecimiento relativo de nuestro nivel de vida ha sido una p¨ªldora dificil de tragar, si bien hay que reconocer que se ha avanzado considerablemente en la actitud responsable de los agentes econ¨®micos y, especialmente, de los trabajadores, que han llegado a aceptar ¨²ltimamente crecimientos salariales por debajo de la tasa de inflaci¨®n.
Centr¨¢ndonos en lo ocurrido en los ¨²ltimos meses, desde nuestros ¨²ltimos art¨ªculos publicados en esta misma secci¨®n sobre el tema energ¨¦tico (v¨¦ase EL PAIS del 9 de diciembre, Esperando a la OPEP, y del 23 de diciembre, Espa?a y el petr¨®leo, cuatro respuestas a cuatro preguntas), son tres las cuestiones que merecen alg¨²n desarrollo: ajuste de precios, pol¨ªtica energ¨¦tica y respuesta social.
El primero de los temas ante, los que hay que tomar una actitud resuelta y decidida en materia energ¨¦tica es el de la fijaci¨®n de los precios. El aplazamiento incre¨ªble sobre los precios interiores del encarecimiento internacional del petr¨®leo en la crisis 1973-1974 ha originado la creencia en muchos espa?oles que la pol¨ªtica de precios internos no ten¨ªa por qu¨¦ ajustarse a los internacionales. Por otra parte, no son pocos los que creen que el alza de los precios petrol¨ªferos no sirven para economizar o ahorrar sus utilizaciones y, en consecuencia, los precios no operan como racionadores del uso de la energ¨ªa, seg¨²n resultar¨ªa. necesario. Todas estas -creencias, es preciso afirmarlo rotundamente, carecen de fundamento. Espa?a es pobre en recursos energ¨¦ticos y no puede, en manera alguna, aislarse de los precios que determina el mercado internacional. En segundo lugar, es preciso afirmar que la correcci¨®n de los precios de la energ¨ªa raciona y limita su uso y que esa pol¨ªtica de precios es un mecanismo de asignaci¨®n eficiente de los recursos, del que, en manera alguna, puede prescindirse.
Hechas estas afirmaciones, es preciso a?adir algunas m¨¢s, porque resulta evidente que la pol¨ªtica de precios es una condici¨®n necesaria -aunque, en modo alguno, suficiente- para orientar una pol¨ªtica energ¨¦tica, y, por otra parte, ese ajuste de los precios internos a los internacionales debe ser asistido con una informaci¨®n puntual y minuciosa para que sea aceptada por la sociedad. Desde este ¨²ltimo punto de vista, debe subrayarse que los argumentos recientemente manejados para alterar el precio de los productos petrol¨ªferos pueden ser correctos, pero que la ausencia de cualquier cuantificaci¨®n de esos argumentos los hacen inaceptables. Es indudable que durante los meses del corriente a?os se ha producido un incremento en el precio de los crudos importados, y tambi¨¦n lo es que la ca¨ªda del tipo de cambio de la peseta justifica unas correcciones adicionales. Pero, ?cu¨¢l es la cuant¨ªa precisa de unas y otras variaciones? ?En cu¨¢nto han variado los precios medios de los suministros exteriores y el tipo de cambio? A estas preguntas no hay respuesta en las recientes declaraciones de las autoridades, y deber¨ªa haberla, porque una informaci¨®n seria debe constituir la piedra angular para reclamar la aceptaci¨®n social de una pol¨ªtica en la que tanto nos jugamos todos, como es la pol¨ªtica energ¨¦tica nacional.
En la reciente elevaci¨®n de precios tambi¨¦n existen algunas inc¨®gnitas m¨¢s: la diferenciaci¨®n efectiva entre las diversas tasas de crecimiento de los precios, seg¨²n los productos, parece responder a una pol¨ªtica discriminatoria para acabar con ciertas subvenciones no suficientemente justificadas, pero tampoco se nos ha dicho cu¨¢les son exactamente los criterios que han presidido estas discriminaciones. Los ingresos fiscales del Estado por estos conceptos se han tenido necesariamente que alterar, pero el ciudadano de a pie todav¨ªa no sabe si con motivo de estas elevaciones de precios los ingresos del Estado han aumentado o han disminuido. En otras palabras, una pol¨ªtica de precios realista est¨¢ plena y totalmente justificada, pero esa pol¨ªtica ha de ser transparente, y sin esa transparencia es dificil obtener una respuesta social sacrificada y responsable a las decisiones pol¨ªticas en materia de energ¨ªa.
Los nuevos precios de los productos petrol¨ªferos y la inflaci¨®n espa?ola
Resulta inevitable que una pol¨ªtica de precios realista altere el nivel de precios interno en la medida en la que el mercado internacional var¨ªa. El a?o 1980 ha arrancado ya con una hipoteca inflacionista, debida al alza de los precios energ¨¦ticos, que un trabajo publicado en esta misma secci¨®n estim¨® en tres puntos del ¨ªndice de precios al consumo, tras las decisiones que siguieron a la Conferencia de la OPEP en diciembre.La reciente elevaci¨®n decretada en los precios petrol¨ªferos, y que va desde un 7% en la gasolina hasta un 21 % en el gas¨®leo empujar¨¢ de nuevo a los precios al alza. ?En cu¨¢nto aumentar¨¢ el ¨ªndice de precios de consumo a consecuencia de esta variaci¨®n, recientemente decretada en los precios de los productos petrol¨ªferos?
Contestar a esta pregunta constituye un ejercicio que debe empezar por clarificar los mecanismos posibles a trav¨¦s de los cuales el alza de los precios petrol¨ªferos incide sobre los costes y precios de una econom¨ªa nacional.
Tres son los impactos posibles sobre los precios derivados del mayor precio del petr¨®leo:
- Un primer impacto de la elevaci¨®n de los precios de la energ¨ªa se produce sobre todos aquellos sectores que la utilizan directamente para llevar a cabo sus procesos productivos.
- En una segunda fase, si las producciones de determinados sectores son factores productivos utilizados por otros sectores, y tales factores incorporan un cierto contenido energ¨¦tico, el efecto inflacionista se amplifica al trasladar costes a precios.
Por ¨²ltimo, la posible indiciaci¨®n de salarios, de beneficios o de impuestos, en el sentido de que los perceptores de estos tipos de rentas traten de mantener una capacidad adquisitiva constante, constituye un mecanismo adicional a trav¨¦s del cual la inflaci¨®n se refuerza. En ¨²ltima instancia, el propio sector energ¨¦tico puede verse inducido a elevar nuevamente los precios, si no desea que el precio real de la energ¨ªa experimente una reducci¨®n. De ello se desprende un equilibrio inestable, en el cual la inflaci¨®n es el mecanismo utilizado por los distintos agentes econ¨®micos para tratar de acrecentar su participaci¨®n en la renta global. Pero el alza de precios frustra tales deseos y el proceso tiende a autoalimentarse indefinidamente.
El an¨¢lisis de los efectos inflacionistas que seguidamente se expone se basa en la hip¨®tesis de que los distintos sectores trasladan los costes a precios, lo que les permite mantener un valor estable de sus beneficios monetarios. De igual forma, se supone que los salarlos monetarios permanecen constantes. N¨®tese que la constancia de beneficios monetarios y de salarios monetarios implica la reducci¨®n en t¨¦rminos reales de beneficios Y salarlos. As¨ª, pues, de estas consideraciones se desprende que la estimaci¨®n de efectos inflacionistas, m¨¢s que recoger la inflaci¨®n propiamente dicha, lo que trata de captar es el l¨ªmite inferior de esta inflaci¨®n inducida. Es decir, partiendo de un incremento de precios de la energ¨ªa, si los distintos sectores ¨²nicamente se limitan a trasladar costes a precios, que es la hip¨®tesis m¨¢s optimista, cual es la inflaci¨®n inducida que, como m¨ªnimo, debe producirse. De hecho, la inflaci¨®n real puede ser m¨¢s elevada, en la medida en que los distintos sectores no solamente traten de trasladar costes a precios, sino que pretendan mantener un nivel de beneficios reales constante (es decir, un nivel de benefricios monetarios creciente), y los perceptores de rentas salariales no se contenten con mantener unos salarios monetarios constantes, sino que traten de defender su capacidad adquisitiva. De darse esta indicaci¨®n de beneficios y de salarios, el efecto inflacionista final ser¨ªa m¨¢s elevado que el que seguidamente se expone.
Otra consideraci¨®n adicional que es preciso tener en cuenta en el momento de enjuiciar estos efectos es la relativa a la tabla input-output, que fundamenta tales c¨¢lculos. Concretamente, la tabla input-output utilizada ha sido la correspondiente a 1975, y, en consecuencia, sus transacciones interindustriales se corresponden a unos precios imperantes en esta fecha. En la medida en que desde 1975 hasta la actualidad el ¨ªndice de precios de los productos energ¨¦ticos haya crecido rn¨¢s que el ¨ªndice de precios de los dem¨¢s sectores, posiblemente, con respecto a la estructura de costes de las empresas, el contenido energ¨¦tico sea mayor que el que se deduce de la informaci¨®n estad¨ªstica disponible. Si este es el caso, el c¨¢lculo realizado de efectos inflacionistas derivados de la elevac¨ª¨®n del precio de los productos energ¨¦ticos, tambi¨¦n tiende a infravalorar este efecto, dado que no toma en consideraci¨®n el incremento del peso que desde esta fecha hasta la actualidad se ha producido con respecto a la energ¨ªa dentro de los distintos sectores.
Como contrapartida, no obstante, otro punto sobre el que quiz¨¢ convenga llarnar la atenci¨®n es que este c¨¢lculo del efecto inflacionista se basa en el an¨¢lisis de dos situaciones de equilibrio. Es decir, una situaci¨®n de equilibrio inicial antes de la elevaci¨®n de los precios de la energ¨ªa, y una situaci¨®n de equilibrio final despu¨¦s de que, como consecuencia de la elevaci¨®n de precios de la energ¨ªa, los distintos sectores productivos hayan ajustado precios a costes, de forma que ello haya permitido trasladar plenamente el crecimiento de los costes. Este an¨¢lisis omite la probable estructura de desfases que l¨®gicamente debe producirse entre la elevaci¨®n de costes y la consiguiente repercusi¨®n sobre los precios.
Pues bien, en base a estas hip¨®tesis, el efecto inflacionista que finalmente se calcula sobre el ¨ªndice de precios del consumo se sit¨²a en un 1,12 %. Ello es el resultado de un impacto directo que se produce como consecuencia de la elevaci¨®n de precios de la gasolina y el butano, y que se sit¨²a aproximadamente en el 0,40%, ?m¨¢s? un efecto inducido derivado de la traslaci¨®n de los costes a precios por parte de los distintos seetores, y cuya magnitud es de un 0,72%. Obviamente, el impacto directo se produce inmediatamente, en el momento en que se decreta la subida de los precios de los productos derivados del petr¨®leo. En cuanto al efecto inducido, su plena acci¨®n exige el transcurso del tiempo.
Como es l¨®gico, a nivel sectorial, son aquellos sectores que m¨¢s directamente utilizan la energ¨ªa los que, a su vez, resultan afectados de una forma m¨¢s directa por la elevaci¨®n del ¨ªndice de precios de la energ¨ªa. En este caso cabe resaltar, por ejemplo, el sector productor de energ¨ªa el¨¦ctrica, cuyo efecto inducido sobre precios se halla alrededor del 3%; fabricaci¨®n de cemento, con un efecto entre el 3% y el 4%, o bien el transporte terrestre, con un efecto pr¨®ximo al 2,5%; en el transporte a¨¦reo la repercusi¨®n es a¨²n mayor (2,9%). Menor elevaci¨®n, pero apreciable, registrar¨¢ la fabricaci¨®n de abonos y plaguicidas, con un alza del orden del 2%. Tambi¨¦n se ver¨¢n afectadas en forma apreciable la pesca (3,6%) y la producci¨®n agr¨ªcola (1,7 %).
Si bien estos efectos sectoriales pueden parecer inicialmente poco significativos, la importancia de la inflaci¨®n inducida por la elevaci¨®n del precio de la energ¨ªa se produce precisamente en el momento en que los distintos agentes econ¨®micos no admiten esta elevaci¨®n de precios como un empobrecimiento real y tratan de trasladar la carga hacia otros grupos indiciando sus rentas. En este caso, como ya se ha apuntado, el efecto inflacionista se convierte en un proceso que no tienen fin. A largo plazo puede acelerarse la inflaci¨®n y la econom¨ªa puede experimentar un empobrecimiento todav¨ªa m¨¢s acusado que el empobrecimiento inicial derivado del aumento de los precios de la energ¨ªa. De ah¨ª la importancia de evitar la segunda ronda de la inflaci¨®n de costes que tendr¨ªa lugar si las rentas del trabajo y otras rentas reaccionasen frente a estas elevaciones al alza. El ejemplo del comportamiento europeo en esta segunda crisis de la energ¨ªa debe servirnos a todos para adoptar actitudes responsables y considerar como inevitable el sacrificio de nuestras rentas, reclamado por las alzas de precios del petr¨®leo.
Seguimiento del PEN
El Plan Energ¨¦tico Nacional est¨¢ t¨¦cnicamente mal construido y pol¨ªticamente sesgado. Son estas dos deficiencias posiblemente inevitables, por la dificultad que entra?a su elaboraci¨®n y por los intereses a que afecta. Pero olvid¨¢ndonos de estas dos cuestiones, es necesario reconocer que es un instrumento valioso para ordenar una pol¨ªtica energ¨¦tica coherente y que, de hecho, se est¨¢ avanzando en la buena direcci¨®n. La importancia que se est¨¢ dando al carb¨®n, el relanzamiento de la energ¨ªa nuclear, la incipiente restructuraci¨®n del sector de refino, el apoyo al ahorro y conservaci¨®n de la energ¨ªa, la reconversi¨®n de ciertos consumos energ¨¦ticos, etc¨¦tera, son importantes muestras de que la m¨¢quina gubernamental no est¨¢ parada, y el hecho de que la demanda energ¨¦tica global est¨¢ de alguna forma contenida y mejor diversificada puede servir, en parte, para corroborar dicha afirmaci¨®n. Sin embargo, tambi¨¦n es preciso reconocer que a veces se siguen criterios contradictorios, que la delimitaci¨®n de las responsabilidades del sector p¨²blico en este terreno no est¨¢n claras y que todavia nos movemos m¨¢s en el mundo de las declaraciones voluntaristas que en el de las realizaciones efectivas, y, sobre todo, que no se repasan p¨²blicamente con periodicidad los objetivos conseguidos y los que no se han alcanzado del programa energ¨¦tico. Un programa tan importante como el de la energ¨ªa para la sociedad espa?ola debe merecer un tratamiento serio por parte de todos, seriedad que obliga a contrastar con frecuencia los objetivos pretendidos para cada fase del programa, las deficiencias en las realizaciones y las causas que las explican. Toda la sociedad debe embarcarse en el programa energ¨¦tico que la afecta, y ello requiere rendir cuentas minuciosas del estado de ejecuci¨®n de ese programa.
La respuesta social a la crisis energ¨¦tica
Llegamos finalmente al punto principal de la estrategia para salir de la crisis, no s¨®lo energ¨¦tica, sino econ¨®mica en general. Todas las medidas imaginables que pueda acometer el Gobierno no ser¨ªan suficientes si la sociedad no muestra una actitud responsable y consciente frente a la crisis. La sociedad espa?ola ha dado pruebas suficientes de que es capaz de ello, siempre que se den un conjunto de circunstancias: 1. Que el Gobierno d¨¦ muestras de firmeza y coherencia que le permitan ganar la confianza del pueblo espa?ol. Para ello, se requiere disciplina en los gastos p¨²blicos, seriedad en el manejo de los instrumentos de la pol¨ªtica econ¨®mica (especialmente los redistributivos), identificaci¨®n expl¨ªcita de objetivos que desean alcanzarse, coherencia, en fin, con los medios de que se dispone. 2. Que los empresarios admitan el necesario trauma de la reconversi¨®n de sus empresas, de acuerdo con las coordenadas de la nueva divisi¨®n internacional de recursos y factores, y que est¨¦n dispuestos a invertir en todos aquellos proyectos viables que ¨²nicamente requieren la asunci¨®n del riesgo que es consustancial con su propia naturaleza. 3. Que los sindicatos profundicen en la doble responsabilidad social que tienen en cuanto moderadores de las tensiones inflacionistas y en cuanto propiciadores de las condiciones que permitan aumentar el n¨²mero de puestos de trabajo, al tiempo que aceptan las reconversiones necesarias para la viabilidad de las empresas. 4. Que los consumidores admitan la reducci¨®n directa en su nivel de bienestar individual, al tiempo que reclaman su compensaci¨®n con las mayores oportunidades de crecimiento de las inversiones, de desarrollo nacional y de progreso, bases de un empleo creciente, la gran necesidad actual de todas las sociedades y, desde luego, de la nuestra.
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