La crisis en Estados Unidos ?depresi¨®n o recesi¨®n?
Acabo de regresar de Washington y Nueva York, donde, en nombre del Consejo Superior de C¨¢maras de Comercio, he tenido una serie de contactos con altos directivos econ¨®micos y pol¨ªticos, con empresarios y con instituciones dedicadas al estudio de la econom¨ªa.Sal¨ªa de Espa?a con una visi¨®n m¨¢s bien catastrofista. Ten¨ªa la impresi¨®n de que no s¨®lo Espa?a, sino Europa, y de una manera significativa Estados Unidos, se enfrentaban a una depresi¨®n de caracter¨ªsticas similares a la de los a?os 1929-1932. Y que tal depresi¨®n, con lo que conlleva el t¨¦rmino, pod¨ªa alterar valores y conceptos m¨¢s profundos que los estrictamente econ¨®micos.
Sin embargo, las conclusiones extra¨ªdas en estas jornadas de trabajo y, sobre todo, las conclusiones planteadas y publicadas por destacados grupos econ¨®micos y empresariales, si bien no permiten contemplar un panorama brillante, s¨ª lo dan menos sombr¨ªo que este al que nos tienen acostumbrados agoreros de uno u otro signo.
Es indiscutible que en el curso de los ¨²ltimos tres meses la actividad econ¨®mica americana ha entrado en una fase descendente. La disminuci¨®n en empleo, producci¨®n e ingresos es igualmente evidente y de suficiente magnitud como para calificar la situaci¨®n de recesiva. Esta ser¨¢, en la historia econ¨®mica de Estados Unidos, la s¨¦ptima recesi¨®n despu¨¦s de la guerra.
La inflaci¨®n, al mismo tiempo, alcanza un nivel preocupante y, a pesar que se da por seguro que descender¨¢ de la tasa del 18% registrada en los ¨²ltimos meses, las fuerzas b¨¢sicas inflacionarias se hallan profundamente enraizadas en el sistema y contin¨²an elevando el nivel general de precios. Es de suponer que la tasa de inflaci¨®n no ser¨¢ corregida por la actual recesi¨®n, o al menos no lo ser¨¢ m¨¢s que temporalmente. Por consiguiente, la simultaneidad de recesi¨®n e inflaci¨®n presagia tiempos duros por venir para la econom¨ªa americana. La cuesti¨®n clave sobre esta recesi¨®n es saber qu¨¦ gravedad revestir¨¢. Hay un argumento seno en favor de la idea de que resultar¨¢ ser bastante grave: durante los ¨²ltimos cuatro a?os, y por utilizar una expresi¨®n gr¨¢fica, los consumidores americanos han estirado m¨¢s el brazo que la manga. Su endeudamiento ha aumentado en mayor proporci¨®n de lo que han subido sus ingresos, elevando, por tanto, la carga de las deudas contra¨ªdas. Y durante el a?o pasado, la intensidad de la inflaci¨®n combinada con el declive en ingresos reales propinaron un duro golpe psicol¨®gico al normal bullicio de los consumidores americanos.
No obstante lo cual hay varias razones para considerar que esta recesi¨®n ha de ser menos grave que la sufrida en 1974-1975, y la primera de ellas es la al menos aparente ausencia de graves excesos y desajustes en la econom¨ªa. A principios de la d¨¦cada de los setenta, el n¨²mero de nuevas casas constru¨ªdas excedi¨® la demanda b¨¢sica por un margen extraordinariamente amplio, experiment¨¢ndose con ello una ampliaci¨®n del stock de viviendas en proporciones sin precedentes. Ello contribuy¨® con mucho a la gravedad de la recesi¨®n de 1974-1975. Actualmente, la ratio stock-ventas parece ser bastante modesta y existe una reserva de pedidos de alojamientos sin cumplir que se pone de manifiesto en el bajo nivel de disponibilidad de unidades en alquiler, situaci¨®n esta que debiera de configurarse como marco l¨ªmite en el actual ciclo descendente de la producci¨®n.
Ha de considerarse asimismo el aumento progresivo en los gastos de defensa y, sobre todo, la posibilidad de un cambio significativo en las directrices de la pol¨ªtica econ¨®mica. Se prev¨¦ una reducci¨®n de impuestos que ha de incrementar el ingreso de los consumidores y la tesorer¨ªa de las sociedades antes de las elecciones presidenciales del pr¨®ximo mes de noviembre. Este cambio, enormemente significativo en la pol¨ªtica seguida actualmente, reducir¨ªa la contracci¨®n econ¨®mica tanto en duraci¨®n como en magnitud, seg¨²n sucedi¨® en recesiones anteriores.
Es, pues, el dif¨ªcil equilibrio de estos factores, r¨¢pidamente esbozados, quien ha de decidir finalmente los l¨ªmites de una recesi¨®n que, por tanto, no puede definirse con exactitud. La opini¨®n americana, empero, se inclina a considerarla una m¨¢s en la serie de ciclos recesivos de la posguerra, ciclos todos, desde una perspectiva hist¨®rica, de magnitud moderada.
Pocas divergencias, en cambio, entre t¨¦cnicos y comentaristas americanos respecto a otra cuesti¨®n fundamental: el mantenimiento de una elevada tasa de inflaci¨®n. Y ello a pesar de que dos de los factores de mayor importancia en el ¨ªndice de precios han de disminuir en importancia. El precio de la energ¨ªa, sin duda, continuar¨¢ en su marcha ascendente, pero a un ritmo m¨¢s moderado. El mismo proceso puede aplicarse al inter¨¦s hipotecario, que como es sabido avanz¨® de modo explosivo durante el invierno y ha cambiado ya su signo para descender sustancialmente. Todo ello hace prever que a fines de 1980 la tasa de incremento del ¨ªndice de precios al consumo habr¨ªa de declinar para situarse alrededor del 10%.
Desgraciadamente, mejorar respecto a esta tasa inflacionaria, que bien puede calificarse de cr¨®nica, no es cosa que pueda esperarse razonablemente, al menos durante los dos pr¨®ximos a?os. La batalla contra la inflaci¨®n requiere de pol¨ªticas duras y aplicaci¨®n sistem¨¢tica de normas econ¨®micas dolorosas durante un largo per¨ªodo de tiempo. Tal puede conseguirse con disciplina, pero para ello es preciso convencerse y convencer. En primer lugar, los dirigentes pol¨ªticos deben controlar el exceso del gasto p¨²blico y el r¨¢pido crecimiento del dinero y del cr¨¦dito. Deben favorecer menos al consumo y m¨¢s al ahorro y a la formaci¨®n del capital. Deben invertir la tendencia actual de mayor intervenci¨®n y reglamentaci¨®n estatal, que acarrea, entre otras, la curiosa paradoja de castigar el esfuerzo y la aceptaci¨®n del riesgo mientras se favorece la inactividad.
La dificultad de situar en un marco pol¨ªtico semejante normas econ¨®micas, no escapa a nadie. No obstante, para combatir al drag¨®n inflacionario deben de aplicarse resueltamente, tanto en Estados unidos como en Espa?a.
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