De la expresion y otras libertades
Recuerdo una pintada callejera, de trazo inequ¨ªvocamente anarquista, que viene a mi memoria siempre que procuro ordenar algunas ideas en tomo a libertad de expresi¨®n. Su an¨®nimo autor, con la seguridad impecable del spray m¨¢s sofisticado, dej¨® en el muro la siguiente frase: La libertad no es eso... es un rumor. Debo reconocer mi incapacidad para conclu¨ªr en un hallazgo m¨¢s sutil, en una consideraci¨®n m¨¢s oportuna del problema. Porque la libertad no puede resumirse en sus fundamentos te¨®ricos ni se mide plenamente en funci¨®n de la aritm¨¦tica frialdad de unos datos. Ambos elementos contribuyen a definirla, pero la libertad se intuye y escapa de las manos cuando deja de percibirse como una vivencia, algo que alienta y ampara a la vez el discurrir de una colectividad din¨¢mica.Como todo concepto abstracto pero ¨ªntimamente vinculado a lo cotidiano, la libertad tiene mucho que ver con la, idea de equilibrio, No en balde existe una correlaci¨®n directa entre libertad y democracia, entendida ¨¦sta como marco social id¨®neo para el equilibrio de las libertades. Sin entrar en disquisiciones sobre el tradicional problema de los l¨ªmites entre libertades formales y reales, tal vez sea oportuno descender¨¢ un exponente concreto del ejercicio de la misma -la libertad de expresi¨®n-, a la luz de cuantas voces recientemente vienen expres¨¢ndose con inquietud y alarma.
Si se admite que la libertad es una vivencia perceptible -y as¨ª lo creo- no cabe la- menor duda d¨¦ que el conjunto de profesionales de la comunicaci¨®n que viene lamentando objetivos recortes a la misma es un dato en s¨ª, un dato real, susceptible de ser tenido como s¨ªntoma de que la libertad empieza a dejar de sentirse como un aliento y un gratificante est¨ªmulo. Las voces de una parte y los hechos incuestionables por otra. No quisiera entrar en casos concretos, sino partir de esta realidad para',recordar algunas cuestiones fundamentales.
La libertad de expresi¨®n se incluye en un sistema de libertades. Sistema que hay que definir, trazar sus coordenadas y deducir las inevitables limitaciones que conlleva. Es indudable que la plenitud del sistema no se adquiere de la noche a la ma?ana. Todav¨ªa estamos inmersos en un proceso de transici¨®n, fundamentalmente social, que requiere una perfectividad progresiva. Los errores.son posibles y existen sectores todav¨ªa intransigentes hacia la consumaci¨®n plena del sistema en todos los ¨®rdenes. Es normal por tanto que deba actuarse muchas veces con prudencia y que en el curso mismo del proceso se procure, mantener un equilibrio en raz¨®n de riesgos y avatares imprevistos. Considero necesaria esta contemplaci¨®n serena de loshechos. Porque una cierta actitud comprensiva por parte de todos es fundamental para cerrar heridas dignamente, y para retirar culpas excesivas de quien a lo mejor no es del todo responsable.
La piedra de toque de todas las libertades
Se?alado esto en cuanto al procedimiento, tal vez convenga retomar algunos criterios sobre cu¨¢l ha de ser la meta. La libertad de expresi¨®n, es esencial en un r¨¦gimen de libertades. Se ha venido diciendo con acierto que la libertad de expresi¨®n es como el crisol en el que se verifica el nivel de libertad que impregna las sociedades. Y es un factor esencial, ya que el ordenamiento democr¨¢tico ha de caracterizarse por la necesidad que tiene de no albergar el m¨¢s m¨ªnimo temor a la libertad de expresi¨®n, puesto que ¨¦sta sirve siempre para fortalecer el propio sistema.
La libertad de expresi¨®n exige unas contrapartidas en cuanto al rigor en la opini¨®n y en la informaci¨®n. Los poderes del Estado deben velar por que esto se cumpla, pero no podemos caer en la dial¨¦ctica de exigencias mutuas, sin un gesto de comprensi¨®n por ambas partes para invertir una peligrosa din¨¢mica. Lo acaecido hasta la fecha debiera fundamentar un espacio de entendimiento entre las partes, de manera que, una vez aceptadas las reglas del juego, se inicie un per¨ªodo del que todos nos beneficiar¨ªamos. No creo que sea bueno limitarse a equiparar situaciones y estancarse en la denuncia de retrocesos pol¨ªticos globales ya que la tolerancia y la circulaci¨®n de las ideas alcanza cotas elevadas, pese a los alarmantes casos que contrastan con tal situaci¨®n. Es responsabilidad de quienes propugnan y defienden el sistema de libertades el evitar que una de las facetas del sistema retroceda efectivamente. Objetivos de esta magnitud s¨®lo se alcanzan con actitudes innovadoras que hagan posible la paulatina resoluci¨®n de casos pendientes, por la v¨ªa de un consenso general en torno al tipo de libertad que pretendemos y del que intr¨ªnsecamente ser¨¢ beneficiaria toda la sociedad democr¨¢ticamente articulada.
La libertad es ?un rumor?, un tel¨®n de fondo al que conviene remitirse en casos como ¨¦ste. Es un estilo de comportamiento que ha de fluir a todos los niveles. En el origen de toda actividad pol¨ªtica, en el seguimiento permanente de la misma, en las actuaciones sociales, econ¨®micas, culturales y hasta en los h¨¢bitos ciudadanos de la persona.
Para quienes creemos que un compromiso democr¨¢tico con la socieda.d espa?ola estriba en la defensa de las libertades, no, puede sernos ajena una consideraci¨®n global sobre el horizonte hacia el que dirigir toda actividad, compleja en lo inmediato, pero coherente con unos objetivos finales. Porque muchas veces, la acci¨®n pol¨ªtica tiende a medirse fundamentalmente por un estilo de comportamiento y no tanto por la fr¨ªa ejecuci¨®n de unos objetivos. Y es que, por m¨¢s que la realidad se disfrace, el estilo es, a fin de cuentas, lo que en verdad define al hombre.
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