Ciento ochenta grados
El primer ministro portugu¨¦s, Sa Carneiro, se desplaza a Par¨ªs el d¨ªa 1 de julio, mientras que el primer ministro franc¨¦s, Barre, se dispone a partir hacia Madrid. Por otro lado, el jueves pasado, en su conferencia de prensa, Giscard d'Estaing, a preguntas del corresponsal de EL PAIS en Par¨ªs, no pudo menos de volver, con precisi¨®n notarial, sobre sus manifestaciones del pasado 5 de junio ante la asamblea de las C¨¢maras Agrarias.No, ciertamente, Giscard no habl¨® de ?pausa? en la ampliaci¨®n del Mercado Com¨²n respecto a Espa?a y Portugal. Ya el 9 de junio, en Barcelona, el ministro franc¨¦s de Comercio Exterior, Deniau, antiguo embajador en Madrid, se encarg¨® de decir que las declaraciones presidenciales hab¨ªan sido ?mal interpretadas?. Perfecto, pero lo cierto es que se pronunciaron, en evidente contradicci¨®n con lo que hab¨ªa sido la postura constante del jefe de Estado franc¨¦s, de su primer ministro, de sus ministros y de sus predecesores. Es in¨²til recordar sus declaraciones, pues todas van en el mismo sentido: Francia desea que Portugal y Espa?a ingresen cuanto antes en la Comunidad Europea. A mayor abundamiento, me citar¨¦ a m¨ª mismo cuando, como ministro de Asuntos Exteriores, declar¨¦ en San Sebasti¨¢n, el 28 de agosto de 1973, momento en que Espa?a no hab¨ªa iniciado todav¨ªa su transici¨®n pol¨ªtica: ?Es deseo de Francia que Espa?a ingrese en el Mercado Com¨²n, e incluso en la organizaci¨®n europea, lo que en realidad no tiene la misma significaci¨®n?. El presidente de la Rep¨²blica, Georges Pompidou, ejerc¨ªa una vigorosa presi¨®n en este sentido, y de forma p¨²blica.
Desde el 5 de junio, las relaciones entre Francia y Espa?a se han degradado notablemente, a pesar de los esfuerzos de unos y otros por ?desdramatizar? la situaci¨®n. La acritud es la nota dominante, intensificada por la ?guerra de las vacaciones? con sus repercusiones policiales, las violencias ejercidas contra los camiones espa?oles y... la reciente visita a Madrid del presidente de Estados Unidos. Mientras que, en los ¨²ltimos a?os, Giscard d'Estaing aceptaba complacidamente que se le considerase el ?mentor? del rey Juan Carlos y prodigaba sus consejos a diestro y siniestro, ahora impera una atm¨®sfera glacial y cargada de electricidad.
Por estos resultados podr¨ªa calibrarse f¨¢cilmente lo ?embrollado? de nuestra pol¨ªtica, pero hay alguien que, por una vez, ha, valorado perfectamente la situaci¨®n: Georges Marchais, secretario general del Partido Comunista franc¨¦s. Mientras Mitterrand, primer secretario del partido socialista, declaraba: ?Estoy buscando una l¨®gica a este razonamiento extravagante? (el de Giscard d'Estaing), esa l¨®gica le parec¨ªa luminosa a Marchais: ?Giscard d'Estaing ha presentado como si fuera una decisi¨®n pol¨ªtica lo que no es m¨¢s que continuaci¨®n de una ampliaci¨®n que, en cualquier caso, s¨®lo se producir¨¢ a medio plazo, esto es, despu¨¦s de la elecci¨®n presidencial? (en junio de 1981). Leopoldo Calvo Sotelo, ministro espa?ol encargado de las relaciones con las Comunidades Europeas, comprendi¨® muy bien, por su parte, que la elecci¨®n presidencial ser¨ªa el pr¨®ximo a?o y que, por el contrario, la adhesi¨®n de Espa?a exigir¨ªa m¨¢s tiempo. Llegado el caso, Giscard d'Estaing tendr¨¢ oportunidad de recordar sus compromisos anteriores. A nosotros, los franceses, nos ha acostumbrado a estas evasivas y al ejercicio de una memoria selectiva, a un oportunismo que algunos le reprochan hasta el punto de ver en ¨¦l solamente inconsecuencia o incoherencia.
En realidad, se trata de un hombre calculador que maneja diferentes criterios temporales. Si no hubiera sido m¨¢s que una torpeza, no hubiera hecho sus declaraciones del 5 de junio ante los agricultores, sino ante un p¨²blico menos directamente... e incluso sin p¨²blico. Como observador no bien informado, sospecho que, bajo mano, ya habr¨¢ prodigado a Espa?a toda clase de seguridades. Y Raymond Barre, estos d¨ªas en Madrid, no dejar¨¢, evidentemente, de seguir la misma senda. Si los franceses est¨¢n acostumbrados a estos m¨¦todos, quiz¨¢ pueda reprocharse a los espa?oles que los soporten de peor grado.
Pero, por encima de los cambios de humor y de las maniobras electorales, por muy importantes que sean, convendr¨ªa resaltar otras realidades y otras consecuencias, igualmente ciertas:
1. No existe duda alguna de que el Gobierno franc¨¦s y su presidente se hallan ahora comprometidos en un proceso que debe conducir a la revisi¨®n de la pol¨ªtica agr¨ªcola comunitaria.
Esto significa el fin pr¨®ximo de la trilog¨ªa ?preferencia comunitaria-unidad del mercado-solidaridad financiera? ante la negativa brit¨¢nica a plegarse ante las consecuencias financieras de esta concepci¨®n. Si la Rep¨²blica Federal de Alemania aprovecha la ocasi¨®n para una revisi¨®n de la pol¨ªtica agr¨ªcola, y Francia renuncia a luchar por el planteamiento agr¨ªcola tradicional, habr¨¢ que iniciar una nueva trayectoria de las propuestas de la Comisi¨®n de Bruselas, especialmente por lo que respecta a las materias grasas, que interesan de modo fundamental a Espa?a (aceite de oliva). De esta forma, se cancelar¨ªa parcialmente la financiaci¨®n de las producciones excedentarias y de las pol¨ªticas estructurales (regionales, sociales o industriales). Esto es lo que se prepara, y que seguramente ser¨¢ menos agradable a los o¨ªdos de los agricultores franceses que las declaraciones del 5 de junio pasado.
2. Espa?a, que no es miembro de la OTAN, puede seguir el ejemplo franc¨¦s y mantenerse al margen de la organizaci¨®n militar integrada de la Alianza Atl¨¢ntica, o bien ceder a las invitaciones norteamericanas para que ingrese definitivamente en el redil que controlan por completo. A su paso por Madrid, la semana pasada, el se?or Jimmy Carter y su s¨¦quito no habr¨¢n dejado de repetir esta cantilena a sus oyentes espa?oles. Gracias a Giscard d'Estaing, el ambiente se hab¨ªa vuelto propicio. Ahora bien, se trata de una cuesti¨®n especialmente importante para toda Europa, para su libertad y para su voluntad de preservarla. Pero si no se trata m¨¢s que de columpiarse entre la tutela americana y un neutralismo rastrero con respecto a los rusos, carece de significaci¨®n para una Europa que, en tal caso, no llegar¨¢ a existir nunca.
3. El ingreso de Espa?a en el Mercado Com¨²n ocasionar¨¢ problemas, probablemente transitorios, a los agricultores franceses. Pero los industriales franceses tienen un gran inter¨¦s en ampliar su participaci¨®n en el mercado espa?ol. Es necesario, por tanto, y dejando a un lado las clientelas electorales, que el Gobierno determine qu¨¦ es lo que m¨¢s interesa al conjunto del pa¨ªs.
4. Desde el punto de vista t¨¢ctico, es f¨¢cil ver el partido que el se?or Giscard d'Estaing puede sacar ante sus socios, al subordinar las negociaciones con Espa?a y Portugal al establecimiento de nuevos mecanismos, financieros, agr¨ªcolas y de otro tipo, dentro del Mercado Com¨²n. Pero puede igualmente verse envuelto en una operaci¨®n demasiado sutil y, al verse solo, tener que reincorporarse a la mayor¨ªa en las peores condiciones.
5. Al dar, sin advertencia previa, este giro de 180 grados, el se?or Giscard d'Estaing no se ha preocupado en absoluto por los apuros pol¨ªticos en que iba a poner a los Gobiernos espa?ol y portugu¨¦s, ya que la adhesi¨®n al Mercado Com¨²n es para ellos un tema fundamental de pol¨ªtica interior. Esta desenvoltura en relaci¨®n con los otros es de mal augurio para la pr¨¢ctica de la vida com¨²n y cotidiana en Europa.
6. Pero, sobre todo, no es posible recurrir a ardides cuando se trata .de lo esencial, y lo esencial, para Francia, es edificar una Europa que s¨®lo tendr¨¢ gracias a la noci¨®n de libertad. Esta libertad s¨®lo proceder¨¢ de la reuni¨®n de pa¨ªses que poseen lengua, cultura e historia propias. y que se apoyar¨¢n rec¨ªprocamente en la defensa y la ilustraci¨®n de estos tres grandes logros, fundamentales e irremplazables. Por eso, dejando a un lado los acuerdos financieros o arancelarios, lo que est¨¢ en juego es la gran presencia o la gran ausencia de Europa. Con Grecia, Portugal y Espa?a lo que se plantea no son los problemas de las uvas, los tomates o las frutas, sino la recuperaci¨®n de su destino resplandeciente por parte de los pueblos europeos en un esfuerzo colectivo, o bien del regreso a la noche tenebrosa de su historia m¨¢s reciente.
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