?Nuclear?
Nos movemos en un mundo dominado por la econom¨ªa, para bien, o, si seguimos a Fromm, para mal. En cualquier caso, ¨¦ste es un hecho que est¨¢ ah¨ª, y no precisamente quieto y neutral, sino alta y absolutamente beligerante.En este medio, hablar de energ¨ªa nuclear, como de cualquier otro tipo de energ¨ªa, nos lleva a plantearnos la legitimaci¨®n o no de este o aquel tipo de energ¨ªa, en base a dos principios: el de seguridad y el de rentabilidad. Aunque el primero de ellos aparentemente tenga poco que ver con la econom¨ªa, lo tratar¨¦ en primer t¨¦rmino porque, en definitiva, es el que de manera absoluta determina el segundo.
Seguridad
Hagamos un poco de historia. Hasta hace poco tiempo, cinco o seis a?os, la energ¨ªa nuclear se presentaba como un man¨¢ energ¨¦tico: limpio y barato. Para finales de siglo se calculaba que habr¨ªa en el mundo de 10.000 a 12.000 plantas nucleares. que suministrar¨ªan aquella energ¨ªa que el agotamiento previsto de los pozos petrol¨ªferos no podr¨ªa abastecer. Dado que la producci¨®n de uranio es tambi¨¦n finita, ya se preve¨ªan para despu¨¦s del a?o 2000 las energ¨ªas de sustituci¨®n a la at¨®mica: biol¨®gicas, geol¨®gicas, geot¨¦rmicas, solar, de fusi¨®n, etc¨¦tera. Quiz¨¢ extra?e al lector esta referencia en pasado sobre las expectativas nucleares de hace unos seis a?os, en un momento en que en Espa?a hay una intensa campa?a en pro de esta energ¨ªa, pero es que en ¨¦ste, como en otros campos, siempre cogemos alguno de los furgones de cola. Estos esquemas est¨¢n pues cambiando, dado que, aquel, luminoso panorama se ha visto alterado por una serie de circunstancias no previstas hace poco: se producen moratorias, se cierran, parcial o definitivamente, f¨¢bricas ya en funcionamiento, se paralizan obras en construcci¨®n, se encarecen los costes relacionados con este tipo de energ¨ªa debido a las leyes que regulan su construcci¨®n, se endurecen las normas para el transporte de materiales radiactivos, sigue sin estar resuelto el problema de los residuos...
Antes de que se produjera el accidente de Harrisburg, ahora hace algo m¨¢s de un a?o, Estados Unidos, cuyo proyecto para el a?o 2000 se elevaba a m¨¢s de mil plantas, han visto reducida, por la propia Administraci¨®n, la cifra a doscientas. En los ¨²ltimos a?os se han cancelado en ese pa¨ªs treinta proyectos, se han pospuesto varias docenas y se han reforzado las leyes de seguridad en los reactores. Personas tan firmes en la defensa de la energ¨ªa nuclear como James, Schlessinger. secretario norteamericano para la Energ¨ªa, ha admitido, a mediados de 1979, que esta opci¨®n ?apenas resiste?.
Las radiaciones bajo condiciones normales de una planta nuclear son equivalentes a las de una planta de carb¨®n. cuando ¨¦ste contiene una cierta concentraci¨®n de uranio y radio. La diferencia 6triba en la capacidad potencial de la planta nuclear para producir emisiones radiactivas si algo funciona mal y esta posibilidad no se ha dado una sola vez. Como ejemplo, se conocen algunos casos de los que, los m¨¢s destacados, son los siguientes:
Enero de 1961: Explosi¨®n de un reactor experimental en Idaho. Murieron tres t¨¦cnicos y no se registr¨® peligro p¨²blico. Sin embargo, los niveles de radiaci¨®n en el interior de la planta fueron tan altos que las v¨ªctimas tuvieron que ser enterradas junto a los residuos radiactivos. Despu¨¦s de un informe previo, en el que se atribuy¨® el fallo a un error t¨¦cnico, la comisi¨®n investigadora ha certificado y llegado a la conclusi¨®n de que la causa pudo ser un sabotaje provocado por problemas matrimoniales de una de las v¨ªctimas, cuya esposa sosten¨ªa relaciones con otro de los t¨¦cnicos. Parece ser que en un ele vado n¨²mero de casos las causas de las cat¨¢strofes son tan imprevisibles como puede serlo la conducta humana.
Octubre de 1966: Como consecuencia de un fallo en el sistema de refrigeraci¨®n, el n¨²cleo de un reactor experimental cerca de Detroit sufri¨® una parcial fusi¨®n. Durante meses, los informes oficiales secretos temieron por una extensi¨®n de? da?o, habl¨¢ndose de una evacuaci¨®n de 1,5 millones de personas. Despu¨¦s de 1972 se clausur¨® de forma permanente la planta.
Junio de 1970: Un fallo de funcionamiento ech¨® abajo el reactor de la Commonwealth Edision, Dresden II. La rotura de Una varilla de medir desorient¨® a los t¨¦cnicos, que inyectaron agua a tal presi¨®n que 190.000 litros de materia radiactiva se escaparon de? contenedor y se esparcieron por el ¨¢rea de contenci¨®n. Desde esta fecha, se han producido numerosos accidentes de esta naturaleza en otras tantas plantas.
Marzo de 1975: Intentando hallar unos escapes de aire con una llama, se produjo en Alabama uno de los mayores incendios ocurridos en un reactor. Las llamas alcanzaron los cables el¨¦ctricos y desconectaron todos los sistemas de control. La presi¨®n en el reactor inutilizo; el sistema de refrigeraci¨®n y el nivel del agua baj¨® hasta un punto que, de no haber logrado la reparaci¨®n en un tiempo r¨¦cord, el peligro de desintegraci¨®n hubiera provocado una aut¨¦ntica cat¨¢strofe. No hubo escapes de radiactividad.
Noviembre de 1977: Un reactor del Gobierno en Richland derram¨® 240.000 litros de agua contaminada en el r¨ªo Columbia. Oficialmente se dijo que la contaminaci¨®n no era lo suficientemente elevada como para da?ar la vida humana o animal.
Enero de 1978: Durante dos horas se produjo un escape de helio radiactivo por una de las chimeneas de una planta at¨®mica pr¨®xima a Denver. Se evac¨²a a doscientos trabajadores. se alertaron hospitales y la polic¨ªa cerr¨® las carreteras en diez kil¨®metros a la redonda.
En 1979 no vamos a hablar de Harrisburg por ser muy conocido el suceso. A¨²n hoy, un a?o despu¨¦s del accidente, aparecen noticias .como la de que, en el mes de marzo de 1980, las autoridades americanas han tenido que ceder y autorizar la salida al aire de una parte de los gases radiactivos concentrados en el reactor de la planta nuclear, una vez que han fracasado todos los intentos de limpiar la central mediante sistemas que evitaran la salida de radiaci¨®n.
En 1980 se han conocido tres accidentes en Europa: uno de ellos oblig¨® al cierre, por segunda vez, de la central nuclear francesa Saint-Laurent des Eaux. Otro, dej¨® fuera de servicio un reactor de la central sueca de Ringhals y un tercero oblig¨® aparar la central nuclear de Santa Mar¨ªa de Garo?a, paro que seguir¨¢ mientras dure la reparaci¨®n de la fisura de una de las tuber¨ªas que alimentan a las bombas.de chorro en el sistema de recirculaci¨®n, situada dentro del recinto de contenci¨®n. Otros tres accidentes, de los que se han tenido noticia, se han producido en marzo.
Seg¨²n esto, tienen raz¨®n los que defienden la energ¨ªa nuclear bajo el argumento de que apenas se conocen v¨ªctimas directas de la misma. Donde pierden esa raz¨®n es al no hablarnos del potencial para provocar un holocausto que cada central supone en s¨ª misma, am¨¦n del a?adido de que a¨²n no se ha resuelto el problema de los residuos radiactivos ni el del transporte de los materiales necesarios para un normal funcionamiento. Es cierto que hoy rnorimos por mil y una causas diferentes: en las minas, en la carretera, accidentes laborales, guerras, etc¨¦tera, pero seguimos estableciendo la diferencia entre este tipo de muerte y la que puede provocar el uso pac¨ªfico de la energ¨ªa ¨¢t¨®mica, y esta diferencia tiene, excepcionalmente, dos caras: la primera es la que se establece entre una muerte individual y el horror de una muerte colectiva masiva (cuaudo se ha hablado de posibles evacuaciones por accidentes en plantas nucleares se han manejado cifras de millones de personas), la segunda son los quinientos a?os en los que se calcula que siguen teniendo actividad radiactiva ?as zonas afectadas. No podemos seguir esgrimiendo argumentos fariseicos, pues no son cre¨ªbles ni aun por los mismos que los lanzan. Hay que decir honestamente cuales son las causas que nos llevan, o que llevan, a defender este tipo de energ¨ªa, y estas causas, l¨ªcitas para un hombre de empresa y m¨¢s si ¨¦sta es multinacional, son, si bien cada vez menos, de tipo econ¨®mico.
Rentabilidad
En la LV Reuni¨®n de ministros mantenida en Caracas por los trece pa¨ªses miembros de la OPEP, a ¨²ltimos de 1979, hubo, al parecer, un documento previo de trabajo en el que se estimaban los precios actuales de sustituci¨®n del petr¨®leo enfre los 45 y 55 d¨®lares por barril, lo que explica que, ya antes de que se tomara alguna decisi¨®n sobre precios en la mencionada reuni¨®n, alquna de las siete hermanas elevara por su cuenta y riesgo el precio del crudo, lo que, en cierta manera, desacredita los ataques que desde Occidente se hace a los productores. en el sentido de que los movimientos al alza de precios son una maniobra de los pa¨ªses de la OPEP para sumir en el caos a los pa¨ªses industrializados. Tal como se han presentado las cosas, m¨¢s bien es una maniobra dejas multinacionales para.atornillar y sacar el m¨¢ximo rendimiento de la situaci¨®n irreversible en la que se hallan los pa¨ªses industrializados o en v¨ªas de serlo.
Siguiendo con esta l¨ªnea de pensamiento, parece evidente que los precios del petr¨®leo no parar¨¢n en su carre ra hasta que alcancen, en un plazo razonable que permita su asimilaci¨®n -aunque sea a los altos costes que estamos pagando desde 1973-, a los de sus posibles competidores. No obstante, existe aparentemente un competidor ventajoso del petr¨®leo: la energ¨ªa nuclear. Mientras que en Suiza, pa¨ªs monta?oso y especialmenitedotado hidrogr¨¢ficamente, la energ¨ªa de origen hidr¨¢ulico se obtuvo en 1979 a ocho/nueve c¨¦ntimos, la de origen nuclear se ha obtenido a seis c¨¦ntimos/kwh.
Otro factor destacable es que la energ¨ªa nuclear proporciona s¨®lo electricidad y teniendo en cuenta que ¨¦sta supone tan s¨®lo el 30% del abastecimiento total de energ¨ªa, la aportaci¨®n nuclear supone menos del 4% del total energ¨¦tico de los pa¨ªses industrializados, lo que a su vez pone tambi¨¦n en entredicho la campa?a a la que nos vemos sometidos sobre el caos que se puede producir si se renuncia a esta energ¨ªa. Seg¨²n Vince Taylor, economista americano, de los dos factores que condicionan el uso de esta energ¨ªa, la seguridad y la economicidad, el primero se halla totalmente en entredicho y el segundo se halla ya en v¨ªas del primero, ya que, si bien como hemos visto, el coste de esta energ¨ªa es a¨²n m¨¢s econ¨®mico que el de sus competidoras, los m¨¢rgenes cada vez se van reduciendo a mayor velocidad, citando como ejemplo que los costes de instalaci¨®n de las centrales en cinco a?os han pasado de los 225 millones de d¨®lares por central de 1.000 MW a mil millones de d¨®lares.
Quiz¨¢ uno de los estudios m¨¢s completos que se han realizado sobre la energ¨ªa nuclear fue el financiado por la Fundaci¨®n Ford, publicado en abril de 1977. En el mismo se recomienda la paralizaci¨®n del programa americano de supergeneradores y el abandono del tratamierito de los residuos radiactivos de las centrales nucleares cl¨¢sicas para la obtenci¨®n de plutonio. Una de las principales razones para la recomendaci¨®n se basaba en la duda razonable sobre la rentabilidad de esos proyectos.
A todos estos argumentos sobre la ?carest¨ªa? futura de la energia nuclear hay que a?adir otro tipo de gasto muy importante, particularmente para un pa¨ªs con las escas¨ªsim¨¢s reservas de ur¨¢nio como es el espa?ol. La Empresa Nacional del Uranio (ENUSA), debido a los compromisos contra¨ªdos de compra de uranio concentrado, principalmente con Canad¨¢, y a la necesidad de financiar el retraso en la adquisici¨®n del uranio en las plantas de enriquecimiento de Estados Unidos, Francia y la URSS, todo ello consecuencia del compromiso adquirido con el Gobierno espa?ol, por el cual se obligaba a mantener los stocks de mineral de uranio necesarios para poner en marcha el PEN -programa nuclear aprobado hace cuatro o cinco a?os y cuya puesta en marcha se ha ido retardando-, se encuentra en serias dificultades para obtener los 5.000 o los 2.000 millones anuales que, seg¨²n determinadas fuentes, costar¨¢ el mantenimiento de los citados stocks. (La diferencia en las cifras se debe a dos de las fuentes que han recogido el tema: Cinco D¨ªas y.Lunes Econ¨®mico).
Si comparamos estas cifras con los treinta millones de d¨®lares (unos 2.000 millones de pesetas) que el Gobierno brit¨¢nico ha dedicado a la investigaci¨®n de nuevas fuentes de energ¨ªa (Libro blanco, Londres, junio de 1978), nos daremos cuenta del desajuste que se est¨¢ produciendo y a¨²n de la irracionalidad en la utilizaci¨®n de las ingentes cantidades que se est¨¢n gastando en promocionar e imponer la energ¨ªa nuclear, cuando con cifras sensiblemente inferiores podr¨ªa acelerarse la puesta a punto de energ¨ªas que, como la solar, tiene ya superados los m¨¢s dif¨ªciles problemas tecnol¨®gicos.
En definitiva, nos encontramos con que no existe justificaci¨®n objetiva y racional para seguir invirtiendo en la alternativa nuclear debido a los cambios, basados en un mejor conocimiento, que se han pr¨®ducido en los ¨²ltimos cinco a?os. Las dos razones que la podr¨ªan justificar: seguridad y economicidad, no existen y, de existir, aun en el caso de la econom¨ªa, llevan camino de desaparecer dados los alt¨ªsimos costes que las mayores medidas de seguridad en transporte, construcci¨®n y eliminaci¨®n de residuos se est¨¢n ex?giendo cada vez en mayor grado.
Por otra parte, hay indicios razonadamente fundados de que con menores inversiones que las que actualmente gnige el programa nuclear, se podr¨ªan poner a punto ya energ¨ªas de las que se habla para el a?o 2000.
?Qu¨¦ razones impiden que esta investigaci¨®n alternativa se acelere? A mi juicio, dos son las principales razones y las dos son, como el resto, de ¨ªndole econ¨®mica. La primera es que las ingentes sumas de dinero invertidas hasta ahora en el delarrollo de la energ¨ªa nuclear por las multinacionales del ramo tienen que ser, en alguna medida, recuperadas mediante la instalaci¨®n de un n¨²mero determinado de centrales que vengan a amortizar la investigaci¨®n, las instalaciones de enriquecimiento de uranio y de fabricaci¨®n de las piezas necesarias a las instalaciones. Si una vez instalada la central tiene que ser cerrada, como viene ocurriendo cada vez con mayor frecuencia, el coste .ya no recae sobre las poderosas multinacionales que dirigen la operaci¨®n, sino sobre los Gobiernos o empresas que han optado por esta energ¨ªa.
En segundo lugar, la energ¨ªa alternativa con m¨¢s posibilidades, que es la solar, carece para estas empresas del est¨ªmulo econ¨®mico suficiente, puesto que, con una ausencia de adquisici¨®n de materia prima generadora y con escasos gastos de mantenimiento, no aparece como una aventura industrial atractiva.
En definitiva, s¨®lo la realizaci¨®n a corto plazo de una de las potenciales y posibles cat¨¢strofes, o el encarecimiento por,encima de cualquier posibilidad econ¨®mica podr¨¢ librarnos de que, en los pr¨®ximos a?os, tengamos que so,portar los inmensos riesgos que conlleva esta energ¨ªa, riesgos que, no terminan en esta generaci¨®n, sino que se extienden como ya he se?alado quinientos a?os m¨¢s all¨¢. Si se da alguno de estos dos casos, los que quedan comprobar¨¢n como en un plazo irrisorio, energ¨ªas que hoy nos escamotean hasta el a?o 2000, ser¨¢n puestas en pr¨¢ctica en cuesti¨®n de unos pocos a?os y aun de meses.
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