New wave
En Madrid esta ha sido una primavera fastuosa. Es evidente -hay pruebas- que los ¨²ltimos cincuenta a?os de la vida cultural de la capital de Espa?a han sido, cuando menos, poco prol¨ªficos. Desde la generaci¨®n del 27, s¨ª, desde hace tanto, los gritos ordenados de los intelectuales se han quedado tenues y casi in¨²tiles: el terreno era bald¨ªo y peligroso y los gritos eran justamente temerosos, necesariamente apocados. Adem¨¢s, qu¨¦ duda cabe, no hab¨ªa organizaci¨®n, ni consenso, ni nada... Los amigos enterados -cuatro locos- se ve¨ªan en antros oscuros de forma que, por razones obvias, apenas se ve¨ªan.Ahora. y no de repente, sino gracias a un proceso evidentemente necesario del que hablar¨¦ m¨¢s adelante, en esta ciudad est¨¢n empezando a ocurrir cosas. S¨ª, hay una vida cultural y pr¨¢ctica que dudo que tenga muchos competidores entre el resto de las capitales del mundo desarrollado, y aunque todav¨ªa sea pronto para hablar de resultados concretos. en el campo de la m¨²sica moderna ya hay frutos frescos v rebosantes de modernidad. Los protagonistas, y eso es lo m¨¢s emocionante, son individuos casi siempre menores de veinticinco a?os, son como un club de enfants terribles de verdad, de miembros cultos, l¨²cidos y dispuestos que saben que los que son mayores que ellos son en su mayor¨ªa estetas traumados y un poco castrados por algo que llaman ?dictadura?. Afortunadamente, de eso ya no hay, aunque el se?or Su¨¢rez tenga m¨¦todos algo cantarines, aunque la televisi¨®n apeste a dirigismo y los gobiernos civiles sigan siendo lo menos c¨ªvico del pa¨ªs, aunque los tribunales manden a la sombra a los periodistas, la verdad es que de eso ya no hay. Los periodistas que van a la sombra suelen encontrar peseta para pagar la fianza, y Su¨¢rez y sus gobernadores... ya se renovar¨¢n. Lo bueno es que, afortunadamente, cada vez hay m¨¢s indicios de que nuestro pa¨ªs es otra vez uno de los que est¨¢n m¨¢s despiertos.
Pero el proceso del que hablaba antes debe ser descrito para que no quepan dudas. Y hay que hablar de ¨¦l porque tiene di¨¢fanos or¨ªgenes, tiene est¨ªmulos exteriores y encantadores que nada importa enunciar. Resulta que los j¨®venes avisados de Europa y Am¨¦rica se dan cuenta a Finales de los setenta de que llevan un par de lustros viviendo de las rentas: la filosof¨ªa parca y, luminosa de mayo de 1968 y la costa oeste de EE UU ya no hay por d¨®nde cogerla. Todo eso ha sido desarrollado hasta el tope y, pasando por momentos nada despreciables., se ha llegado a asuntos como el punk-rock, que por lo menos es algo aut¨¦ntico (aunque no cuele) y a movimientos tan pestilentes como el de los nuevos fil¨®sofos, cuya ¨²nica novedad es la de estar tan amargados como el resto de la gente l¨²cida intentando hacernos creer que ser l¨²cidos basta para dejar de estar amargados, cuando la lucidez, hasta ahora y por c¨®mo es el mundo, s¨®lo ha servido para todo lo contrario. Entonces, en todo el mundo occidental, ocurre que los avisados vuelven al pop, que a pesar de la crisis y por el nivel de vida que aqu¨ª ya hemos alcanzado, es lo m¨¢s novedoso y lo ¨²nico definitivamente atractivo que se puede cultivar a estas alturas del siglo. Y as¨ª, en Espa?a, adonde la cultura pop lleg¨® en su d¨ªa rara y enrarecida, mutilada y descompuesta, acontece algo que s¨®lo pod¨ªa darse una vez hecho el relevo generacional. Y as¨ª muchos chicos de veintipocos a?os tenemos cosas que decir, y, de igual forma, adolescentes como Los Zombies y Los Pegamoides graban discos para las m¨¢s potentes compa?¨ªas.
El movimiento, la reacci¨®n, ha sido llamado new wave en todo el mundo, pero aqu¨ª, y hablo sobre todo de la ciudad de Madrid, es algo m¨¢s que una ola, ef¨ªmera al cabo. S¨ª, s¨ª, esto es algo m¨¢s que una ola nueva. Aunque s¨®lo fuera por su valor documental, lo que ocurre en Madrid en estos meses no debe quedar como un simple entretenimiento -y eso que lo es, porque uno de los aspectos m¨¢s saludables de esta nueva cultura es lo que tiene de l¨²dica-, sino que ha de ser observado con gozo y con satisfacci¨®n honesta y universal; estamos, por fin, haciendo algo que no responde a presiones pol¨ªticas o sociales de ra¨ªz paranoide, por fin estamos haciendo cosas.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.