La crisis de militancia en los partidos de la izquierda
Estamos pagando ahora las consecuencias de una inexperiencia pol¨ªtica. Bien es verdad que fue como empezar de nuevo, despu¨¦s de cuarenta a?os de abstinencia, sin memoria, por tanto, personal-hist¨®rica, y ?atragantarse? de un determinado activismo pol¨ªtico. Lo aparente, lo formal, fue interpretado como real. Lo importante era salir en la Prensa, en los medios de comunicaci¨®n social, buscar votos, marketing, publicidad, y entonces lo que contaba era la brillantez ir¨®nica, la agudeza f¨¢cil o la frase altisonante. Habr¨ªa que abandonar los an¨¢lisis serios porque ?por ah¨ª no iban las cosas?. Hab¨ªa que saber. ?maniobrar? y ?entremeterse?, m¨¢s que tener una estrategia coherente de futuro. Y en este juego entraron los m¨¢s conspicuos dirigentes pol¨ªticos del momento. Ahora, quiz¨¢, est¨¦ llegando la hora de replantearse honradamente toda esta situaci¨®n, ante la crisis de militancia pol¨ªtica que se padece.Por otra parte, entrar en el juego de la transici¨®n pol¨ªtica tiene -y ha tenido- un evidente coste para aquellos partidos que propugnaban objetivos de transformaci¨®n socio-econ¨®mica. Quedarse fuera de juego implicaba pagar un alto precio, cuya ¨²nica forma de amortizar era, al menos de entrada, saber de su alta cuant¨ªa. Posiblemente, los partidos de la izquierda espa?ola no han valorado suficientemente este coste, ni han sido lo necesariamente precavidos para ir aminor¨¢ndolo, llegar a amortizarlo, y funcionar sin perder br¨²jula dentro de este terreno de la legalidad parlamentario-burguesa.
Todo depende, realmente, del fin que el partido pol¨ªtico en verdad pretenda. Si de lo que se trata es de conseguir parcelas de poder y crearse un bien ganado ?espacio pol¨ªtico? en esa din¨¢mica de la lucha interpartidos; si de lo que se trata es de conseguir votos -adapt¨¢ndose al mercado electoral- y con ello, ?representaci¨®n institucional?, se explica muy bien que el partido se convierta en ?aparato?, en una maquinaria de tipo gerencial. Pero si lo que se pretende es influir efectivamente en la marcha de nuestra sociedad, incidir en la acci¨®n pol¨ªtica, constituirse en vanguardia de unos intereses colectivos, entonces no es ¨¦se el modelo de partido que debiera construirse. Entonces era fundamental concebirlo como un partido de masas, un partido de ?activos militantes?, un partido que, en definitiva, mira y se gu¨ªa por los intereses del pueblo. Al fin y al cabo, no es otra que la diferencia entre un partido cuyos fines no son otros que ¨¦l mismo -reproducirse y ampliarse en s¨ª mismo-; o un partido como simple ?instrumento?, como simple veh¨ªculo de transformaci¨®n pol¨ªtico-social. Es la distinci¨®n entre el partido como fin y el partido como medio.
Posiblemente, insisto, la mayor¨ªa de los partidos pol¨ªticos de la izquierda han ido cayendo sin querer en la trampa tendida por el modelo de transici¨®n pol¨ªtica que hemos experimentado. Es la trampa que precisamente conduce al ¨¦xito; es la trampa que supone, para conseguir ?espacio pol¨ªtico? en la lucha interpartidos, que lo importante es saber maniobrar con suficiente habilidad. Entonces, lo que se abre camino es la ?capacidad de maniobra?, de negociaci¨®n o cabildeo, y no la inteligencia pol¨ªtica que sepa trazar una l¨ªnea de actuaci¨®n de acuerdo con los intereses generales de una determinada clase social.
Pienso que ha llegado el momento de preguntarnos a qu¨¦ modelos de partido se aspira, y de qu¨¦ modelos de partidos pol¨ªticos debemos librarnos.
Ahora bien, no se trata de elegir entre una u otra opci¨®n de partido. El riesgo est¨¢ en polarizarlo exclusivamente en la dimensi¨®n burocr¨¢tica del mismo, con abandono de su verdadera misi¨®n. Porque entonces nos encontrar¨ªamos con un partido esclerosado en su aparato, con una concentraci¨®n de poder en pocas manos y a ?remolque? del pueblo, no ?vanguardia? del mismo. Porque entonces se caer¨ªa en el sustituismo, que no es otra cosa que anteponer los intereses del partido a los del pueblo, usurpando la voluntad popular. Porque entonces nos encontrar¨ªamos con decisiones que pertenecen a la pol¨ªtica de la direcci¨®n, m¨¢s que a la pol¨ªtica del partido en su conjunto. Porque entonces la pol¨ªtica de pactos, negociaciones o alianzas -pol¨ªtica, en una palabra, de toda direcci¨®n- priva por encima de una pol¨ªtica basada en la ligaz¨®n estrecha e indisoluble con las masas, con la mayor¨ªa del pueblo. Por el contrario, sin menoscabo de la necesidad de ?una organizaci¨®n? -que, por otra parte, nadie pone en duda-, hay que procurar un os partidos que cuenten con una amplia base popular; unos partidos que busquen su estabilidad y su fuerza en la propia base, en su fuerte arraigo popular, no s¨®lo en una buena organizaci¨®n. En definitiva, el partido no puede ni debe convertirse en una especie de secta, aislado del pueblo, formado por profesionales ?alquimistas? de la pol¨ªtica, semejantes a como otrora criticara Marx aquellos ?alquimistas de la revoluci¨®n ?.
Por supuesto que me estoy refiriendo a partidos de la izquierda -partidos que pretendan transformar la realidad social-, y no a partidos de la derecha, que simplemente aspiren a conservar intereses ya existentes. A estos ?ltimos les basta con ser partidos de ?aparato? y ?cuadros?. Los primeros exigen ser partidos de masas. Y junto a esto, necesitan mirar hacia adelante. No puede haber conciencia pol¨ªtica del presente si ¨¦sta no es, simult¨¢neamente, conciencia de futuro. Un partido pol¨ªtico de izquierdas requiere como primera condici¨®n la de concebirse a s¨ª mismo, como un modesto instrumento puesto al servicio del pueblo, y utilizado por este ¨²ltimo para labrar su futuro. Un instrumento que si no sirve -y de medio se convierte en fin- ha traicionado su funcionalidad y, por tanto, debe tranquilamente desecharse como in¨²til. Y esto es lo que en cierto modo ha ocurrido. La crisis en la militancia de los partidos de izquierda es hoy alarmante. ?No se le ocurre a los dirigentes preguntarse por qu¨¦? Lo m¨¢s honesto ser¨ªa reconocer, entonces, que ha faltado la imprescindible ligaz¨®n con el pueblo, se ha perdido pie con la realidad y se han desatendido los verdaderos intereses de clase a que se representa.
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