Nueva Carteya intenta sobrevivir en la vendimia francesa
A Jos¨¦ Mart¨ªnez, jornalero de Nueva Carteya, como en la copla de Carlos Cano, la esperanza y la vida lo llevan hacia la frontera. Jos¨¦ es uno de los vendimiadores que cada a?o inician la emigraci¨®n temporera. Unos cuatrocientos vecinos de su pueblo, 8.000 cordobeses, 50.000 andaluces, inician el pr¨®ximo d¨ªa 7 el duro viaje ?a las vendimias del Rosell¨®n?. Los habitantes de Nueva Carteya llevaron a cabo una huelga general los tres ¨²ltimos d¨ªas de agosto, en los que se produjeron graves enfrentamientos con las fuerzas del orden.
Jos¨¦ Mart¨ªnez anda por la cincuentena, y el a?o pasado, como los anteriores, li¨® su petate y casi con toda su casa a cuestas se plant¨® en el campo bordel¨¦s de Saint Millon. Este a?o no podr¨¢ acompa?arle su hijo, porque ?se ha ido a servir al Rey?, pero s¨ª repetir¨¢ el viaje su mujer, Rosario, y su hija Mar¨ªa de la Sierra, de veintid¨®s a?os. La hija menor, Rosario, de diecis¨¦is a?os, estrena esta vendimia la emigraci¨®n. En la campa?a pasada, durante 32 d¨ªas, trabajaron duro, domingos incluidos, y consiguieron traerse en la faltriquera 220.000 pesetas. Con ellas fueron tirando hasta los fr¨ªos de diciembre, con ellos cuaj¨® la aceituna y el trabajo familiar permiti¨® un poco de desahogo. En marzo, Jos¨¦ trabaj¨® en la poda del olivo. Desde entonces, como cada d¨ªa y como los cuatrocientos jornaleros de su pueblo, Jos¨¦ Mart¨ªnez acude a la ?esquina de los parados? en busca de la imposible leva del jornal.Nueva Carteya, con 5.600 habitantes de hecho, padece la emigraci¨®n, ya permanente, de 4.000 o 5.000 de sus m¨¢s j¨®venes hijos. Andan por Catalu?a; algunos, todav¨ªa, por los subempleos del Mercado Com¨²n.
Por agosto, los emigrantes suelen regresar. Hasta tal punto que el ayuntamiento ha acordado oficialmente el cambio de fecha de la feria; as¨ª, la antigua conmemoraci¨®n del D¨ªa de Jes¨²s, el 14 de septiembre, se ha trasladado a mediados de agosto, ?pa que puedan celebrarlo con nosotros los emigrantes?, nos dice el alcalde Federico Ortega.
Jos¨¦ es ?cortador?, la m¨¢xima categor¨ªa entre los vendimiadores. El a?o pasado cobr¨® entre once y doce francos la hora. Este a?o la Federaci¨®n de Trabajadores de la Tierra, seg¨²n su responsable, Armando Jim¨¦nez, ha negociado un salario ?relativamente justo?: 14,50 francos/hora. Jos¨¦ (?Pepe Palomino?, por mal nombre) no se queja del viaje, a pesar de su incomodidad; a pesar de que Renfe aprovecha la noche para los desplazamientos obreros, ?como en ganao, y los coches esos de los se?ores que llevan camas puestas?, dice gr¨¢ficamente, y eso que el a?o pasado no los aceptaban ni en las salas de espera de las estaciones de Port-Bou o Figueras, a pesar de ir provistos, como si de barcos pesqueros andaluces se tratara, ?de tos los documentos pa faenar que manda la ley?. Jos¨¦ teme m¨¢s a la falta de acondicionamiento del albergue -?dormimos tos los hombres en un sal¨®n, ca uno en su cama?- y especialmente el de sus mujeres. ?No; la verdad es que no hay g¨¹enos apa?os pa las mujeres, aunque el amo ha dicho que no tengan cortedad y que cuando tengan que ducharse o arreglarse, que pueden usar su cuarto de ba?o?. S¨ª; ni?os s¨ª que van. Aunque est¨¢ prohibido, all¨ª cualquier zagal de catorce o quince a?os se saca su jornal tan ricamente. Donde no pueden sacarlo es en el pueblo; 11.000 fanegas de olivo, vi?a, cereal y erial, con cultivos demasiado mecanizados, son incapaces de absorber la mano de obra que potencialmente tiene el pueblo. Los jornaleros estuvieron desde el viernes cortando las carreteras y declararon la huelga general. UGT y CC OO no llegan a lo del SOC en Marinaleda, de declarar la huelga de hambre. Pero los 350 o cuatrocientos parados no se conforman con los cien puestos en obras p¨²blicas del empleo comunitario, mientras el resto anda en la esquina en la taberna.
En Burdeos no tendr¨¢ Jos¨¦ que ir la taberna. Dentro del convenio suscrito entra una soldada diaria de dos o tres litros de vino por cabeza. Los franceses saben quitarse de encima las moscas de la protesta. ?La protesta? ?All¨ª el que arma el foll¨®n no g¨¹erve al a?o siguiente. ?No ve que los contratos los manda el patr¨®n? No hay m¨¢s remedio que doblar la raba¨ªlla y cerrar el pico. Cualquier cosa mejor que el hambre?.
El d¨ªa 7 sale de la estaci¨®n de Ja¨¦n el primer tren de emigrantes a los departamentos del Midie, el Rosell¨®n y La Borgo?a y Armagnac. A mediados de septiembre partir¨¢n los contratados en los pagos de Burdeos, Limoges y el Loira.
Con el cassette en bandolera, como si la cartuchera de un guarda jurado se tratara, un jornalero est¨¢ sentado, a horcajadas, en la silla de anea sacada a la puerta. Premonitoriamente, Carlos Cano sigue pregonando el destino de estos hombres: ? ... y he aqu¨ª que me veo cruzando los montes de Francia, mientras lejos se queda mi tierra, mi gente, mi casa ... ?. Jos¨¦, que va a mi lado, se sonr¨ªe al o¨ªr la copla y me hace un gesto con la cabeza: ?Las cosas de la vida?, sentencia, y resuelve senequ¨ªstamente. ?No tenemos otro remedio que ¨¦ste?.
?Pa los santos, de g¨¹erta. A comer gachas?, me despide con una sonrisa ancha y, en el fondo, amarga.
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