El p¨²blico no cay¨® en la trampa del triunfalismo
Los chicos est¨¢n acostumbrados al triunfalismo desbordado de las plazas de pueblos en feria. Y esperaban que en esta plaza, p¨²blico y presidencia, los colmaran de trofeos para la publicidad y las estad¨ªsticas. Pero el p¨²blico de San Mart¨ªn de Valdeiglesias ni se chupa el dedo para picar en el anzuelo que le tendieron los toreros ni es p¨²blico que agite los pa?uelos en molinillo mientras canta el bonito cupl¨¦ de ? ?la otra, la otra! ?.De ah¨ª la sorpresa de aquel banderillero de Campuzano, que quer¨ªa la oreja del tercer astado para su maestro. Miraba at¨®nito al p¨²blico y al palco, sin entender nada- de aquello. Y el gesto de Ruiz Miguel, apoyado displicentemente en las tablas, neg¨¢ndose a coger la oreja del cuarto toro porque le parec¨ªa corto galard¨®n, cuando el p¨²blico s¨®lo hab¨ªa pedido una oreja, sin gran mayor¨ªa, la verdad.
Plaza de San Mart¨ªn de Valdeiglesias
Segunda de feria. Toros de Jos¨¦ Tom¨¢s Fr¨ªas, de media casta y, con excepci¨®n del quinto y sexto, sospechosos de pitones. Ruiz Miguel: silencio y oreja. Emilio Mu?oz: pitos y bronca; le dieron dos avisos adelantados. Tom¨¢s Campuzano: divisi¨®n y oreja.
No pod¨ªa ser de otro modo. La faena de Campuzano al tercero fue valentona, con alguna que otra ratoner¨ªa y sin temple. Mat¨® al tercer intento, y su enemigo exhib¨ªa unos pitones apropiados para el rejoneo. Bueno, pues aun as¨ª, el banderillero quer¨ªa que cortaran la orejita.
Tampoco hizo extraordinarios m¨¦ritos Ruiz Miguel para aspirar a ?la otra?. El toro hab¨ªa tomado un insignificante picotazo, a petici¨®n del espada. Parec¨ªa que se lo iba a comer crudo, y en vista de que con la sesi¨®n de los dos pases no despertaba entusiasmos ni ovaciones, acudi¨® a los recursos para la galer¨ªa. Rodillazos y hasta espaldinas, impropias de un torero sobrio y luchador como ¨¦l. Y quer¨ªa m¨¢s orejas el buen se?or.
Emilio Mu?oz no pod¨ªa aspirar a nada, porque fue el que sali¨® peor parado. Su primer toro era un tantico ¨¢spero, y Emilio no lo quiso ver. Y con el quinto de la tarde, mejor armado que los anteriores, dio el espect¨¢culo. Ante un mansurr¨®n, que embest¨ªa con la cara alta y sin fijeza, intent¨® el repertorio consabido de ?izquierda, derecha?, y como la historieta no pod¨ªa ser, qued¨® a la deriva, sin recursos, pues resulta que no sabe ni hacer el toreo por la cara, que es el recurso para estos toros. Para colmo, necesit¨® diez pinchazos de muy feo estilo, antes de acabar con un bajonazo.
As¨ª, pues, sobresaliente para el p¨²blico. Y el presidente conviene que, para la corrida del pr¨®ximo s¨¢bado, se lleve le¨ªdo el art¨ªculo 117 del Reglamento Taurino. Los avisos no se dan porque el torero est¨¦ pincha que te pincha, y el p¨²blico, chilla que te chilla.
Babelia
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