El Madrid perdi¨® por una borrachera de centrocampismo
El Madrid compuso en Sevilla una absurda oda al centrocampismo y perdi¨® con todo merecimiento ante un equipo que puso m¨¢s coraje en la pelea. El juego del Madrid fue rematadamente malo, casi siempre, sin mando en la media y sin remate. El Sevilla, pese a contar con ventaja desde el cuarto de hora de juego, puso siempre m¨¢s empe?o que el Madrid y, adem¨¢s de los dos goles, cont¨® con las mejores ocasiones.Las l¨ªneas cl¨¢sicas de tres hombres del centro del campo se vieron de salida fuertemente reforzadas. Por el Madrid, se retras¨® Juanito, y por el Sevilla lo hizo Montero. Ambos, naturalmente, arrastraron tras de s¨ª a sus marcadores, Sanjos¨¦ y Angel, de forma que en la ?zona ancha? se reunieron diez jugadores, muchos de ellos encargados de anularse rec¨ªprocamente, de dos en dos. Con aquel tumulto en la media, aquello parec¨ªa, m¨¢s que un encuentro, una manifestaci¨®n de centrocampistas en reivindicaci¨®n de espacio vital.
Con todo, no empez¨® mal el Madrid. Sobaba el bal¨®n en la media, tej¨ªa y destej¨ªa el velo de Pen¨¦lope, y el Sevilla, agarrotado, apenas se atrev¨ªa a replicar. Arriba, Cunningham jugaba con alegr¨ªa y esquivaba los derrotes de Blanco como buenamente pod¨ªa. Pero, a los diez minutos de juego, el debutante sevillista Choya (un muchacho de la cantera con grandes posibilidades) decidi¨® perderle el respeto al Madrid. Amparado por la indiferencia de Garc¨ªa Hern¨¢ndez se lanz¨® varias veces al ataque en espectaculares galopadas por todo el campo, abriendo un dif¨ªcil pasillo entre la manifestaci¨®n de aburridos centrocampistas. Esas galopadas; levantaron al p¨²blico y al Sevilla, y la tercera de ellas dio lugar a una falta cerca del lateral del ¨¢rea madridista. El temple de Montero, al sacarla, y la picard¨ªa de Morete, al cruzarse, hicieron el resto.
El p¨²blico suspir¨® con este gol. El Madrid no se deja ganar as¨ª como as¨ª, pensaba todo el mundo, y tendr¨¢ que echarse al ataque, hacer una exposici¨®n de genio y garra, y el partido ganar¨¢. Pero no hubo nada de eso. El Madrid acept¨® el gol como un accidente y sigui¨® jugando con la misma aburrida suficiencia. Gallego se qued¨® atornillado atr¨¢s, y Del Bosque, Garc¨ªa Hern¨¢ndez y Juanito no lucieron en la construcci¨®n de juego. Para colmo, Cunningham termin¨® por asustarse por los viales de Blanco, y Santillana se resinti¨® de su lesi¨®n, quiz¨¢ porque su vuelta al equipo hab¨ªa sido prematura.
En la segunda mitad, la impotencia del Madrid fue a¨²n mayor. De salida, un r¨¢pido contraataque del Sevilla finaliz¨® en gol de Yiyi, que se hab¨ªa plantado solo en el ¨¢rea en un descuido de la media madridista, y el partido se hab¨ªa puesto definitivamente mal para el Madrid. Y fue entonces cuando m¨¢s en falta se ech¨® la m¨¢s reconocida virtud del campe¨®n la garra y la fe. Los centrocampistas trataron de espabilarse, pero el Sevilla gan¨® siempre en anticipaci¨®n y coraje. Para colmo, Del Bosque fall¨® un n¨²mero enorme de pases, y Garc¨ªa Hern¨¢ndez no encontr¨® casi nunca el sitio donde ser ¨²til; tres veces se situ¨® en posici¨®n de remate y dispar¨® bien, pero en dos de las ocasiones detuvo Buyo y, en la tercera, el bal¨®n escap¨® alto por muy poco. Gallego se anim¨® m¨¢s a subir, pero tampoco remedi¨® nada. Pineda y Cunningham, por su parte, jam¨¢s consiguieron el desborde por las bandas, y los pases de Juanito se perd¨ªan una y otra vez por el sentido de la anticipaci¨®n de la defensa rival.
El Sevilla, cada vez m¨¢s crecido, ganaba en todas las zonas y contraatacaba con acierto. Poco a poco, Choya fue acusando el esfuerzo, pero Juan Carlos, Montero y Yiyi fueron, por contra, hacia arriba, y la remendada defensa madridista (en la que faltaban dos titulares -San Jos¨¦ y Benito-, los dos primeros suplentes -Garc¨ªa Cort¨¦s y Sabido- y Camacho jugaba fuera de su puesto, como marcador central) necesit¨® batirse a tope, y lo hizo con cierto decoro. Para m¨¢s empa?ar su imagen, el Madrid solt¨® alguna patada a destiempo, a cargo de Isidro y Garc¨ªa Hern¨¢ndez, y el p¨²blico se encoleriz¨®. Hasta el propio Miguel Mufloz, ya picado contra el Madrid antes del partido, perdi¨® los nervios y fue expulsado del banquillo. Garc¨ªa Rem¨®n, con un, par de detenciones valiosas, fren ¨® la posibilidad de nuevos goles. Pero la derrota no hubo quien la moviera. Una derrota ante la que el Madrid no tiene esta vez excusas que oponer.
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