Los "sue?os" del cardenal Hume, dura cr¨ªtica al hermetismo de la Iglesia
Durante el s¨ªnodo de obispos, que prepara sus conclusiones definitivas despu¨¦s de semanas de debates, ha habido dos intervenciones que han llamado especialmente la atenci¨®n de los observadores, por sus valores de apertura. La primera, la del arzobispo de Madrid, cardenal Tarac¨®n, que hab¨ªa pedido al s¨ªnodo que ?no repitiera siempre las mismas cosas?, que se diese espacio ?a una nueva investigaci¨®n teol¨®gica? en los problemas m¨¢s candentes sobre la familia y la sexualidad, y que se escuchara, sobre todo, a los seglares casados, ?los cuales?, dijo, ?tienen en estas cosas m¨¢s experiencia que nosotros?.
Otra voz que habl¨® con gran coraje fue la del arzobispo de Westminster, el cardenal benedictino George Basil Hume, el cual, en su primera intervenci¨®n, toc¨® el tema m¨¢s espinoso de los medios de control de nacimientos. Dijo textualmente que existen hoy muchos cat¨®licos ?llenos de fe y fieles hijos de la Iglesia? que no aceptan ya en conciencia ?que los medios artificiales para controlar los nacimientos sean, como afirma la enc¨ªclica de Pablo VI Humanae vitae, ?intr¨ªnsecamente deshonestos? y, por tanto, prohibidos sin atenuantes.El cardenal ingl¨¦s, que se ha destacado siempre por su profunda cultura y fin¨ªsima espiritualidad, hasta el punto que fue papable en los dos ¨²ltimos c¨®nclaves, ha sorprendido al s¨ªnodo con una nueva intervenci¨®n llena de humor ingl¨¦s, pero que a los doscientos obispos del s¨ªnodo no hizo sonre¨ªr, porque se ha tratado de una dura autocr¨ªtica a los trabajos, tal como se est¨¢n desarrollando. Hay quien asegura que el folio que el cardenal Hume ley¨® en ingl¨¦s, lleg¨® inmediatamente sobre la mesa del Papa.
Original ¨ªntegro
Se trata de una p¨¢gina casi literaria, presentada en forma imaginativa, pero que se ve en seguida que se trata de una cr¨ªtica expl¨ªcita del tipo de Iglesia y de la visi¨®n del mundo que se perfila en los trabajos del s¨ªnodo.EL PAIS publica hoy ¨ªntegramente, traducido del original ingl¨¦s, las palabras del arzobispo de Westminster, oficialmente secretas e in¨¦ditas.
?Hablo exclusivamente en mi nombre. He escuchado durante este s¨ªnodo muchos discursos con atenci¨®n. Bueno, no es del todo cierto, porque confieso que m¨¢s de una vez me he dormido. Durante uno de estos discursos en los que me dorm¨ª tuve un sue?o, del que os voy a hablar. He o¨ªdo una voz que hablaba de la Iglesia, y dlirante este sue?o tuve una visi¨®n. Era una visi¨®n de la Iglesia. He visto un fort¨ªn muy alto. A los que lo defend¨ªan les parec¨ªan enemigos todos los que se acercaban a ¨¦l: un enemigo que hab¨ªa que combatir. Desde ese fort¨ªn no se pod¨ªan escuchar las voces que llegaban del exterior. Los soldados que lo defend¨ªan mostraban una obediencia incondicional. Su papel no era el interrogarse, sino s¨®lo el de actuar y de morir. As¨ª me pareci¨® durante este sue?o, pero cuando me despert¨¦ record¨¦ que los sue?os, a veces, desenfocan la realidad?.
?A continuaci¨®n tuve otra visi¨®n: se trataba de un peregrino de la historia y de la vida. Aquel peregrino era la Iglesia. El viajero corr¨ªa hacia la verdad, pero a¨²n no la hab¨ªa alcanzado. Iba a trompicones por su camino, pero las indicaciones de las calles dec¨ªan s¨®lo negativamente que la direcci¨®n no era la justa. "El peregrino", pensaba yo, "va siempre buscando, y esto puede ser a veces muy doloroso". Tambi¨¦n los l¨ªderes de la peregrinaci¨®n, muchas veces, carecen de ideas claras y tienen que luchar tambi¨¦n ellos y caminar en solidaridad con los peregrinos. Una responsabilidad com¨²n implica tambi¨¦n una lucha com¨²n. El fort¨ªn era un templo, mientras los peregrinos viv¨ªan en una tienda, y a veces es mejor vivir cerca de la incertidumbre, en la tienda de Abraham, que seguros y c¨®modos, en el templo de Salom¨®n?.
Deficiente explicaci¨®n
?Y tuve tambi¨¦n otra visi¨®n: vi con gran claridad que la intuici¨®n de Pablo VI en la enc¨ªclica Humanae vitae era ciertamente justa; pero, por desgracia, nosotros no hemos sabido explic¨¢rselo a la gente. Los carteles en las carreteras sirven para se?alar la direcci¨®n justa, pero, a veces, est¨¢n sujetos a la intemperie del tiempo y necesitan otra mano de barniz, y para esto hace falta mucho tiempo. Mi sue?o estaba convirti¨¦ndose en una pesadilla, porque me daba cuenta que el barniz que se daba era equivocado y que la ¨²ltima mano era peor a¨²n que la primera. Nosotros no debemos nunca renunciar a escuchar a los peregrinos. M¨¢s a¨²n, debemos darles fortaleza, con dulzura y con piedad, en esp¨ªritu de solidaridad, y ayudarles a hablar una lengua que les lleve libremente a exclamar: "S¨ª, esto es justo; es claro, nosotros aceptamos esta verdad". He visto a los peregrinos felices porque se hab¨ªan acercado a aquel que es la verdad, y cantaban su alegr¨ªa rezando y dando gracias. En este momento. me despert¨¦?.Una nota en el mismo texto del cardenal afirma que, aunque su intervenci¨®n ha sido hecha en clave humor¨ªstica, no por eso su intenci¨®n y contenido deja de ser muy serio, y que ha querido contraponer dos im¨¢genes contrastantes de la Iglesia.
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