El disparate sectorial
La cola de los sectores industriales -en crisis de solemnidad- pidiendo ayuda ante las puertas del Ministerio de Industria promete ser de antolog¨ªa. Las recientes declaraciones del vicepresidente econ¨®mico del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, en Televisi¨®n Espa?ola, y del ministro de Industria, Ignacio Bay¨®n, en EL PAIS (2-11-1980), sobre la nueva terap¨¦utica sectorial que piensan aplicar a la crisis industrial, puede suponer, si se descuidan, la ruina econ¨®mica del Estado y de los contribuyentes.En primer lugar, con el fin de hacer algo nuevo, distinto del tratamiento puntual y excesivarriente minucioso que el anterior vicepresidente, Abril, daba a algunas empresas en crisis, el nuevo equipo gubernamental anda predicando ahora la reestructuraci¨®n sectorial como pilar de su flamante y casi secreta pol¨ªtica industrial.Ante la posibilidad de recibir ayuda p¨²blica, un buen n¨²mero de empresarios se dispone a conseguir el certificado de crisis sectorial -certificado que se otorgar¨¢, desgraciadamente, enrasando a las diversas empresas por la m¨¢s inef¨ªciente-, pero ocultando la situaci¨®n real de sus empresas bajo el manto protector del sector. Estamos muy habituados los perl',odistas de informaci¨®n econ¨®rn¨ªca a recoger impresiones empresariales como ¨¦sta: ??Mi empresa? No va del todo mal; pero el sector, ?ay, el sector va fatal! ?.
Nadie puede negar que atravesamos una crisis industrial de caballo, y que muchas empresas han ca¨ªdo, o est¨¢n a punto de caer. Sin embargo, hay algo muy claro, dentro de la inmensa oscuridad actual, y es que no todas las empresas han sufrido por igual los incrementos de costes, la ca¨ªda de demanda o el hundimiento de los beneficios. Unas est¨¢n mejor que otras. Pero la expectativa de recibir ayuda, sin riesgo alguno, producir¨¢ el milagro de la equiparaci¨®n de todas ellas con la peor gestionada y m¨¢s necesitada.
Si la reestructuraci¨®n se hace empresa por empresa, las posibilidades de realizar un diagn¨®stico correcto son mayores que s¨ª se hace de modo sectorial.
Ninguna empresa se desnudar¨ªa p¨²blicamente ante el Estado para solicitar ayuda individual -como hicieron Nervacero, Intelhorce y otras-, si no estuviera realmente en crisis. Si van amparadas por las dificultades sectoriales de las dem¨¢s, ?hay alguna empresa que no est¨¢ en crisis?
La subasta de peticiones -? ?ya me dar¨¢n algo!?, dicen- viene apoyada adem¨¢s por la presi¨®n de los trabajadores, que pedir¨¢, de acuerdo con sus empresarios, el certificado de andar mal. Y la debilidad del Estado ante tales peticiones -ya sea en forma de precios, cr¨¦ditos, aranceles, etc¨¦tera- es algo proverbial.
Iguales efectos por separado
Hasta ahora, hablar de reestructuraci¨®n sectorial de la siderurgia integral es hablar de tres empresas, dos p¨²blicas y una privada, por lo que los efectos terap¨¦uticos son los mismos que si se aplicara a cada una por separado. Pero en el caso de la siderurgia no integral, donde sobreviven infinidad de empresas, es muy dif¨ªcil no nivelar por el m¨¢s ineficiente. Sin embargo, hay empresas que ganan dinero y las hay que pierden.
?Cu¨¢l va a ser el criterio de prioridades? Este es otro problema que salta a la hora del reparto. Si los aceros especiales est¨¢n en crisis y reciben dinero barato, por qu¨¦ no el calzado, o los electrodom¨¦sticos, o los autom¨®viles, o los barcos, y as¨ª hasta todos los sectores de la econom¨ªa espa?ola. ?D¨®nde est¨¢ el l¨ªmite de este nuevo asalto al Estado?
Por otra parte, las cr¨ªticas a la reestructuraci¨®n sectorial se dirielen tambi¨¦n al hecho de que se remplee demasiado dinero bueno sobre dinero malo, o, dicho de otra forma, a que se destinen los escasos recursos del Estado -o sea de los contribuyentes- tan s¨®lo a reparar antiguas diligencias que s¨®lo prometen para el pasado, en lugar de hacerlo tambi¨¦n con sectores de futuro, que son los que verdaderamente garantizar¨¢n empleos estables.
Este cambio de estrategia industrial -apoyar no s¨®lo a los malos, sino tambi¨¦n a los buenos- es harina de otro costal. Ello exigir¨ªa una valent¨ªa y una fortaleza singular para asumir los costes pol¨ªticos que entra?ar¨ªa el doloroso, pero necesario, ajuste real de los sectores, en lugar del t¨ªmido ajuste financiero, que consiste en dar cr¨¦dito barato a cambio de precios intervenidos, no regulaci¨®n de empleo, as¨ª como otras propiedades de nuestros mercados cautivos.
El ajuste real, en cambio, afectar¨ªa a la producci¨®n, a la libertad de precios, a la reducci¨®n de aranceles, y, en definitiva, a todas as muletas proteccionistas que mantienen algunos sectores de nuestra econom¨ªa artificialmente vivos, con la vida propia de los invernaderos.
Pero este ajuste real, que no se ha hecho con criterios eficientes desde que empez¨® la gran crisis de 1973-1974, exige adem¨¢s una enorme voluntad pol¨ªtica reformadora, que no vemos por ninguna parte. Si al cirujano te tiembla el pulso, es mejor que mande al enfermo a otro m¨¦dico.
Mientras tanto ya se oye por doquier el coro de empresas, amparadas por la crisis de las dem¨¢s, que sue?an con poner el cazo por si les cae el man¨¢ gratuito del Estado o de la providencia, que sustituye al Estado cuando no hay pol¨ªtica econ¨®mica.
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