Rafael Puyana, en el ciclo dedicado a Bach

Las partitas para clave representan una interesant¨ªsima parcela dentro de la obra de Juan Sebasti¨¢n Bach, y no s¨®lo por su belleza y perfecci¨®n de escritura. En ellas se sintetizan una serie de influencias, gustos e inclinaciones est¨¦tico- instrumentales capaces de otorgarle m¨¢xima variedad y de hacer de ellas -como tantas veces sucede en Juan Sebasti¨¢n- una cima de s¨ªntesis con proyecci¨®n al pasado y hacia el futuro.

Un clavecinista de la talla de Rafael Puyana ha de encontrar, por fuerza, una esplendorosa posibilidad de realizaci¨®n en esta suma musical, tantas veces comentada como modelo de objetividad, pero animadas, en verdad, por un impulso human¨ªstico de primer orden: en ¨¦l se dan cita lo estructural y lo cuasi galante, la gracia de las danzas francesas, italianas o alemanas y la tendencia hacia formas unitarias de fuerte cohesi¨®n,

Pero hay m¨¢s: la esencia misma de la cualidad sonora. Aqu¨ª me parece que Puyana responde con su exacta y nada caprichosa fantas¨ªa a la imaginaci¨®n del cantor de santo Tom¨¢s. No cabe ser, a la vez, m¨¢s fiel a la letra y el esp¨ªritu de un tiempo que fue y a la receptividad del p¨²blico que es, aqu¨ª y ahora. Que en esto consiste la eternidad de pentagramas como los de Bach: en su capacidad para sumar a su significaci¨®n hist¨®rica, la actualizaci¨®n viva de su mensaje.

Las partitas tercera, primera y cuarta llenaron el primero de los dos programas de Puyana, dentro del ciclo de Bach conmemorativo del d¨¦cimo aniversario de Iberm¨²sica. Establecer diferencias de calidad entre las versiones de una v otra ser¨ªa, de alg¨²n modo, desmerecer la categor¨ªa de un int¨¦rprete al que escuchamos en una de sus grandes noches. El Bach de Puyana es riguroso y afectivo, bien construido y flexible, m¨¢gico en la coloraci¨®n de sus sonoridades, ¨ªntimo y estructural.