La Generalidad, en busca de la econom¨ªa perdida
El presidente de la Generalidad present¨® ante el Parlamento catal¨¢n un ?programa de actuaci¨®n econ¨®mica? que ha suscitado un amplio debate entre las fuerzas pol¨ªticas de Catalu?a. Los temas discutidos fueron muy diversos y las reacciones a la intervenci¨®n parlamentaria del presidente Pujol han sido cr¨ªticas, incluidas las de los partidos pol¨ªticos que constituyen el llamado bloque conservador, que, como se sabe, forman la mayor¨ªa tripartita que sustenta al actual ejecutivo catal¨¢n.Lo primero que hay que destacar del ?programa de actuaci¨®n econ¨®mica? de la Generalidad es que no se trata de un programa econ¨®mico, y ni tan siquiera de un plan de actuaci¨®n o de una estrategia econ¨®mica. A pesar de sus loables prop¨®sitos, la intervenci¨®n de Pujol no ha sido m¨¢s que un inventarlo desordenado en el que se mezclan diferentes conceptos que unas veces se refieren a los Presupuestos del Estado; otras, a inversiones de alguna empresa p¨²blica o privada; otras, finalmente, a inversiones de la Generalidad basadas ipdistintamente en las competencias transferidas o en la emis¨ª¨®n de deudas p¨²blicas por valor .de 10.000 millones de pesetas. Como todo inventario carece de una definici¨®n de prioridades, no se especifican criterios selectivos y no se establece un calendario de actuaciones que permita su seguimiento y control, o una posteriorvaloraci¨®n de sus resultados a corto y medio plazo.
Cr¨ªticas de UCD y Esquerra
En este primer punto se han centrado gran parte de las cr¨ªticas, incluidas las de UCD y Esquerra Republicana de Cat¨¢lunya (ERC), respectivamente. En efecto, es dif¨ªcil que se pueda programar una actuaci¨®n econ¨®mica de cualquier entidad, cuando esta depende de un continuo regateo, o mercadeo, sobre el que se asienta la praxis negociadora en las relaciones que se establecen entre el Gobierno de Madrid y la Generalidad de Catalu?a.
Mal van a marchar las autonom¨ªas en este pa¨ªs, si este tipo de pr¨¢cticas impuestas por el peculiar talante de Adolfo Su¨¢rez- que adem¨¢s resulta que coincide con el de Jordi Pujol, hasta ahora dominantes, se extienden, por simple emulaci¨®n, a los restantes entes auton¨®micos, ya que, en ese caso, nos podemos encontrar, a la vuelta de la esquina, con un estado de las autonom¨ªas producto del puro tr¨¢fico mercantil en el que todo se cambia y todo se vende, los votos, las dificultades bancarias, los d¨¦ficit de las empresas sider¨²rgicas, las carreteras, los cr¨¦ditos de la banca oficial, la interpretaci¨®n de la Constituci¨®n, o un simple voto parlamentario, con mayor o menor valoraci¨®n, seg¨²n la gravedad del momento y la habilidad del negociador.
Pero deseng¨¢?ense los que esperan algo de ese tr¨¢fico auton¨®mico, porque los que ganan con estas pr¨¢cticas son siempre los mismos. O se clarifican de una vez para siempre las relaciones econ¨®micas entre el Gobierno y las autonomias, se delimitan con nitidez y claridad los ¨¢mbitos de actuaci¨®n del sector p¨²blico y se impone el principio de transparencia en la construcci¨®n del Estado de las autonom¨ªas, o nos vamos a encontrar en un inmenso patio de monipodio con tr¨¢fico permanente de los recursos p¨²blicos. S¨®lo un aut¨¦ntico sentido de lo que es un Estado -como dir¨ªa el socialista Lluis Armet en su intervenci¨®n parlamentariapuede posibilitar una correcta administraci¨®n p¨²blica.
No es precisamente una prueba de lo anter4or el reciente decreto de la Generalidad, de 25 de agosto, sobre las cajas de ahorro. Pocas dudas existen sobre la necesidad de que estas entidades financieras, a diferencia de los bancos, se sometan al principio de territorialidad e inviertan sus recursos all¨ª donde, fundanientalmente, se generan. La Generalidad, o cualquier ente auton¨®mico en el futuro ha de contar con las cajas de ahorro como instrumento financiero b¨¢sico para impulsar determinadas inversiones, sin caer en un excesivo intervencionismo que ahogue su actuaci¨®n como intermediario financiero.
Econom¨ªa intersticial o residual
Pero a estos objetivos se puede llegar por diversos caminos, no siendo el M¨¢s apropiado el de atribuirse unilateralmente -en raz¨®n a otro regateo que, por cierto, fue seguido de un r¨¢pido retorno al punto de partida inicial- la decisi¨®n sobre qu¨¦ inversiones son computables y cu¨¢les no en la partida de inversiones obligatorias de las Cajas. En la pr¨¢ctica, se trata de una simple sustituci¨®n de protagonistas, pero manteniendo inalterable las funciones de las Cajas en la m¨¢s pura ortodoxia continuista. Con ello, lo ¨²nico que se consigue es provocar un falso conflicto con otras nacionalidades o regiones, corno Andaluc¨ªa o el Pa¨ªs Vasco. Todav¨ªa puede complicarse m¨¢s el tema si aparece en escena para regular las relaciones entre bancos y Cajas el recientemente creado Consell Asesor del Credit de la Generalitat, del que forma parte, entre otros, Emilio Bot¨ªn, que, como se sabe, es el presidente del consejo de administraci¨®n del Banco de Santander. A clarificar todos estos hechos no contribuye tampoco la actuaci¨®n de determinados dirigentes de la izquierda catalana que o se inhiben -como el representante del PSUC en su reciente intervenci¨®ri parlamentaria- o se suman apresuradamente, de forma irresponsable, al mercadeo electoralista,entro Convergencia y el Gobierno Central.
Finalmente, no se completa el cuadro anterior sin una referencia a uno de los conceptos b¨¢sicos que nos permite aproximarnos a la posici¨®n del Gobierno de la Generalidad frente a, la, problem¨¢tica econ¨®mica de Catalu?a. El Gobierno de la Generalidad trata de impulsar lo que denomina una econom¨ªa intersticial, o modelo de industrial¨ªzaci¨®n catalana, que centra su inter¨¦s en los espacios vac¨ªos -las rendijas- que dejan libres las grandes empresas multinacionales, las empresas, p¨²blicas y las, empresas de los grupos financieros m¨¢s poderosos, inclu¨ªdos, se supone, el Banco Urquijo y la propia Banca Catalana, a los que se encuentran estrechamente vinculados el consejero de Econom¨ªa y Finanzas y el presidente de la Generalidad. El concepto de econom¨ªa intersticial es ciertamente novedoso, y en econom¨ªa, como apunt¨® en el debate el centrista Alejandro Pedr¨®s, est¨¢ casi todo inventado. .
Sin em bargo, por su en u nci ado y contenido parece concebirse como una profundizaci¨®n y defimitac¨ª¨®n del concepto capital no monopolista, presunto y muy hipot¨¦tico aliado natural de la clase trabajadora en los esquemas estrat¨¦gicos a los que machaconamente nos ten¨ªa acostumbrados Santiago Carrillo en la d¨¦cada de los a?os sesenta. La debilidad del concepto reside, fundamentalmente, en el hecho de que si se eliminan los sectoresy actividades en los que est¨¢n presentes las multinacionales, los grandes bancos y las empresas estatales, y se tiene, adem¨¢s, en cuenta que gran parte de los restantes sectores son de alguna manera subsidiarios, o dependientes -directa o indirectamente- de los anteriores, resultar¨ªa que el citadp concepto termina, en la pr¨¢ctica, por identificarse con el de econom¨ªa. residual, para lo que ciertamente no se requiere un programa de actuaci¨®n econ¨®mica.
La econom¨ªa intersticial es un concepto vago e impreciso que remite a planteamientos no racionales -sentimentales les llam¨® Pedr¨®s- que ignoran que la econom¨ªa catalana la constituyen, ante todo, las multinacionales del sector qu¨ªmico de Tarragona, las grandes empresas constructoras dependientes de los grandes grupos financieros la compra de construcciones Padr¨®s, precisamente del Banco Industrial de Catalu?a, por la multinacional Laing, gracias a los buenos oficios de Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez-, la Seat, la Telef¨®nica, el Banco Espa?ol de Cr¨¦dito o el Hispano Americano, y un sinf¨ªn m¨¢s, entre otras razones porque tienen en Catalu?a m¨¢s intereses que los propios sectores espec¨ªficamente catalanes a los que, sin duda, se refiere el citado concepto. Esto hay que comprenderlo de una vez porque, en otro caso, dif¨ªcilmente podr¨¢n abordarse los graves problemas que amenazan a la econom¨ªa catalana en la encrucijada actual.
Todo ello es lo que, en breve s¨ªntesis, se est¨¢ discutiendo en el antiguo y bello palacio del Parque de la Ciudadela, construido por Felipe V para sojuzgar a Catalu?a. Afuera, los jardines ya han comenzado a llenarse de hojas; el sol ya se ha escondido y los primeros fr¨ªos del oto?o ahuyentan a los escasos visitantes y curiosos. En la calle se discuten las consecuencias del anuncio del expediente de crisis de la Seat -que afecta a m¨¢s de 25.000 trabajadores y muchas empresas auxiliares- y de la suspensi¨®n de pagos de Aiscondel, en la que est¨¢ especialmente implicado el grupo Banca Catalana (cuya propuesta de soluci¨®n pasa por ceder, una vez m¨¢s, al Estado las p¨¦rdidas de Aiscondel). Dentro del edificio del legislativo catal¨¢n, s¨®lo el desva¨ªdo reflejo del cristal de una de las l¨¢mparas que preside la sala nos devuelve a una realidad que con frecuencia se desvanece.
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