Las cosas en su sitio
Dentro de pocas semanas, y espero que con suficiente vigor, vamos a conmemorar el segundo aniversario de la Constituci¨®n. Muchos se hab¨ªan olvidado de la fecha del 6 de diciembre, d¨ªa del refer¨¦ndum constitucional, y hay que rescatar esa fecha como d¨ªa de conmemoraci¨®n, como fiesta popular y como s¨ªmbolo de la convivencia entre los espa?oles. Teniendo sensibilidad para esos temas no ser¨ªa justo omitir el agradecimiento a El Socialista y a su director, Fernando Pajares, por la muy buena iniciativa que han tomado para celebrar a nuestra Carta Magna. Hablando de poner las cosas en su sitio, ¨¦sa es la primera: situar a la Constituci¨®n, frente a manipulaciones, usos oportunistas o abusivos, en el lugar que le corresponde, encabezando nuestro ordenamiento jur¨ªdico, y tambi¨¦n en nuestra sociedad y en el arraigo entre sus ciudadanos, como centro de imputaci¨®n de un cambio profundo en el talante y en los modos de conducta de todos.Pero precisamente esta misma circunstancia, despu¨¦s de dos a?os de vigencia constitucional, obliga a revisar algunas piezas del mecanismo institucional y del funcionamiento de protagonistas sociales claves en una sociedad democr¨¢tica. Mi reflexi¨®n, desde el buen observatorio que tengo sobre los temas, con el m¨¢ximo talante de objetividad de que soy capaz, tiende a llamar la atenci¨®n sobre esas piezas que en estos primeros ochocientos d¨ªas de rodaje se han desajustado, lo que es normal, pero puede ser negativo que no se proceda a colocarlas de nuevo en su sitio.
En una sociedad democr¨¢tica, esa labor de acoplamiento de las piezas en el conjunto de la organizaci¨®n institucional tiene que derivarse, en primer lugar, del respeto por todos a la Constituci¨®n y a las reglas del juego que comporta, jugando cada uno el papel que le corresponde, sin salirse de ¨¦l, y utilizando tambi¨¦n los mecanismos en ella previstos para preservar el buen funcionamiento del sistema, lo que corresponde, a nivel jur¨ªdico, a los tribunales ordinarios y al Tribunal Constitucional, y a nivel pol¨ªtico, a las Cortis Generales, a los Parlamentos de las comunidades aut¨®nomas y a los ¨®rganos colegiados de provincias y municipios, es decir, a ayuntamientos y diputaciones. Por fin, la opini¨®n p¨²blica y los medios de comunicaci¨®n tienen, en el ejercicio de la libertad de expresi¨®n, un papel importante. A pesar de todo, no es obvio recordarlo, y es tambi¨¦n oportuno se?alar que esa tarea de colocar las cosas en su sitio s¨®lo debe hacerse por quienes corresponde y que otras instancias no deben ser utilizadas indebidamente. As¨ª, a los militares o a otras instituciones p¨²blicas, fuera de las se?aladas, no les cabe ning¨²n protagonismo en esta necesidad de colocar las cosas en su sitio y tambi¨¦n conviene advertir del peligro que puede producirse en el intento de pedir que,el Rey juegue en este campo ua papel que desborde sus facultades constitucionales que, en este campo, son estar informado, prevenir, aconsejar y animar el buen funcionamiento de todos los ¨®rganos, actuando cada uno en su sitio.
Hay demasiados vicios derivados del mal modelo de funcionamiento social de una sociedad autoritaria, como la que Espa?a ha vivido, para que esto que indico sea f¨¢cil, y hay que insistir mucho record¨¢ndolo a cada momento. El correcto funcionamiento de una sociedad democr¨¢tica es complejo y dif¨ªcil de comprender y muchos profesiorales del poder por el poder prefieren renunciar a comprenderlo y prefieren dedicar sus esfuerzos a manipularla y a ampliar sus esferas de poder.
Gobierno, medios de comunicaci¨®n y partidos pol¨ªticos
En este sentido, quisiera aportar algunos puntos de meditaci¨®n sobre tres instituciones que son claves en el funcionamiento de la demo cracia y que creo se han desajustado y habr¨¢ que volver a colocar en su sitio, en esta, revisi¨®n peri¨®dica que toda sociedad sana y viva debe hacer de tiempo en tiempo. Me refiero al Gobierno, a los medios de comunicaci¨®n y a los partidos pol¨ªticos. Ciertamente que existen otros desajustes y otras cosas que hay que poner en su sitio, no es mi reflexi¨®n un trabajo exhaustivo, sino un intento de contribuci¨®n a la reflexi¨®n general que este pa¨ªs est¨¢ haciendo que me parece positiva y que debe continuar para ayudar a la consolidaci¨®n de la democracia. No soy catastrofista, ni por talante ni por esperanza en la raz¨®n y en el buen sentido de nuestro pueblo y quiero colaborar a la luz, en ning¨²n caso a aumentar las tinieblas que algunos buscan para volver a la os curidad de la falta de democracia y de libertad.
En ese sentido, me parece preocupante que el Gobierno haya perdido su sitio, y que est¨¦ m¨¢s preocupado por su propia subsistencia, especialmente su presidente, que por el cumplimiento de su misi¨®n. A veces puede dar la impresi¨®n de que el mantenimiento en el poder es un fin en s¨ª de mayor importancia que la soluci¨®n razonable de los problemas; es decir, que puede parecer que se ha perdido de vista el objetivo para el que se est¨¢ en el Gobierno. Un elemento decisivo que contribuye a esta sensaci¨®n es la falta de programa, y el hecho de que el apoyo parlamentario de Minor¨ªa Catalana y del PSA se haya esfumado a pocas semanas del voto de confianza, como lo constata el hecho de que el Gobierno ha perdido m¨¢s votaciones en el Congreso de los Diputados desde el voto de confianza que en todo el tiempo anterior. Cuando el Gobierno se encuentra sin apoyos, arrinconado en alg¨²n tema, y los socialistas -en cumplimiento de nuestra obligaci¨®n de oposici¨®n- aumentamos la presi¨®n, tengo la impresi¨®n de que estamos colaborando a que el Gobierno haga concesiones abusivas para los intereses generales, aunque beneficiosas para quienes las obtienen, a aquellos grupos, Minor¨ªa Catalana o grupo del se?or Rojas Marcos, que les pueden sacar del impasse. Recientemente, en el tema presupuestario se ha hecho la concesi¨®n ins¨®lida a CD de retirar nada menos que el art¨ªculo 15 del proyecto que regulaba incompatibilidades de funcionarios, probablemente a cambio de que se opongan a la enmienda socialista a la totalidad de los presupuestos, que, de ser aprobada, supone realmente un voto de censura al Gobierno. En un sistema parlamentario, el Gobierno tiene que funcionar con una mayor¨ªa estable, sea la que sea, de acuerdo con las circunstancias reales en cada momento y eso no ocurre en nuestro pa¨ªs, y ¨¦sa es, quiz¨¢, la primera de las cosas que haya que poner en su sitio.
En relaci¨®n con los medios de comunicaci¨®n, existen determinados vicios de funcionamiento que conviene atajar para el buen desarrollo de la libertad de expresi¨®n, porque las interpretaciones de los hechos parten a veces de esquemas previos, de im¨¢genes personales elaboradas y de encasillamientos que no siempre responden a la realidad.
El vicio de funcionamiento que, a mi juicio, conviene atajar se refiere, sobre todo, a an¨¢lisis que comportan juicios sobre personas o instituciones, sobre su posici¨®n respecto a determinados temas y que se publican por informaciones o filtraciones no siempre bien intencionadas, sin un contraste con la persona o instituciones interesadas para que, al menos, puedan dar su versi¨®n sobre el tema. Este tipo de conducta, que no existe s¨®lo en esas publicaciones confidenciales que est¨¢n proliferando, sino en revistas o peri¨®dicos de inter¨¦s general, es un elemento que crea un determinado ambiente, que deforma la realidad y construye im¨¢genes no reales. As¨ª, dem¨®cratas de toda la vida pasan por conservadores y moderados, y fascistas de otro tiempo y colaboradores significados del antiguo r¨¦gimen se convierten en progresistas y defensores de los derechos y las libertades. Entre estas dos situaciones extremas se producen situaciones intermedias con mucha frecuencia, y, ante la opini¨®n p¨²blica, las im¨¢genes no siempre se corresponden con la realidad. Entre la ingenuidad y la falta de preparaci¨®n de unos, y la mala fe, e incluso el trabajo a sueldo, de unos pocos, padece as¨ª todo un colectivo. El poner en su sitio este tema de los medios de comunicaci¨®n social no puede ser sino a trav¨¦s del autocontrol y de la vigilancia de los propios profesionales y de las empresas. La libertad de expresi¨®n es demasiado delicado para protegerla con muchas leyes. S¨®lo debe existir el C¨®digo Penal para los delitos, y el enjuiciamiento de estos supuestos debe ser siempre restrictivo, por afectar a las libertades. En el resto de los casos, y creo que no ser¨ªa bueno no reconocer que, en este caso, se han producido excesos en la l¨ªnea que se?alo, poner las cosas en su sitio, vigilar el juego limpio y la fundamental regla de la buena fe debe corresponder a los propios profesionales en un autocontrol que ser¨ªa ejemplar.
Por fin me parece que tambi¨¦n los partidos pol¨ªticos tienen que . volver a su sitio, fundamental en la organizaci¨®n democr¨¢tica, y superar algunos vicios que les han apartado de su deber en alg¨²n sen tido. Tambi¨¦n los partidos pol¨ªticos han podido, en ocasiones, perder de vista que su fin ¨²ltimo est¨¢ en el inter¨¦s general, y no en su propio inter¨¦s; que los cargos p¨²blicos no son ya s¨®lo patrimonio de ellos, sino de todos los ciudadanos, y que sus problemas internos no pueden ser utilizados abusivamente en ning¨²n sentido, trascendiendo de la normal lucha interna propia. As¨ª habr¨ªa que desterrar, por inadecuada y sin justificaci¨®n, la costumbre de utilizar problemas generales para los debates internos o para alcanzar alg¨²n cargo en un partido. Mezclar calificativos generales y temas de trascendencia p¨²blica, con el ¨²nico fin de descalificar a compa?eros y dar asalto a puestos de direcci¨®n, no es ciertamente edificante, como tampoco lo es descalificar abusivamente desde la direcci¨®n a quienes sostengan posiciones discrepantes. Pero, sobre todo, los partidos deben seriamente cumplir su rol de partidos gubernamentales y de oposici¨®n con claridad y con respeto a los apoyos ciudadanos que hayan recibido. Una democracia s¨®lo funciona bien si esos papeles est¨¢n claramente diferenciados, quiz¨¢ con excepci¨®n de los per¨ªodos constituyentes de elaboraci¨®n de la Constituci¨®n, lo que no es ahora nuestro supuesto. El acceso al poder debe producirse normalmente como resultado de una victoria total o relativa en unas elecciones generales, y no por otra raz¨®n. Desde ese punto de vista, no puedo compartir la posici¨®n p¨²blica que reclama un Gobierno de coalici¨®n, porque ese punto de vista obliga a exagerar las dificultades del pa¨ªs y a se?alar demasiados puntos negros, que pueden contribuir a la desesperanza general de los ciudadanos, y porque rompe el principio Gobierno-oposici¨®n y frustra las esperanzas de muchos en el programa aut¨®nomo a desarrollar por un Gobierno socialista. Me temo que en esas circunstancias ese Gobierno podr¨ªa ser una trampa para el PSOE que limitase, y no todo lo contrario, las expectativas para las pr¨®ximas elecciones. Ciertamente que no hay que negar que esa circunstancia de un gobierno de coalici¨®n se pueda producir antes de las elecciones por graves hechos, que hoy, a mi juicio, a¨²n no concurren; pero aqu¨¦l, y no ¨¦ste, ser¨ªa el momento de enfrentarse al problema. Montar la estrategia, incluso la propia acci¨®n de oposici¨®n con la vista puesta en un gobierno de coalici¨®n, que nadie nos ha pedido y que el pa¨ªs no demanda, puede llevar a malas interpretaciones y desdibujar el sitio del principal partido de la oposici¨®n. Hay tambi¨¦n en este caso concreto y en otros, desajustes generales que poner en su sitio a los partidos pol¨ªticos, y nosotros, los socialistas tenemos que hacer los m¨¢ximos esfuerzos por estar en nuestro sitio, sin desear gobernar antes de tiempo, pero tambi¨¦n sin temerlo si llegase la ocasi¨®n; pero, en todo caso, con la convicci¨®n de que la mejor forma de llegar al Gobierno es ganando las elecciones pr¨®ximas.
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