La supuesta crisis del movimiento vecinal
Tras la celebraci¨®n de elecciones municipales, casi todas las reflexiones que han visto la luz sobre el movimiento vecinal aparecen connotadas por el calificativo com¨²n de crisis, tan en boga en los ¨²ltimos tiempos. No deja de resultar gratificante el apreciar en ciertos sectores una sincera preocupaci¨®n por la situaci¨®n que atraviesa el movimiento vecinal. Lo que alarma y sorprende en algunos casos es que de la dramatizaci¨®n de esta preocupaci¨®n -a veces tan nueva, y sospecho que por ello tan intensa- se deriven conclusiones que cuestionan no ya la existencia en s¨ª del movimiento vecinal, sino incluso su propia raz¨®n de ser.Habr¨ªa que dudar del sano juicio democr¨¢tico de cualquiera que, debido a la situaci¨®n de los partidos pol¨ªticos -a algunos de los cuales pertenecen destacados te¨®ricos del catastrofismo vecinal-, sostuviese con respecto de ellos propuestas tan peregrinas.
Afortunadamente, no parecen percibirse s¨ªntomas de teorizaciones tan aventuradas -tal vez por lo m¨¢s pantanoso del terreno-, lo que permite afirmar, aunque s¨®lo sea para evitar agravios comparativos, que no basta con la constataci¨®n de una crisis para extender un certificado de defunci¨®n. Entendemos que ha de haber otros argumentos de m¨¢s peso, y, efectivamente, no puede decirse que les falten a los mantenedores de tales conclusiones; m¨¢s bien lo que habr¨ªa que poner en cuesti¨®n es la naturaleza de los mismos y verificar si corresponden a la realidad de lo que se quiere analizar o si estamos asistiendo una vez m¨¢s a la vieja ceremonia tan hispana de alancear molinos de viento pretendi¨¦ndolos gigantes.
Resulta, pues, indispensable detenerse en algunas de las argumentaciones m¨¢s al uso para ver si resultan tan obvias como las presuponen sus autores.
1. El movimiento vecinal alcanz¨® su m¨¢ximo nivel de desarrollo en una etapa predemocr¨¢tica hoy superada.
De esta afirmaci¨®n cabr¨ªa deducir que el movimiento vecinal ha sido hasta ahora algo homog¨¦neo y cumplidamente desarrollado: nada m¨¢s lejos de la realidad. El movimiento vecinal s¨®lo puede ser calificado, con la mejor de las voluntades, como embrionario.
2. El papel protagonista en la din¨¢mica social corresponde en exclusiva a los partidos pol¨ªticos. Una vez: legalizados, las asociaciones de vecinos carecen de espacio pol¨ªtico.
Una primera reflexi¨®n nos lleva a considerar que el protagonismo se adquiere en funci¨®n de. la pr¨¢ctica cotidiana y no a partir de determinaciones aprior¨ªsticas. Pero, independientemente de ello, tal an¨¢lisis denota una pobreza te¨®rica elemental con la cual no es posible abordar seriamente la complejidad de la vida social.
Competencia desleal
No se entiende c¨®mo podr¨ªa realizarse la construcci¨®n de una sociedad m¨¢s democr¨¢tica y participativa sin proporcionar a los ciudadanos sin adscripci¨®n pol¨ªtica -que en nuestro pa¨ªs son la inmensa mayor¨ªa- una posible v¨ªa de intervenci¨®n en los asuntos cotidianos de susi barrios,
Por otra parte, si los partidos pol¨ªticos de izquierda no han incrementado su protagonismo en las barriadas -lo que, sin duda, ser¨ªa deseable-, ello no ha sido debido a la ?competencia desleal? de las asociaciones de vecinos, sino m¨¢s bien a su incapacidad para abandonar la vida de secta y las iglesias en que han convertido sus locales.
La persecuci¨®n de la ?competencia? no s¨®lo no ha resuelto la situaci¨®n de los partidos en las barriadas, sino que la ha agudizado, abriendo fisuras entre sus militantes y desgastando a partidos y asociaciones en batallas est¨¦riles.
Toda esta cuesti¨®n no ha sido objetode debate pol¨ªtico serio en el seno de la izquierda, lo que ha motivado que, cono en muchos otros casos, el tema haya quedado saldado por la pr¨¢ctica, sin que, de la situaci¨®n que se ha creado en muchas barriadas, se hayan sacado las conclusiones oportunas.
3. Las asociaciones de vecinos han perdido su raz¨®n de ser, toda vez que existen ya ayuntamientos democr¨¢ticos que en su mayor¨ªa est¨¢n gobernad Ds por la izquierda.
Esta afirmaci¨®n supone desconocer dos cuestiones fundamentales. En primer lugar, que las grandes opciones que determinan la pol¨ªtica urbana en campos fundamentales como la vivienda, la sanidad, la ense?anza, el medio ambiente, etc¨¦tera, siguen f¨¦rreamente centralizadas en el aparato Estado.
En segundo lugar, la direcci¨®n en que se ha desarrollado la trayectoria reivindicativa del movimiento vecinal. Sus grandes batallas y sus grandes ¨¦xitos se han producido en torno a temas de competencia estatal y a trav¨¦s de confrontaciones con la Administraci¨®n central.
Carece, pues, de sentido el sostener que las asociaciones de vecinos pretenden convertirse en un ayuntamiento paralelo, ya que, ni por experiencia de lucha ni porIradici¨®n, han tenido nunca un contenido municipalista, lo que resulta a¨²n m¨¢s evidente en el caso de Madrid.
Lo anterior no implica, sino todo lo contrario, el que no sea imprescindible instrumentar cauces de participaci¨®n ciudadana en la vida municipal con el objetivo b¨¢sico de oponer una alternativa unitaria a los aspectos m¨¢s impopulares que se deriven de la aplicaci¨®n de esas pol¨ªticas al marco territorial.
4. Las asociaciones de vecinos no constituy¨¦rt un cauce fundamental de participaci¨®n; son s¨®lo una parte m¨ªnima del conjunto de entidades ciudadanas existentes.
La vida colectiva en nuestro pa¨ªs adolece de un raquitismo impresionante. La falta de democracia pol¨ªtica y el desarrollo urbano especulativo han tenido para las grandes ciudades la consecuencia de propiciar la desagregaci¨®n social y la marginaci¨®n, fen¨®menos que, con el deterioro econ¨®mico, se han traducido en un alarmante incremento,de la delincuencia -especia¨ªrnente la juvenil- y de las actitudes insolidarias.
No existe en nuestras ciudades, debido a las razones que mencionamos m¨¢s arriba, un tejido social que propicie el surgimiento -como en otras ciudades europeas- de f¨®rmulas asociativas espont¨¢neas entre la poblaci¨®n. Todas las entidades que han ido surgiendo lo han hecho en lucha permanente contra trabas burocr¨¢tico-pol¨ªticas de todo tipo, y est¨¢n sometidas en la actualidad al abandono.
El insuficiente desarrollo del movimiento ciudadano es, sin duda, fruto del raquitismo de nuestra vida colectiva. Su potenciaci¨®n pasa, entre otras cosas, por un cambio de talante de los poderes p¨²blicos respecto a ¨¦l, as¨ª como por el reconocimiento social de la participaci¨®n como un valor democr¨¢tico relevante.
En estas circunstancias, todos los intentos de montar un movimiento ciudadano dependiente de las instituciones -ya sean municipios o Gobierno- est¨¢ destinado al fracaso, no por lo indeseable de su car¨¢cter clientelar y seguidista, sino por la ausencia de una estructuraci¨®n pol¨ªtico-administrativa lo suficientemente descentralizada y racional que lo permita.
Las asociaciones de vecinos, con toda su pobreza y limitaciones, son hoy el instrumento fundamental de participaci¨®n ciudadana en el ¨¢mbito territorial. Precisan de apoyo institucional para desarrollarse, y es dudoso que lo consigan, a no ser que la izquierda supere posiciones estrechamente partidistas y per¨ªclitadas ideol¨®gicamente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.