Los profesores y la pol¨ªtica
Muchas veces he le¨ªdo las muy interesantes p¨¢ginas de Max Weber en sus dos discursos sobre el pol¨ªtico y el cient¨ªfico, y he valorado la tensi¨®n que late entre estas dos profesiones, ambas dign¨ªsimas, sobre todo en una sociedad democr¨¢tica, pero ambas al mismo tiempo de muy dif¨ªcil compatibilidad.El cient¨ªfico y el profesor que se incorporan a la pol¨ªtica tienen que adaptarse a un mundo distinto, con vocaci¨®n diferente, que exige mayor discreci¨®n y que muchas veces no permite decir todo lo que se piensa. El bien com¨²n, la raz¨®n de Estado o el servicio a los objetivos de partido, que son ciertamente fundamentales, pueden obstaculizar e incluso oponerse a la libertad plena, y al sentido cr¨ªtico, que son clave en la vocaci¨®n del profesor o del cient¨ªfico. La tensi¨®n moral que esos desajustes producen puede llegar a ser insoportable. Ciertamente que los cient¨ªficos de la naturaleza o de las ciencias f¨ªsicas, o matem¨¢ticas, especie de ni?os grandes, como les llamaba el soci¨®logo alem¨¢n, sufren menos la contradicci¨®n que aquellos que se dedican a las ciencias sociales y jur¨ªdicas; pero no cabe duda que, sobre todo estos ¨²ltimos, ven muchas veces su vocaci¨®n de b¨²squeda de la verdad posible, y su enfrentamiento cr¨ªtico y matizado al hombre, a la sociedad y al Estado, dificultados, porque la pol¨ªtica no permite siempre decir lo que se considera la verdad ni tampoco asumir la funci¨®n distanciada respecto de los fen¨®menos. El cient¨ªfico es un espectador comprometido y el pol¨ªtico es un actor transformador o conservador seg¨²n su ideolog¨ªa. Integrar la funci¨®n del actor y la del espectador no es, desde luego, tarea f¨¢cil ni puede ser tampoco permanente. S¨®lo se puede intentar desde ra¨ªces morales y con una cierta vocaci¨®n altruista o de servicio. Por eso se explica el compromiso del profesor o del cient¨ªfico en la lucha por la democracia y por los derechos fundamentales durante las dictaduras y para traer y fortalecer un r¨¦gimen de libertad. Por eso el profesor soporta mejor la persecuci¨®n que esa lucha exige que la acci¨®n permanente como pol¨ªtico en una sociedad democr¨¢tica, aunque no sea f¨¢cil encontrar la ocasi¨®n ni el momento para abandonar discretamente. Hay muchos lazos, muchas obras empezadas y tambi¨¦n muchos espejismos de creerse imprescindible, que hay que romper.
Miedo al compromiso
Otras veces he destacado, no comparti¨¦ndolo, el escepticismo arrogante de algunos intelectuales y su juicio negativo sobre la acci¨®n pol¨ªtica, que me ha parecido producto del miedo al compromiso, unido a un residuo religioso puritano, a no contaminarse con el mal y con el pecado que, para ellos, supone la pol¨ªtica. Mancharse las manos no supone mancharse el coraz¨®n, y el profesor, como todo ciudadano, debe entregar parte de su tiempo y de su vida al servicio de la comunidad a trav¨¦s de la pol¨ªtica.
Ser intelectual desencantado profeta de cat¨¢strofes que se contemplan desde la barrera no merece una valoraci¨®n positiva. Pero ese sacrificio, para el profesor y para el cient¨ªfico, no puede ser permanente y estable sin riesgo de perjudicar e incluso arruinar su vocaci¨®n ¨²ltima.
La acci¨®n pol¨ªtica exige una convicci¨®n firme, una tenacidad sin l¨ªmites, pasi¨®n y mesura, como dice Max Weber, mientras que el cient¨ªfico y el profesor es un sembrador de dudas, un interrogador, un enemigo de las intolerancias y de los dogmatismos. La acci¨®n pol¨ªtica exige entusiasmo y tiende a producir seguridad y, a veces, incluso segrega filosof¨ªas cerradas y terminadas, aseguradoras o tranquilizadoras, y la labor cient¨ªfica y acad¨¦mica, por el contrario, tiende a la desmagificaci¨®n y limita el entusiasmo, porque sabe que la seguridad no es una mercanc¨ªa que se encuentre en el mercado de la inteligencia.
La acci¨®n pol¨ªtica exige en mucho casos como condici¨®n para el ¨¦xito en una organizaci¨®n ?el empobrecimiento espiritual, la cosificaci¨®n, la proletarizaci¨®n espiritual en pro de la disciplina?. Weber a?adir¨¢, con l¨²cida dureza, en su an¨¢lisis que ?el s¨¦quito triunfante de un caudillo ideol¨®gico suele as¨ª transformarse con especial facilidad en un grupo completamente ordinario de prebendados?. El cient¨ªfico que no renuncia a sus planteamientos estando en la pol¨ªtica tiene que mostrar los hechos inc¨®modos, y esta actitud le puede elevar a ser desplazado y apartado. O se acepta lo que pol¨ªticamente interesa y se abandona la presentaci¨®n de esos hechos inc¨®modos o no hay esperanza en la carrera pol¨ªtica. Pero renunciar a los hechos inc¨®modos y a la visi¨®n cr¨ªtica es renunciar a la posibilidad intelectual.
Por eso mitificar la vocaci¨®n cient¨ªfica universitaria, muchas veces llena de peores defectos, lo cierto es que la permanencia en la compatibilidad de las dos vocaciones se hace dif¨ªcil, aunque se afronte desde la ¨¦tica de la responsabilidad. En alg¨²n momento, el profesor tiene que recuperar su libertad, haciendo el menos da?o posible y creando s¨®lo los vac¨ªos imprescindibles para encontrar su autenticidad.
La angustia de esa doble vida s¨®lo se puede mantener un tiempo, no todo el tiempo, sin renunciar para siempre a ser profesor y cient¨ªfico. Si esto se tiene claro, la elecci¨®n en alg¨²n momento es inevitable, aunque siempre se deban respetar los compromisos adquiridos.
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