Caballero volante
Abriendo el breve ciclo de las Navidades, ya est¨¢ aqu¨ª Superman II, de la mano de Richard Lester, moderno caballero andante convertido en caballero volante, dispuesto a luchar por el bien, a favor de los pobres mortales.Encarnaci¨®n del sacrificio heroico, hasta dejar a un lado sus poderes especiales por amor, defensor de los humildes como buen caballero, capaz de enfrentarse a los m¨¢s extraordinarios personajes, este asexuado atleta ama a su dama con una pasi¨®n tan relajada y suave que se dir¨ªa inspirada en aquel otro ?amor cort¨¦s? que tambi¨¦n se contentaba con mirar y suspirar.
El nacimiento del h¨¦roe lo entronca tambi¨¦n con ilustres familias estelares, con Amad¨ªs de Gaula, puesto a prueba en el Arco de los Leales Amadores. Sus aventuras tienen lugar, como en el caso de aquellos generosos caballeros llevados a la hoguera por el ama y el cura de don Quijote, en pa¨ªses diversos, unos fant¨¢sticos, otros reales, cargados de prodigios, de falsos r¨ªos y palacios de cristales.
Superman II
Director: Richard Lester. Argumento y gui¨®n: Mario Puzo, David Newman y Leslie Newman. M¨²sica: Ken Thorne. Int¨¦rpretes: Gene Hackman, Christopher Reeve, Ned Beatty, Jackie Zooper, Sarah Douglas, Margot Kidder. Anticipaci¨®n. EE UU. 1980.Locales de estreno: Capitol, Luchana 1 y Carlton.
Invencible, algo tonto y cordial, Superman se enfrenta tambi¨¦n a un tr¨ªo de personajes infames expulsados de un reino remoto y puestos en libertad por una explosi¨®n nuclear que los empuja como aves de presa sobre la superficie de la Tierra. Ello da lugar a las habituales secuencias, ya tantas veces repetidas, sobre la inutilidad de los humanos ante invasiones procedentes de otros planetas superiores. Aqu¨ª, la soluci¨®n, tras el duelo final, es Superman, que acabar¨¢ con tan siniestros tipos siderales utilizando, ?quien lo dir¨ªa!, no los m¨²sculos, sino la inteligencia.
Como en todos estos filmes, lo mejor es la utilizaci¨®n de maquetas y los efectos especiales. Lo m¨¢s curioso es ver a un p¨²blico supuestamente adulto, a quien nadie supondr¨ªa adicto a los tebeos, asistir tan atento a una serie de intrigas m¨¢s bien elemental, para menores de edad escolar, o¨ªrles suspirar, re¨ªr, aplaudir como en un salto atr¨¢s, en busca de no se sabe qu¨¦ tiempo infantil olvidado o perdido.
Es como volver a las aventuras de Amad¨ªs, uno de los mayores ¨¦xitos de la literatura de evasi¨®n antes de que siglos m¨¢s tarde el cine arrebatara a la novela la primac¨ªa de alzarse desde lo cotidiano. Amad¨ªs, sus lances y sus caballeros, llen¨® los a?os juveniles de media Espa?a, de muchos futuros santos y conquistadores. No se sabe qu¨¦ aventuras alentar¨¢ este nuevo h¨¦roe, pero la saga contin¨²a, convertida en esta ocasi¨®n en comedia de amor y humor por Mario Puzo y Lester.
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