El Tribunal Supremo de Berl¨ªn Occidental absuelve al presunto incendiario del Reichstag
La d¨¦cima sala del Tribunal Supremo de Berl¨ªn Occidental ha dictado sentencia absolutoria post mortem en favor de Marinus Van der Lubbe, presunto incendiario del Reichstag, ejecutado el 10 de enero de 1934 por los nazis. Cuarenta y siete a?os despu¨¦s de aquel incendio, que allan¨® a Adolfo Hitler el camino del poder absoluto, una comisi¨®n de historiadores ha logrado reunir suficientes documentos para probar que fueron los propios nacionalsocialistas quienes prendieron fuego al Parlamento alem¨¢n con el fin de desatar una amplia operaci¨®n contra sus verdaderos rivales pol¨ªticos, los comunistas.
En la sentencia absolutoria el juez berlin¨¦s estima que el presidente del tribunal de Leipzig que conden¨® a muerte a Van der Lubbe, Wilhelm Buenger, sentenci¨® al acusado a la pena capital atendiendo a presiones de Hitler y sin exigir previamente que se investigase la posible culpabilidad de los seguidores del entonces canciller, del Reich.El siniestro se produjo en la noche del 27 de febrero de 1933. Sin prueba alguna en las manos, Hermann Goering, presidente del Reichstag y ministro del Interior de Prusia, adem¨¢s de brazo derecho de Hitler, acus¨® aquella misma noche a todos los comunistas de haber incendiado el edificio del Parlamento, como primer paso de un levantamiento general contra la democracia. Ello no impidi¨® que las sospechas de muchos alemanes se orientasen hacia el propio Goering, que ya en 1932 hab¨ªa inspeccionado el t¨²nel que un¨ªa su residencia con los s¨®tanos del Reichstag. El que la vigilancia policial del edificio no se apercibiese del siniestro hasta que las llamas hubieron destruido ya todo el interior fue un motivo m¨¢s de sospecha. Un d¨ªa despu¨¦s, el presidente del Reich, el decr¨¦pito Hindenburg, y el canciller Hitler promulgaban una ?orden para la protecci¨®n del pueblo y del Estado por la que suspend¨ªan todas las libertades ciudadanas y, de hecho, se establec¨ªa el r¨¦gimen de terror nazi, que se formalizar¨ªa en las elecciones de marzo siguiente.
En septiembre de 1933, y ante la sala cuarta del Tribunal de Leipzig, compareci¨®, adem¨¢s de Van der Lubbe, un grupo de comunistas en el que la primera figura era Georgi Dimitrov. Este realiz¨® una defensa tan brillante del grupo de acusados, que solo se dict¨® la sentencia capital contra Van der Lubbe, decidida ya de antemano.
Dimitrov, que trece a?os despu¨¦s se convertir¨ªa en el primer ministro de Bulgar¨ªa y en l¨ªder de un gran atractivo personal, orient¨® su defensa en Leipzig hacia un objetivo concreto: convencer a los 82 periodistas invitados al proceso -de ellos, dos terceras partes extranjeros-, de que la clave del incendio del Reichstag deb¨ªa buscarse en la extrema derecha. Por ello invit¨®, antes de tomar la palabra, a que Goering explicase en qu¨¦ se basaba su insistencia sobre la autor¨ªa de los comunistas. Por lo dem¨¢s, deber¨ªa haber una explicaci¨®n l¨®gica de c¨®mo un hombre solo, provisto de una caja de cerillas y cuatro paquetes de carbones de la marca Oldin, pudo destruir en una hora el enorme edificio del Parlamento.
Si, como hab¨ªa dicho el presidente del tribunal al comienzo del proceso, se trataba de aplicar la ?justicia soberana alemana?, rechazando todo tipo de connivencia entre los poderes judicial y pol¨ªtico, la parte fiscal deb¨ªa presentar pruebas fehacientes. El presidente, Buenger, trat¨® de restar fuerza a la requisitoria de Dimitrov y exigi¨® a ¨¦ste que se manifestase sobre si pensaba o no que el tribunal estaba influido de antemano por el Gobierno. Dimitrov se limit¨® a responder que sospechaba que las investigaciones practicadas por la polic¨ªa ?pod¨ªan haber sido influenciadas por una posici¨®n pol¨ªtica determinada?. Goering, fuera de s¨ª, le insult¨®: ?Para m¨ª, usted es un bandido, carne de horca?.
La Prensa internacional celebr¨® la victoria moral del l¨ªder comunista sobre su acusador Goering. Para ¨¦ste, la victoria hab¨ªa sido suya y por ello se conform¨® con que Marinus Van der Lubbe, obrero en paro, enfermo de la vista, a¨²n convaleciente de un accidente de trabajo, fuese ahorcado a los veinticuatro a?os de edad. Los dem¨¢s acusados recuperaron su libertad, aunque la represi¨®n policial puesta en marcha con la orden presidencial de? 28 de febrero se ejerciese contra ellos en las mismas puertas del Tribunal.
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