El r¨¦gimen se ha afianzado en el poder diezmando a la oposici¨®n
A falta de poder salir de Damasco -a causa de las trabas burocr¨¢ticas impuestas por el Ministerio de Informaci¨®n- para poder comprobar por s¨ª mismo la situaci¨®n en las ciudades del norte Homs, Hama y Alepo, principales focos de la insurrecci¨®n antigubernamental, el periodista tiene que fiarse de los relatos de los diplom¨¢ticos, que aseguran que los carros de combate de la tercera divisi¨®n blindada que rodeaban Alepo, la segunda ciudad del pa¨ªs, han sido retirados en noviembre. Siria vuelve a la normalidad tras diecis¨¦is meses de guerra civil larvada.Al anochecer -y en Damasco, en inviemo, anochece antes de las cinco-, la ciudad se llena de hombres armados, miembros de las Saraya al-Difaa, brigadas de defensa dirigidas por Rifaat, hermano del presidente Hafez el Assad, militares y mojabarat de las milicias populares.
En total, 60.000 hombres vigilan el sue?o del mill¨®n y medio de habitantes, pero desde hace un par demeses ?ya no se oyen disparos ?, se?alan los diplom¨¢ticos. Est¨¢ claro, en el d¨¦cimo aniversario de la toma del poder por Hafez el Assad, la normalidad ha vuelto.
Normalidad, s¨ª, ?pero a qu¨¦ precio? El presupuesto del Ej¨¦rcito y de la seguridad -parcialmente dedicado a fines internos- alcanz¨®, en 1980, la cifra r¨¦cord del 54% del gasto p¨²blico unos 3 10.000 millones de pesetas, de los cuales 80.000 millones proceden de la ayuda de los pa¨ªses del golfo P¨¦rsico. ?El Ej¨¦rcito sirio no es un Estado dentro del Estado; es simplemente el Estado; prueba de ello es el elevado n¨²mero de oficiales de alto rango que desempe?an cargos p¨²blicos?, comenta un europeo residente en Alepo.
Pero, a juzgar por los testimonios recogidos en Damasco y Beirut, no s¨®lo se paga un precio econ¨®mico por la normalizaci¨®n, sino tambi¨¦n un precio en vidas humanas. Una alta fuente de la oposici¨®n laica, que prefiri¨® permanecer en el anonimato, evalu¨® en m¨¢s de 10.000 el n¨²mero de presos pol¨ªticos -la mayor¨ªa de ellos no han sido juzgados- y en unas 1.500 las ejecuciones perpetradas por motivos pol¨ªticos desde que, el 26 de junio del a?o pasado, el presidente Assad sali¨® ileso de un atentado con bomba, obra, probablemente, de los Hermanos Musulmanes.
Veinticuatro horas despu¨¦s de producirse el atentadci, el r¨¦gimen baasista desencaden¨® una violenta, represi¨®n, que empez¨® por la c¨¢rcel de Palmira, donde cerca de quinientos presos pol¨ªticos, seg¨²n revel¨® el semanario brit¨¢nico The Observer y confirmaron a este enviado especial fuentes opositoras, fueron liberados y, una vez en el exterior de la c¨¢rcel, ametrallados desde tierra y helic¨®pteros por las brigadas de defensa bajo la direcci¨®n de Rifaat el Assad.
Diez d¨ªas m¨¢s tarde, el Pairlamento sirio aprob¨® una ley que sanciona con la pena de muerte a todos los miembros de la Confraternidad de los Hermanos Musulmanes, excepto a aquellos que se entregasen en el plazo de un mes.
Oficialmente, trescientos militantes integristas se rindieron a las autoridades y algunos de ellos se arrepintieron p¨²blicamente por televisi¨®n, involucrando a Jordania en sus actividades terroristas.
Un mes despu¨¦s, la ola represiva desbord¨® incluso las fronteras sirias. Salah Bitar, cofundador del Baas y ex primer ministro sirio, fue asesinado en Par¨ªs, en el momento en que iniciaba contactos para crear un frente que reagrupase a las fuerzas laicas de la oposici¨®n, seg¨²n aseguraron seis prestigiosas personalidades siri¨¢s exiliadas.
Los corresponsales extranjeros acreditados en Beirut eran, al mismo tiempo, amenazados por grupos armados prosirios, llegando a tener que abandonar L¨ªbano dos periodistas brit¨¢nicos, por haber infringido la regla t¨¢cita de no informar s¨®bre la situaci¨®n interna de Siria. La Prensa extranjera est¨¢ sometida en Damasco a la censura previa.
En medio del frenes¨ª represivo y cuando se suced¨ªan las disoluciones de colegios de abogados, m¨¦dicos e ingenieros, los registros domiciliarios y las detenciones arbitrarias, las autoridades llegaron a hacer circular en Alepo, ciudad de 900.000 habitantes, veh¨ªculos a los que hab¨ªan sido atados los cad¨¢veres esnu os ea gunos opositores, afirm¨® la fuente disidente laica.
A principios de julio, Rifaat el Assad se hab¨ªa declarado dispuesto a ?desencadenar cien guerras y sacrificar un mill¨®n de m¨¢rtires? para acabar con la sedici¨®n, y su hermano Hafez dijo, poco antes, a sus partidarios: ?Si necesit¨¢is armas, las tenemos, y est¨¢n a vuestra disposici¨®n?.
El turno de los laicos
A partir del oto?o, una vez quebrados los Hermanos Musulrnanes, unico grupo que practicaba la lucha armada y aut¨¦ntico catalizador de la resistencia anti baasista, le toc¨® el turno a la oposici¨®n laica. Disidentes del Baas, afiliados del Partido Comunista Sirio del Ex tranjero (PCS-E) y militantes de la Uni¨®n Socialista ?rabe (nasserista), implantados en algunos c¨ªrculos intelectuales y en deterininadas f¨¢bricas, fueron, a su vez, v¨ªctimas de la represi¨®n.
Fuentel de la oposici¨®n laica afirrnaron en Damasco que, en noviembre, unos cuatrocientos militantes del PCSE fueron encarcelados, incluido su jefe, Riad el-Turk, que permanece a¨²n en cautividad.
La heterogeneidad de la oposici¨®n, integrada por extremistas religiosos, comerciantes e intelectuales laicos, sus divisiones intemas y su falta de programa coherente, m¨¢s all¨¢ del derrocamiento del presidente, contribuyen a restarle eficacia. Si su incesante activismo preocupa al Gobierno, no parece, sin embargo, amenazarle directamente mientras la secta musulrnana alau¨ª, a la que pertenece el presidente, permanezcaunida; los funcionarios mimados por el r¨¦gimen sigan siendo sus aliados y, sobre todo, el Ej¨¦rcito no d¨¦ pruebas de deslealtad.
En julio, sin embargo, circularon en Damasco insistentes rumores sobre la detenc¨ª¨®n de seis oficiales de alto rango implicados en un intento de golpe de Estado, y, en la primera semana de noviembre, diecis¨¦is militares y cinco civiles fueron fusilados, en Lataquia, por motivos desconocidos, seg¨²n aseguraron fuentes de la oposici¨®n laica, que desean ver en este acontecimiento un indicio precursor de la sublevaci¨®n del Ej¨¦rcito.
Mientras, el asesinato, el 16 de diciembre en Damasco, del jeque alau¨ª Mohamed Adnan al-Lazkani y del catedr¨¢tico progubernamental Yussef Sayegh, y, diez d¨ªas m¨¢s tarde, de Darwiche al-Zuni, mieinbro del mando central del Frente Nacional Progresista, la m¨¢s alta instancia pol¨ªtica siria, y la muerte ?en combate? de diez militantes integristas, revela que, a pesar de los golpes que les han sido asestados, los Hermanos Musulmanes conservan a¨²n alg¨²n tipo de iniciativa.
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