Saliendo al paso de la nota del Colegio de Farmac¨¦uticos
publicada en el diario de su digna direcci¨®n, me gustar¨ªa hacer algunas puntualizaciones, a t¨ªtulo absolutamente particular.1. En un tema estricto de ventas, como es el que hoy d¨ªa desarrolla la farmacia, pretender una profesionalidad desvinculada del hecho mismo de la venta es un grave menosprecio para los que realizan propiamente cualquier profesi¨®n. Los establecimientos de farmacia (que es de lo que se trata, porque el t¨ªtulo de Farmac¨¦utico tiene otras aplicaciones) venden, y su lucro es el margen de esas ventas. Son, pues, simples intermediarios entre el laboratorio y el cliente.
2. La profesionalidad de cualquier universitario se mide por su aportaci¨®n personal a los trabajos que le son encomendados, y que no podr¨ªa ejecutar sin los conocimientos espec¨ªficos que el t¨ªtulo otorga. Que me expliquen a m¨ª d¨®nde est¨¢ la profesionalidad de jovencita mal pagada que toma de la estanter¨ªa una leche infantil, me la da y me cobra. Desaf¨ªo a quienquiera a que extraiga diferencias con una dependienta de supermercado.
3. Que alguien dedicado profesionalmente a las ventas diga p¨²blicamente que no tiene obligaci¨®n de vender constituye una aberracion inaudita, s¨®lo tolerada porque sabe perfectamente que, diga que diga, quien a las tres de la madrugada sienta que se le rompen las muelas acudir¨¢ al vendedor-profesional-chica de supermercado que le den un analg¨¦sico. Porque tienen obligaci¨®n de abrir por las noches. ?Faltar¨ªa m¨¢s!
4. El tema no es de profesionalidad, que es palabra digna, sino de lucro, que ya puede serlo menos. La reflexi¨®n parece simple: ?Si te digo que estar de guardia de vez en vez, y adem¨¢s de los m¨¢rgenes me llevo tres o cuatro mil duros por profesi¨®n, pues mejor?.
5. Este tipo de altruistas vendedores titulados deber¨ªa ser requeridos por cada comprador para recibir de sus propias manos el po
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Viene de p¨¢gina 9tito, pues algo de la profesionalidad podr¨ªa impregnarse en el alimento y enriquecer su contenido. Lo malo es que pocos est¨¢n para eso, y la inocente dependienta es la que nos vende. Curiosamente, hay muchos titulares que s¨®lo ejercen la profesi¨®n... en la caja.
6. Si se salen con la suya, una sugerencia, como hobby para la aburrida noche madrile?a. V¨¢yase a la farmacia de guardia. P¨ªdase la aspirina, que cuesta cincuenta pesetas. Y cuando nos la den y pretendan cobramos 250, d¨¦jese displicente y d¨ªgase: ?Huy, qu¨¦ caro! Si esto lo hacen todos los potenciales consumidores de medicamentos (que somos todos), tendr¨¢n que cambiar la profesi¨®n por otra igualmente digna: la de empaquetadores nocturnos de penel¨®picos paquetes./
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