Caball¨¦, Cossoto y Carreras, en la temporada de ¨®pera del Liceo
Se desarrolla en el Liceo la ¨²ltima temporada de la empresa Pamias despu¨¦s de la muerte de quien rigi¨® los destinos del teatro de las Ramblas durante d¨¦cadas. Lo hizo con entusiasmo, conocimiento, entrega y generosidad hasta mantener lo que quiz¨¢ sea caso ¨²nico: un coliseo oper¨ªstico que funciona en r¨¦gimen privado, en el que parte de sus localidades constituyen propiedad heredada o adquirida y al que se ha apoyado desde las instituciones oficiales con escasez extremada.Los m¨¦ritos y servicios de Juan Antonio Pamias han sido recordados en un sencillo homenaje durante el cual se coloc¨® en el pasillo de platea una l¨¢pida conmemorativa que viene a unirse a otras desde las cuales puede trazarse, a grandes rasgos, la historia del Gran Teatro del Liceo, bien entra?ada en la misma biograf¨ªa de la Ciudad Condal.
Una Boheme garantizada por los nombres de Montserrat Caball¨¦ y Jos¨¦ Carreras supone m¨¢ximo atractivo. Sobre todo si, junto a ellos, existe un reparto de prestigio en el que figuran Enrique Serra, Christine Weidinger, Vicente Sardinero e Ivo Vinco.
La Mim¨ª de la Caball¨¦ se desenvuelve dentro de una l¨ªnea de intensa expresividad po¨¦tico-l¨ªrica. Recoge su voz, cuida los matices, frasea con encantadora morosidad, controla con total dominio y llega a lo que parece imposible: esconder su fabulosa identidad tras la del personaje que encarna. A su lado, Jos¨¦ Carreras luce su bell¨ªsima voz, cuida al m¨¢ximo su estilo, dice con claridad y anima su papel con un impulso ardoroso de gran arrastre.
La Weidinger compuso muy bien el tipo de Musetta, aunque su legato fallase a veces. Vinco, Sardinero y Serra sirvieron el resto de los bohemios con nobleza de medios, t¨¦cnica y expresi¨®n. A todo ello ha de a?adirse una muy buena labor del maestro Eugenio M. Marco, que consigui¨® de la orquesta una exposici¨®n tensa y sosegada, seg¨²n el modelo que impusiera Karajan. Escenarios (Anguera), regie (Monjo), coro (Bottino), contribuyeron a mantener un ambiente adecuado y un nivel sobre el que, sin duda, se destac¨® la actuaci¨®n de los divos catalanes.
Fiorenza Cossoto -que, por cierto, estudi¨® en Mil¨¢n con la misma profesora que Kraus, M. Llopart- est¨¢ incorporada, por derecho propio, a la lista de grandes C¨¢rmenes. Lo que ha demostrado, una vez m¨¢s, al construir su personaje con pasi¨®n incluso excesiva para el gusto espa?ol, pero adecuada al tipo perge?ado por Merim¨¦e y Bizet. Pleno de valores teatrales y excelentemente cantada, esta Carmen resalt¨® hasta la evidencia c¨®mo es el ¨²nico tipo de toda la ¨®pera, el solo personaje con verdadero car¨¢cter.
La respuesta fue dada con brillantez y gallard¨ªa por el tenor franc¨¦s Guy Chauvet, de medios muy considerables y fuerte expresividad. Inmediatamente citar¨ªa la excelente consecuci¨®n del siempre comprometido quinteto del segundo acto, Quand il sagit de tromperie, en el que con Carmen intervienen Frasquita (Raquel Pierotti, un nombre para el futuro), Mercedes (Cecilia Fontdevilla), Dancairo (Vicente Esteve) y El Remendado (Alfredo Heilbron). Sin que esto quite nada a los evidentes m¨¦ritos, de Gian Koral (Escamillo),
Correcta la orquesta, as¨ª como la direcci¨®n musical de Daniel L¨ªpton, y desigual el coro, que por vez primera cantaba franc¨¦s en la 185 representaci¨®n de Carmen en el Liceo. Caprichosa, con aciertos y desaciertos, pero tratando de hacer algo que no fuera repetir lo tradicional, la regie de Gianpaolo Zennaro. Acierto dram¨¢tico, sin duda, la eliminaci¨®n de todo el aparato del acto cuarto para dejarnos frente al drama: la muerte de Carmen a manos de don Jos¨¦.
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