Ante la muerte de Joseba Arregui
?Ingenua buena fe o c¨ªnica hipocres¨ªa? Esa es la duda que nos plantear¨ªamos, si la experiencia no nos preservase de la candidez a la que naturalmente tendemos, ante tanta expresi¨®n de sorpresa, tanto gesto de estupor en torno a la tortura y posterior muerte de Jos¨¦ Arregui, militante, seguramente, de ETA Militar.Como si el hecho de la tortura fuese nuevo; como si no hubiese ?sido nunca denunciado; como si, al margen de la credibilidad de los denunciantes, no se hubiese puesto de manifiesto que objetivamente el sistema legal que contempla el terrorismo propicia lo que Carlos Santamar¨ªa define acertadamente como un ?vac¨ªo de jurisdicidad?, la c¨®moda pervivencia de esa despreciable Instituci¨®n -digo Instituci¨®n, con may¨²scula- de la tortura.
En las actuales circunstancias, lo verdaderamente extra?o ser¨ªa que no se torturase, y ahora, ante este hecho, que s¨®lo se diferencia de otros cientos que hemos denunciado, -corriendo el riesgo de sentarnos en el banquillo de los acusados, por cierto- en que esta vez alguien ha cometido un error de c¨¢lculo sobre los l¨ªmites de la resistencia humana al sufrimiento, me sorprende que personas relacionadas incluso con el aparato policial se extra?en no ya por el error y por la monstruosidad de sus consecuencias, sino por la pura posibilidad de que en este pa¨ªs se practique la tortura. Como si la Comisi¨®n de Derechos Humanos del Congreso no estuviera atestada de denuncias; como si Amnist¨ªa Internacional no hubiera hablado a tiempo advirtiendo del peligro.
Mucho me temo que esta pose ingenua no sea m¨¢s que una preparaci¨®n al ang¨¦lico rol al que habr¨¢n de acomodarse para tratar el caso Arregui como hecho aislado, susceptible de ser solucionado por un par de dimisiones,, incluso con alg¨²n procesamiento, qui¨¦n sabe., pero sin recurrir a la necesaria y profunda transformaci¨®n de la ley, de los aparatos de seguridad responsable, de lo que de ninguna forma puede aceptarse como hecho accidental y aislado.
Cuando Arregui luchaba con la muerte, cuando trataba desesperadamente de meter el aire de Carabanchel en sus pulmones encharcados, Euskadiko Ezkerra defend¨ªa en el Parlamento vasco la inconstitucionalidad de la ley de suspensi¨®n de derechos fundamentales ante un PSOE que defend¨ªa lo contrario, bas¨¢ndose en la utilidad -seg¨²n palabras de su representante Garc¨ªa Damborenea- de la retenci¨®n de los detenidos en comisar¨ªa durante el tiempo necesario para la obtenci¨®n de informaci¨®n provechosa para la prevenci¨®n de actos de terrorismo (?c¨®mo me recordaba Garc¨ªa Damborenea los argumentos de Oscar Alzaga y del propio Ros¨®n!). Y, como dec¨ªa el responsable de Euskadiko Ezkerra, que se explique por qu¨¦ tendr¨ªa que hablar el octavo o noveno d¨ªa un detenido que no ha querido hacerlo el primer d¨ªa, y si no es m¨¢s l¨®gico pensar que ese tiempo es ¨²til solamente para disimular los golpes a base de ?tamtum? u otros antiinflamatorios ricos en bencidamina.
A m¨ª, y supongo que a otros muchos, nos da la impresi¨®n de que las indignaciones de ¨²ltima hora nacen del hecho de que los torturadores se han pasado; torturar, s¨ª; pero sin pasarse, dentro de un orden y, sobre todo, con discreci¨®n, ser¨ªa la expresi¨®n. Incluso las pasadas son comprensibles si no son extremas, porque, como dec¨ªa el parlamentario socialista antes aludido, existiendo la misma honorabilidad a guardias y a ladrones: ??qui¨¦n ha conculcado el derecho de Ryan y los muertos anteriores a tener abogado, a declarar en un juicio, a no ser torturados? ?.
En este pa¨ªs se llevan las dial¨¦cticas de tus muertos contra los m¨ªos. Las muertes son las ¨²nicas razones y nadie se plantea nada si no hay cad¨¢ver por medio. Iberduero necesita ver muerto a Ryan para someterse a la autoridad de las instituciones vascas; el PNV tambi¨¦n, para plantearse seria mente el refer¨¦ndum sobre Lem¨®niz, y el PSOE ver a Arregui en el anat¨®mico forense para caer en la cuenta de que la tortura no es una entelequia.
Alguien dijo, no s¨¦ qui¨¦n, que unos mueren y otros trafican con el cad¨¢ver. Cada muerto es el muerto de alguien y ese alguien har¨¢ el mejor uso posible de sus restos. Ryan no era mi muerto, desde mi posici¨®n antinuclear -yo deseo sinceramente la paralizaci¨®n de las obras de Lem¨®niz y su demolici¨®n y por eso me critican haberme indignado por su muerte-, y ahora la toma de posiciones ante aquel suceso, la cr¨ªtica honesta a ETA Militar por aquella acci¨®n y a quienes protagonizaron los hechos desgraciados que acontecieron luego, me impide, seg¨²n ellos, hacer m¨ªo el cad¨¢ver de Arregui. Tampoco es mi intenci¨®n rentabilizar para beneficio de mis ideas ninguna vida humana. Pero tampoco cargar¨¦ sobre mis espaldas el peso de esa muerte. Tendr¨¢n que hacerlo quienes aprobaron una ley que facilita la tortura, quienes pudiendo no se opusieron desde sus esca?os vac¨ªos a su aprobaci¨®n, quienes desde su ceguera pol¨ªtica no saben inventar para Euskadi m¨¢s camino que el que exige necesariamente pisar charcos de sangre.
Dentro de una racional incertidumbre, mi camino est¨¢ claro. Seguir¨¦ clamando -como lo vengo haciendo desde hace muchos, much¨ªsimos a?os- contra el m¨¢s grave atentado a la dignidad humana: la tortura desde el Estado practicada por funcionarios a quienes todos pagamos el sueldo. Seguir¨¦ exigiendo la derogaci¨®n -aunque me quede solo- de la legislaci¨®n que posibilita estos h¨¢bitos espantosos. Seguir¨¦ gritando, hasta quedar ronco, ??que se vayan! ?, sin necesidad de pedir a nadie que los maten. Seguir¨¦ pidiendo la liberaci¨®n de todos los presos pol¨ªticos vascos y la vuelta de los exiliados, convencido de que por ah¨ª tambi¨¦n pasa la pacificaci¨®n en Euskadi. Seguir¨¦ propiciando el di¨¢logo y la negociaci¨®n y el pacto, si es posible. Seguir¨¦ propiportando con dolor, y si es posible con dignidad, las cr¨ªticas acerbas, y, en ocasiones, injustas, de quienes, deseando en el fondo lo mismo que yo deseo, muestran a veces su censura a pedrada limpia. Seguir¨¦ creyendo que se puede no estar conforme con muertes como la de Ryan e indignarse hasta la exasperaci¨®n por muertes como la de Arregui. Seguir¨¦ luchando con mis hermanos trabajadores vascos y con todos los hombres capaces de comprender nuestra angustia, por una Euskadi socialista, libre y en paz.
Esta es mi responsabilidad. Que asuman la suya quienes hacen que los vascos, para ser o¨ªdos, no tengamos otra alternativa que matar o que nos maten.
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