S¨®lo 50 camas de "hospital de d¨ªa" para 320.000 ancianos madrile?os
Despu¨¦s de una cuidadosa b¨²squeda de citas hist¨®ricas y filos¨®ficas para ilustrar su conferencia en el XI Congreso Espa?ol de Geriatr¨ªa y Gerontolog¨ªa, el prestigioso doctor Figallo Espinal, profesor de la facultad de Medicina de Caracas, escogi¨® una frase de Marcel Achard, que parec¨ªa definir cabalmente la vejez y que, sin duda, nadie se atrever¨ªa a rebatir: ?Un viejo es alguien que tiene diez a?os m¨¢s que uno?. La frase de Achard tendr¨ªa una ventaja adicional: admit¨ªa el subjetivismo de cualquier definici¨®n anterior o posterior; cuestionaba, con mucha diplomacia, todos los intentos de hacer de la senectud una verdad matem¨¢tica y, sobre todo, una verdad absoluta.Los geriatras hab¨ªan aceptado, poco a poco, el concepto franc¨¦s tercera edad y, por imperativos del m¨¦todo de trabajo, hab¨ªan decidido considerar anciano a todo aquel hombre que hubiese cumplido los 65 a?os. Luego hab¨ªan acudido a las estad¨ªsticas. El hallazgo de correlaciones, modas y leyes vali¨® unas primeras conclusiones fant¨¢sticas: la sociedad occidental estaba envejeciendo deprisa; el grado de envejecimiento era directamente proporcional a los grados de desarrollo del grupo que se estudiase; los progresos de la medicina y el control de natalidad parec¨ªan ser dos de las causas. Las cifras resultaban inapelables: de cada cien suecos, quince ten¨ªan m¨¢s de 65 a?os; de cada cien brasile?os, bolivianos o mexicanos, s¨®lo cinco estaban por encima de esa edad.
El envejecimiento de Occidente no era una realidad tan pesimista, puesto que significaba la deseada prolongaci¨®n de la vida, pero tampoco era muy alentadora: seg¨²n Rollins, la poblaci¨®n mundial de viejos aumenta en 2.000 hombres por d¨ªa; seg¨²n Rudler, el n¨²mero de ancianos se ha cuadruplicado en el transcurso del siglo y, en cambio, la poblaci¨®n total s¨®lo se ha duplicado. Hab¨ªa que hacerse, pues, algunas preguntas: ?estaba el mundo d¨¢ndose cuenta del r¨¢pido aumento de sus arrugas? ?C¨®mo se las arreglar¨ªa dentro de cincuenta a?os para pasar el invierno?
Los asistentes al XI Congreso de Geriatr¨ªa y Gerontolog¨ªa echaron cuentas en seguida: la poblaci¨®n espa?ola, una sociedad en desarrollo, hab¨ªa alcanzado el 11%, y alcanzar¨ªa el 15% a finales de siglo. Varios de los. conferenciantes, m¨¦dicos geriatras del hospital de la Cruz Roja, de la calle de Reina Victoria, se acordaron de Madrid: de 320.000 a 400.000 ancianos forzados a vivir en una ciudad pensada para competidores y saltimbanquis. En el pr¨®ximo barrio de Tetu¨¢n-Cuatro Caminos, veintitr¨¦s de cada cien viejos no conviv¨ªan con familiares j¨®venes. En otras palabras: m¨¢s de 4.000 viejos viv¨ªan y viven solos.
Ciudad-asilo
Hace tres a?os, poco antes, varias instituciones y un numeroso grupo de voluntarios fundaron la sociedad Sector Asistencial Gerontol¨®gico Coordinado (Sageco) para resolver los problemas de los ancianos del barrio de Tetu¨¢n. El mi¨¦rcoles pasado, Sageco present¨® un libro blanco sobre el barrio.Los estudios m¨¦dicos y sociol¨®gicos de la nueva organizaci¨®n han sido muy positivos. Confirman que los viejos madrile?os tienen dos carencias fundamentales: dinero y compa?¨ªa. En el barrio de Tetu¨¢n-Cuatro Caminos hay una considerable proporci¨®n de analfabetos y de viviendas inhabitables; la humedad, la falta de equipo sanitario y otros graves problemas tendr¨ªan que ser resueltos con pensiones de vejez muchas veces inferiores a 5.000 pesetas mensuales y casi nunca superiores a las 13.000, y a pesar del fatalismo cr¨®nico de la mayor¨ªa de los viejos. De una especial sensibilidad a lo fat¨ªdico, consecuencia, dicen los estudiosos, de la guerra civil, que al parecer todav¨ªa no ha cicatrizado. Tambi¨¦n han conseguido saber que todos aspiran a vivir en familia ?hasta el final?; que aceptan la vida en residencia, pero como un mal menor; que, a pesar de todo, los restos de vitalidad de los viejos madrile?os suelen acabar en proyectos familiares: en el hogar de ancianos de la calle de Carolinas, con capacidad para unas ochocientas plazas, los asistentes sociales observan el comienzo de nuevas amistades o incluso de noviazgos, si bien todos los sentimientos se reducen a elementales formas de amor, casi siempre a la pasi¨®n por la compa?¨ªa.
Asistencia integral: un ¨¦xito en el barrio
Hace cinco a?os, la carcasa del barrio de Tetu¨¢n-Cuatro Caminos ten¨ªa todas las trazas de convertirse en un gueto para los viejos pobladores. Sin embargo, Sageco ha conseguido hacer de ¨¦l un modesto para¨ªso de la tercera edad, despu¨¦s de una acci¨®n combinada de m¨¦dicos y soci¨®logos. La predisposici¨®n de los viejos a las enfermedades, los indicios de desnutrici¨®n, la abundancia de padecimientos cr¨®nicos y otras calamidades naturales han sido combatidos con un razonable plan en cadena: entre la curaci¨®n de la dolencia aguda y la reinserci¨®n social del anciano que ha superado el tratamiento hay una larga serie de eslabones intermedios, con mayor o menor presencia de la medicina y la sociolog¨ªa, seg¨²n los casos.El hospital de la Cruz Roja dedica cuarenta camas a los enfermos agudos y a los de media estancia. La fase de rehabilitaci¨®n se completa con un hospital de d¨ªa: dos peque?os furgones recogen a domicilio a los pacientes a primera hora de la ma?ana, y los devuelven a sus casas despu¨¦s de la merienda. Todas las actividades que se les prescriben en el hospital, simult¨¢neamente a la medicaci¨®n, tienen un objetivo prioritario: lograr que, una vez dados de alta, sepan hacer un perfecto uso de sus facultades y, consecuentemente, puedan actuar con la independencia que su propia situaci¨®n familiar les impone. Los casos en que es aconsejable que los enfermos permanezcan en sus viviendas son resueltos por equipos que hacen visitas domiciliarias, en cordinaci¨®n con los m¨¦dicos de cabecera. En condiciones de normalidad, los viejos pueden recibir ciertas ayudas decisivas de los asistentes: lavado de ropa, orientaci¨®n jur¨ªdica o moral o simplemente social y mejora de las condiciones de la vivienda con peque?as obras que puedan hacerla m¨¢s confortable. ?Se trata de no perder nunca el contacto con ellos: limitarse a corregir una enfermedad puede no valer de nada cuando se devuel1ve al paciente a las condiciones ambientales que la provocaron?, dicen los m¨¦dicos.
La clave del peque?o para¨ªso es, finalmente, muy simple: ?Hay que sectorizar la medicina; lograr que en un determinado sector los servicios est¨¦n coordinados, de manera que la sociedad pueda brindar todos los apoyos posibles al enfermo sin obligarle a salir de su barrio o zona. La falta de relaci¨®n entre los centros m¨¦dicos y sociales puede obligar a un anciano que reside en Vallecas a ir a tratarse m¨¦dica mente a muchos kil¨®metros de distancia. Y eso es inadmisible, dadas las caracter¨ªsticas de la ciudad y la situaci¨®n espec¨ªfica de un anciano pensionista?. El caso es que en Madrid har¨ªan falta unas mil plazas de hospital de d¨ªa, y no hay m¨¢s de cincuenta.
Fuera del cerco del barrio del Tetu¨¢n-Cuatro Caminos, m¨¢s de 300.000 ancianos, el viejo Madrid que hizo la guerra civil, el fox lento y los felices veinte sobrevive corno puede. En v¨ªsperas de vacaciones y puentes, las familias menos escrupulosas se los llevan a las grandes ciudades sanitarias con el pretexto de alg¨²n padecimiento senil, y casi nunca les reclaman a la vuelta. Hacen bien, porque, en muchos casos, el s¨ªndrome de hospital los ha convertido en verdaderos enfermos, en seres acostumbrados a la posici¨®n horizontal y al blanco absoluto.
Por eso algunos especialistas cuentan el chiste. En el a?o 2000, todos viejos, y piden un minuto de reflexi¨®n. En su despacho del hospital de la Cruz Roja, el doctor Guill¨¦n Llera anota una frase de Reubner: ?La mejor manera de alargar la vida es no acortarla?.
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