El general Cano Hevia advirti¨® contra los "cantos de sirena" que cuestionan la Constitucion"
Fr¨ªo para el Rey en el acto acad¨¦mico. Claridad de conceptos en la ¨²ltima lecci¨®n del general director sobre la Patria y los deberes del oficial de Estado Mayor. Premios ofrecidos a los alumnos m¨¢s destacados por los representantes de los ej¨¦rcitos de Chile, Argentina, Sur¨¢frica y Estados Unidos. Vino de honor para los nuevos diplomados de la promoci¨®n 1977 y sus familias, antiguos alumnos y actuales discentes. Cerca de quinientas personas en total, junto a las cuales no fueron admitidos, ?por razones de espacio?, los contados periodistas que cubr¨ªan la informaci¨®n.
El picadero de la Escuela de Estado Mayor, en la calle de Santa Cruz de Marcenado, hab¨ªa sido dispuesto como paraninfo acad¨¦mico y desde una hora antes se encontraba esperando la, llegada de Su Majestad el Rey.Desde el ¨²ltimo rinc¨®n de la tribuna, donde hab¨ªa sido fijada la posici¨®n de los informadores, pod¨ªa contemplarse a los diplomados antiguos alumnos de la Escuela, vestidos de media gala y enguantados, recordando tiempos anteriores. Capitanes, comandantes, tenientes; coroneles, coroneles, con sus ganadas fajas azules ci?endo sus cinturas por encima de las guerreras, con los distintivos y emblemas de los diversos cuerpos y armas combatientes. Algunos uniformes de la Polic¨ªa Nacional. En lugares preferentes, diversas autoridades militares y altos mandos del cuartel general del Ej¨¦rcito con sus fajines rojos, antiguos profesores y directores del centro, el general Manuel D¨ªez Alegr¨ªa.
Pasadas las 11.15 horas, los altavoces interrumpen sus marchas militares. Un toque de atenci¨®n. Entra el Rey. Un silencio estricto le acoge. Don Juan Carlos viste uniforme de capit¨¢n general del Ej¨¦rcito. Saluda al paso a uno y otro lado del pasillo central con leves inclinaciones de cabeza. En su mano izquierda, la gorra descansando sobre el antebrazo, horizontal, en perfecto gesto castrense. Le sigue el presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo; el ministro de Defensa, Alberto Oliart, y el presidente y los miembros de la Junta de Jefes de Estado Mayor. De su Casa vienen el jefe, marqu¨¦s de Mond¨¦jar, y el ayudante de servicio. Antes, en la puerta del establecimiento, el comandante supremo de las Fuerzas Armadas hab¨ªa recibido los honores de ordenanza y revistado las tropas que se los rindieron
Breves palabras de presentaci¨®n y gratitud por la presencia del Rey que pronuncia el general Jos¨¦ Carlos Morillo Garcer¨¢n, director de la Escuela Superior del Ej¨¦rcito, donde se integra la de Estado Mayor. El general Juan Cano Hevia, jefe de esta ¨²ltima y prestigioso tratadista militar, imparte la ¨²ltima lecci¨®n del curso.
Sus primeras frases son para ofrecer a don Juan Carlos su lealtad personal y la de la Escuela. Recuerda luego las recomendaciones que el Rey formul¨® el a?o anterior a la promoci¨®n 1976. Su disertaci¨®n sobre la Patria y el deber de los oficiales de Estado Mayor empieza aludiendo a la confusi¨®n que muchos valores sufren en tiempos de crisis como los presentes. Estima que la Patria es a veces un valor cuestionado, pero siempre tambi¨¦n movilizador. Todos los buenos gobernantes fueron patriotas, afirma. Se remonta a la historia griega y recuerda la gesta de Le¨®nidas, rey de Esparta, que se sacrific¨® con sus trecientos hoplitas en la defensa del paso de las Term¨®pilas, factor decisivo para la victoria de Salamina y con ella de nuestra civilizaci¨®n.
Insiste en la resistencia al an¨¢lisis que ofrece el concepto Patria y abunda en su car¨¢cter misterioso, no como una remisi¨®n al terreno de lo irracional, sino de lo suprarracional. Hace referencia a la mentalidad positiva que cifra la Patria en determinados elementos f¨ªsicos, como el territorio, o demogr¨¢ficos, como la poblaci¨®n, y concluye afirmando que la Patria es en gran parte la obra de todos los que la sienten y que su dimensi¨®n existencial no es necesidad, sino voluntariedad.
Define la Patria como producto del amor, y por eso, dice, las palabras al tratar de ella pueden ser equ¨ªvocas, y su exceso resulta sospechoso. Hay que quererla apasionadamente como es.
Vuelve a la historia de la Roma cl¨¢sica para hablar de la abundante mixtificaci¨®n del concepto Patria y de c¨®mo su descr¨¦dito fue responsabilidad de algunos ?patriotas?.
Se?ala los deberes del militar hacia la Patria, traducidos no en palabras, sino en hechos, y rechaza que detenten en este campo monopolio alguno. El pueblo sabe bien cu¨¢ndo se trata de la Patria, a?ade, y como ejemplo de la historia nacional acude al Deis de Mayo.
El general Cano Hevia se?ala que la Patria es de car¨¢cter apol¨ªtico, de una condici¨®n superior Luego advierte con energ¨ªa frente a los cantos de sirena de quienes proponen que se cuestione la Constituci¨®n, y afirma que el amor a la Patria obliga a respetarla.
A su entender, los esbirros no dejan de serlo porque adopten alg¨²n uniforme o disfraz, y aclara que el militar se distingue por su caballerosidad y amor a la Patria manifestado en la subordinaci¨®n a la autoridad leg¨ªtima.
Cuando la Patria est¨¢ en peligro a nadie preguntamos su ideolog¨ªa para que acuda a defenderla; por eso si el oficial ha de exigir el sacrificio de sus hombres tiene el debe de no significarse con sus ideas e forma que dificulte su respuesta.
Por ¨²ltimo, al repasar las obligaciones del oficial de Estado Mayo recuerda que la lealtad exige a veces objetar el criterio del mando, pero no da derecho a desahogarse, ni eso puede tener incidencia sobre cuestiones que no sean del servicio y se refieran, por ejemplo, a la vida nacional.
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