El acontecimiento art¨ªstico de la temporada
En esa magn¨ªfica l¨ªnea de superaci¨®n constante, tan rara en nuestro pa¨ªs, la Fundaci¨®n Juan March acaba de inaugurar una exposici¨®n con m¨¢s de doscientas obras de Paul Klee, cuya importancia la convierte en el acontecimiento art¨ªstico de la presente temporada y en uno de esos hitos que merecen recordarse al cabo de los a?os. Desde un punto de vista t¨¦cnico, quiz¨¢ haya realizado la Fundaci¨®n otras exposiciones de gesti¨®n o montaje m¨¢s dif¨ªciles, pero creo que ninguna como esta de Klee que fuera tan completa, rotunda y relevante.Ya hace nueve a?os, mediante una inteligente gesti¨®n de Luis Gonz¨¢lez Robles, se pudieron contemplar en Barcelona y en Madrid las obras de Klee de la colecci¨®n Nordrheim Westfalen, de D¨¹sseldorf, pero, sin desmerecer un ¨¢pice de su valor, que en todo caso aumenta al situarla en aquellas fechas -t¨¦ngase en cuenta que la que fue inaugurada ayer exhibe casi cuatro veces m¨¢s obras del pintor suizo-. Por otra parte, ya que hemos relacionado ambas muestras, parece oportuno destacar que se ha tenido el buen criterio de procurar que la presente exposici¨®n no repitiera ninguna obra de la anterior, con lo que nos encontramos ante el hecho excepcional de haber podido contemplar directamente en nuestro propio pa¨ªs, y en menos de diez a?os, una buena parte de lato a Picasso y Matisse, es uno de los tres pintores m¨¢s importantes del siglo.
Ya s¨¦ que las comparaciones son odiosas y que adem¨¢s se ti?en de estupidez cuando insin¨²an cierta jerarqu¨ªa, no obstante, despejando de antemano ese tipo de equ¨ªvoco en lo que voy a decir, identificar¨ªa a Matisse con la pintura, a Picasso con el arte y a Klee con la creaci¨®n. No voy a razonar aqu¨ª, desde luego, esta clasif¨ªcaci¨®n, aunque no me he resistido al menos a enunciarla para poder expresar de alguna manera ese estar m¨¢s all¨¢ de cualquier l¨ªmite que pone de manifiesto la obra de Klee, tal y como as¨ª lo escribi¨® ¨¦l mismo significativamente en su epitafio, uno de los m¨¢s justos e impresionantes que se hayan imaginado: ?Soy impalpable en la inmanencia. Resido entre los muertos y entr¨¦ los seres que a¨²n no han nacielo. Algo m¨¢s pr¨®ximo a la creaci¨®n que lo habitual. Pero nunca tan cerca como desear¨ªa?.
De la exquisita soledad
En realidad, lejos del mundanal ruido, del Par¨ªs oficial, de los otros circuitos convencionales de la van guardia, salvo en el. caso muy par ticular de su colaboraci¨®n puntual con la Bauhaus de Weimar, Paul Klee desarroll¨® en solitario su camino art¨ªstico. Quiz¨¢ sea esta la causa de la tard¨ªa y tenue resonan cia que alcanz¨® en vida, compara tivamente mucho rrienor que la que lograron nombres a la moda hoy casi olvidados o en v¨ªas de serlo, pero tambi¨¦n este retiro voluntario influy¨® decisivamente para que alcanzara ese grado de profundidad que le es privativo. Por lo dem¨¢s, si no popular, Klee no pas¨® inadvertido ante ninguno de los verdaderos maestros de la vanguardia, que, en unos momentos inciertos, llenos de envidias, celos y cicater¨ªas de toda ¨ªndole, hablaron siempre de ¨¦l en t¨¦rminos de respetuosa admiraci¨®n. V¨¦anse al respecto las actitudes de Braque, L¨¦ger, Mir¨®, Kandinsky, Ernst y hasta del mism¨ªsimo Picasso, siempre tan terriblemente injusto cuando oteaba alguien capaz de hacerle sombra. Pero esta admiraci¨®n de los grandes no refleja simplemente un reconocimiento distante, sino el profundo impacto ante una obra cuya contemplaci¨®n modifica el destino, como, por ejemplo, testimoniaron Mir¨®, Ernst y Masson en los comienzos del surrealismo.
As¨ª que, si el nombre de Klee era como una especie de secreto sublime entre los entendidos antes de la segunda guerra mundial, tras ella empez¨® a sonar con fuerza entre los pintores abstractos de los a?os finales de los cuarenta, y de los cincuenta, pero guardando siempre ese particular aroma que hace de sus admiradores unos iniciados, como octirre con todo ¨ªo que no sacude epid¨¦rmicamente ni se agota con las modas; en una palabra: como ocurre con todo lo que exige una calidad y un esfuerzo por parte deI contemplador. La pintura de Klee, en efecto, no es f¨¢cil ni da facilidades, empezando por su peculiar modo de situarse en el contexto hist¨®rico de la vanguardia, ya que pertenece a esa l¨ªnea m¨ªstica de creaci¨®n que, fuera de Par¨ªs, ha denominado R. Rosenblum como tradici¨®n rom¨¢ntica del Norte.
Pero, como no se cansan de repetir los pensadores de la tradici¨®n herm¨¦tica cuanto mayor es la dificultad para comprender una obra, m¨¢s profunda e intensa es la revelaci¨®n que atesora. En este sentido, no hay duda que Klee cultiva el enigma; pero, ?ojo!, en medio de s¨ªmbolos y alegor¨ªas de riqu¨ªsima enjundia, sin perder nunca el humor ni tampoco, lo que es ya verdaderamente excepcional en este tipo de creador, la obsesi¨®n constante por la investigaci¨®n formal. ?Qu¨¦ otro grado tan supremo de complicaci¨®n puede hallarse en todo el arte contempor¨¢neo? Todo esto podr¨¢ comprobarlo, en todo caso, quien, dotado de un esp¨ªritu sensible, recorra la estupenda exposici¨®n antol¨®gica que se nos ofrece ahora en la Fundaci¨®n Juan March, en cuya bien cuidada selecc¨ª¨®n cronol¨®gica se puede seguir a la perfecci¨®n la trayectoria art¨ªstica de Paul Klee. En ella, efectivamente, est¨¢n recogidos desde los primeros dibujos, grabados y acuarelas, que se corresponden con la primera etapa creativa de Klee, situada en la primera d¨¦cada del siglo -en la cual se expresa ya vigorosamente un sentido sat¨ªrico muy especial, pues no pierde nunca de vista la condici¨®n pat¨¦tica de lo humano- hasta todas y cada una de las etapas significativas que atraviesa hasta el final de su vida. En el recorrido de la exposici¨®n nos encontramos, por consiguiente, con testimonios representativos de su estudio del expresionismo y abstracci¨®n alemanes, del orfismo, del descubrimiento norteafricano del color y la luz, del paso por la Bauhaus, del misticismo de sus ¨²ltimos a?os...
En todo ello, sin embargo, ninguna imagen estereotipada, ninguna reiteraci¨®n, nada caprichoso ni superfluo. Esta es la raz¨®n por la que casi con mini¨¢turas -?cu¨¢nto tienen que aprender aqu¨ª los heraldos huecos del gran formato!-, y en cada obra por separado, se nos plantean incesantemente nuevos caminos pl¨¢sticos, nuevas ideas, todo dicho en un tono sin estridencias, al son con que se entona la revelaci¨®n profunda. Hay, en fin, demasiadas obras maestras en esta exposici¨®n, maravillosamente montada, para que destaque aqu¨ª alguna en particular. En vez de ello, me limitar¨¦ a subrayar que quiz¨¢ sea, con la de Picasso, la muestra art¨ªstica m¨¢s impresionante organizada por la Fundaci¨®n Juan March, que ya es como decir que se trata de una de las mejores vistas en nuestro pa¨ªs.
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