Salvar la democracia
La Prensa diaria y los semanarios de nuestro pa¨ªs se han visto inundados, estos ¨²ltimos d¨ªas, de multitud de art¨ªculos, interpretaciones y propuestas relacionados con los sucesos de los d¨ªas 23 y 24 del angustioso mes de febrero.En todos ellos salta a la vista, como elemento m¨¢s importante, la reiterada llamada a la gravedad de la situaci¨®n; en definitiva, la sensaci¨®n de que es necesario actuar y urgentemente.
Sin embargo, resulta sorprendente que una gran parte de dichos art¨ªculos presentan an¨¢lisis, a trav¨¦s de los cuales se deduce que hay que acomodar los ritmos del cambio pol¨ªtico a la prudencia y sensatez que la nueva situaci¨®n requiere.
Ser¨ªa impensable que dando tiempo al tiempo y frenando las reformas pendientes para tranquilidad de determinados estamentos militares vamos a encontrar mayores perspectivas de estabilidad. Hacerlo as¨ª ser¨ªa no comprender las causas y el contexto del golpe militar.
Al margen de factores importantes de la psicolog¨ªa social, creo que se puede afirmar que el intento de golpe militar tiene su explicaci¨®n en la confluencia de tres factores fundamentalmente: fracaso de la reforma militar, crisis de los partidos pol¨ªticos como agentes de participaci¨®n y representaci¨®n popular y, por ¨²ltimo, en la crisis de un determinado modelo utilizado para llevar a cabo la transici¨®n pol¨ªtica (sin que hasta el momento hayamos sido capaces de desarrollar una nueva alternativa).
A mi juicio, ya ha sido suficientemente debatido el hecho de que los ?supuestos motivos? que los ' golpistas esgrim¨ªan como m¨®viles para su acci¨®n -terrorismo, pa¨ªs ingobernado, caos econ¨®mico, etc¨¦tera- no iban a encontrar mejor soluci¨®n en un Gobierno militar, que frente a estos problemas no tendr¨ªa ni mejores instrumentos ni mayor capacidad real para enfrentarlos.
Coincido por tanto en se?alar, como lo hac¨ªan Juan Luis Cebri¨¢n recientemente, que tales ?razones para la sedici¨®n? son inventadas.
Lo ocurrido en nuestro pa¨ªs es -que no-existiendo razones pol¨ªticas para un golpe militar se ha presentado una coyuntura pol¨ªtica que lo ha hecho posible. En situaciones de crisis pol¨ªtica, cuando ¨¦sta afecta la capacidad de representaci¨®n de los partidos y al deterioro de las instituciones, se multiplican las posibilidades de que los impulsores de grupos descontrolados o los intentos de golpes de mano puedan verse coronados con el ¨¦xito.
Desde esta perspectiva cabe afirmar que, en gran parte, el deterioro que afecta a las instituciones viene dado por el fracaso de la reforma militar. Una reforma d¨¦bil y aplicada con una desmentida calma.
El excesivo protagonismo que han tenido los altos jefes militares en momentos de conflictividad pol¨ªtica (negociaci¨®n con el PNV para la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n, amnist¨ªa para militares de UMD, C¨®digo de Justicia Militar) han mermado de manera importante la autoridad moral del poder civil, que no supo ejercerse con la debida firmeza cuando las condiciones eran m¨¢s propicias.
Si por un lado parece obvia la necesidad de corregir este error, tampoco debe pensarse que una actuaci¨®n unilateral (que como medida a¨ªslada podr¨ªa incluso resultar contraproducente) ser¨ªa suficiente si no se acompa?a de un verdadero programa de salvaci¨®n de la democracia.
Ha de ser precisamente en el segundo factor, en la soluci¨®n de la progresiva crisis de identidad y participaci¨®n de los partidos pol¨ªticos, donde se encuentra la verdadera clave para acabar con la situaci¨®n de debilidad que permite actuar a grupos sediciosos.
Aun cuando resulte duro reconocerlo, pese a que en ocasiones optemos por no pensar en ello, se va haciendo cada vez m¨¢s evidente que existe un progresivo alejamiento de los partidos pol¨ªticos con respecto a los ciudadanos en general. Partidos pol¨ªticos, todos ellos con un funcionamiento superestructural donde las iniciativas personales desde abajo son cada d¨ªa m¨¢s dif¨ªciles.
Partidos pol¨ªticos donde desgraciadamente se abandona con frecuencia la lucha por impedir que se ahonden las diferencias entre la clase pol¨ªtica y el ciudadano normal.
Como resultante de los anteriores factores, llegamos por fin al punto clave en la explicaci¨®n de la crisis. Este no es otro que el agotamiento de una determinada forma para llevar a cabo la transici¨®n. Ha terminado, en definitiva, una transici¨®n efectuada desde el protagonismo directo de unas pocas personas.
El Rey hizo posible la transici¨®n, Adolfo Su¨¢rez dirigi¨®, demasiado en solitario, sucesivos Gobiernos que la concretaron. El consenso fue excesivamente protagonizado por la negociaci¨®n entre la c¨²pula de los partidos pol¨ªticos, cuando no por sus respectivas cabezas.
Este es el modelo que hoy entra en crisis y que necesita de un recambio en la fortaleza de las opciones pol¨ªticas, en su plena democratizaci¨®n y transparencia.
Para afianzar la democracia necesitamos incrementar la participaci¨®n popular, la confianza y corresponsabilidad de los ciudadanos.
Porque lo que m¨¢s demuestra que el actual modelo ha terminado es la constataci¨®n de que la delicada-situaci¨®n pol¨ªtica ha podido salvarse a trav¨¦s de la actuaci¨®n del Rey. Un pa¨ªs no puede permitirse el riesgo de depender de una persona, por mucho que ¨¦sta haya demostrado una firmeza y autoridad que todos los dem¨®cratas aplaudimos.
En conclusi¨®n, no es este momento para la inactividad ni para el silencio, no se puede incitar a la pasividad de todos los ciudadanos, mediante llamadas a la tranquilidad que no vayan acompa?adas de hechos concretos. Es necesario formular un programa urgente de salvaci¨®n de la democracia si no queremos vivir instalados en un golpe permanente, a trav¨¦s del miedo y de la inercia.
Ni mucho menos es momento este de dar marcha atr¨¢s y paralizar el proceso auton¨®mico, entre otras cuestiones. No se debe procurar la tranquilidad de determinados estamentos militares a costa de la frustraci¨®n de la ilusi¨®n de mayor participaci¨®n del ciudadano en la vida local.
Al contrario, nos encontramos en la ineludible necesidad de dar un paso adelante en la consolidaci¨®n de la democracia, y esto no ser¨¢ posible si no contamos:
1. Con la realizaci¨®n de un pacto auton¨®mico, no ?para aplazar la aplicaci¨®n de las autonom¨ªas hasta el a?o 2000?, sino para acelerar su puesta en marcha inmediata, garantizando al mismo tiempo un funcionamiento responsable de las instituciones auton¨®micas.
2. Una mayor atenci¨®n a la iniciativa popular, haciendo directamente part¨ªcipe al ciudadano en el. m¨¢s amplio n¨²mero de decisiones posible. Para ello ser¨ªa conveniente recurrir con m¨¢s frecuenc¨ªa al refer¨¦ndum popular para la decisi¨®n de grandes cuestiones nacionales (Mercado Com¨²n, OTAN ... ), a la vez que se concrete de manera definitiva la urgente reforma de nuestra ley de R¨¦gimen Local, demasiado tiempo paralizada.
3. Regenerando verdaderamente la vida de nuestros partidos pol¨ªticos, no como algo ¨²nicamente deseable p4ra los militantes de dichos partidos, sino como forma de acrecentar la confianza de los ciudadanos, que ven as¨ª reflejado su liderazgo, ante el que no caben involuciones.
4. Intensificaci¨®n de la lucha antiterrorista; pero no necesariamente a trav¨¦s de nuevas medidas de excepci¨®n (terreno en el que las posibilidades se encuentran pr¨¢cticamente agotadas), sino mediante una m¨¢s efectiva aplicaci¨®n de las medidas existentes.
5. Puesta en marcha de todas aquellas medidas que impidan una nueva intentona golpista, mediante la aceleraci¨®n de la reforma militar y que acabe con la situaci¨®n de impunidad en la que determinados sectores civiles de car¨¢cter ultraderechista alientan los golpes militares.
Quedar¨ªa finalmente por resolver el interrogante de si desde esta perspectiva el Gobierno monocolor de Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico es la respuesta adecuada a la situaci¨®n de urgencia que el pa¨ªs tiene que afrontar.
Si no aprovechamos esta ocasi¨®n para establecer las bases de un compromiso que suponga un gran paso adelante en la superaci¨®n de los problemas actuales, habr¨¢, sin duda alguna, un gran n¨²mero de personas que en el futuro no podremos aceptar una disciplina ciega, ya que entre instalarnos en el golpe y consolidar definitivamente la democracia no existe camino intermedio.
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