?Por qu¨¦ es progresista el proyecto de ley de Autonom¨ªa Universitaria? / 1
Las simplificaciones a que es proclive la vida y la pol¨¦mica pol¨ªticas han decretado que el proyecto de ley de Autonom¨ªa Universitaria, cuya aprobaci¨®n pende de las C¨¢maras legislativas, es expresi¨®n de un criterio pol¨ªtico y universitario progresista, mereciendo correlativamente el dictado de reaccionaria la posici¨®n de quienes se muestran contrarios a su aprobaci¨®n.La vida pol¨ªtica tiende, en efecto, a decantarse en posiciones de amigo-enemigo, a alinear las distintas posiciones en manique¨ªsmos elementales, lo cual es posible que sea una necesidad de, su funcionamiento, quiz¨¢ como est¨ªmulo para su dinamismo.
Pero esos calificativos globales y con significados tan poco aprehensibles de inmediato no parecen los m¨¢s adecuados para enjuiciar algo tan delicado como una nueva ordenaci¨®n de la vida universitaria espa?ola, en la que es necesario poner esperanzas para la mejora del nivel mental, espiritual y t¨¦cn¨ªco del pa¨ªs. Parece m¨¢s bien obligado acercarse al tema con alg¨²n matiz m¨¢s preciso y exacto.
He de advertir que no pretendo enjuiciar las posiciones de los distintos partidos y grupos pol¨ªticos, que adem¨¢s desconozco tanto en lo fundamental como en los detalles. Una segunda exclusi¨®n: el tema de las universidades privadas, tema sobre el que me parece un poco ocioso discutir, aunque s¨ª me interesa precisar que tengo -en nombre de principios universitarios simples, a los que luego aludir¨¦, y no dogm¨¢ticos- la m¨¢s baja fe en ellas, sobre todo si fuesen a proliferar, an¨¢logamente a lo que ocurre en Hispanoam¨¦rica. Mi opci¨®n es resueltamente por el sistema europeo, en el que estamos desde hace muchos a?os y en el que me parece que debi¨¦ramos permanecer y profundizar por muchas razones, casi todas obvias, al menos para los profesionales universitarios, razones a las que ha venido a a?adirse una nueva, la de la paridad que nos impondr¨¢ nuestra entrada en las Comunidades Eu ropeas. En Europa occidental, en efecto, o no hay universidades privadas (por supuesto, no lo son, en el sentido de nuestra propia pol¨¦mica, las inglesas, citadas siempre con abuso, y que habr¨ªa que calificar de fundaciones semip¨²blicas con autonom¨ªa), o, a lo sumo, se cuentan casi todas ellas con los dedos de una mano; lo.que no son las universidades privadas es un sistema de organizaci¨®n de la universidad en Europa, y ello en cuanto hecho, admite poca discusi¨®n.
Aspectos t¨¦cnicos
Para concluir con ese tema de las universidades privadas, a?adir¨¦ que creo que el art¨ªculo 27 de la Constituci¨®n, que tanto se utiliza para justificar su generalizaci¨®n, se cita indebidamente, puesto que de lo que se trata no es de poner l¨ªmite a la fundaci¨®n de centros de cultura, todos bien venidos desde nuestra situaci¨®n menesterosa, sino de la colaci¨®n de los respectivos grados acad¨¦micos, lo cual no est¨¢ entregado a las iniciativas sociales, como es l¨®gico, sino que es una competencia que la Constituci¨®n define formalmente como exclusiva del Estado (art¨ªculo 149,1, n¨²m. 30).Despejados as¨ª esos temas previos, y un tanto enojosos, me interesa detenerme en los aspectos propiamente t¨¦cnicos del proyecto de ley. He conocido no hace mucho el texto aprobado en comisi¨®n -y conoc¨ª en su momento el proyecto elaborado por el Gobierno. Debo decir que este primer proyecto ha quedado irreconocible, y ello en grave perjuicio del texto- que tampoco era ya una gran cosa en origen. El proyecto de la comisi¨®n es, sencillamente dicho, y con todos los respetos, dif¨ªcilmente admisible desde criterios universitarios un poco rigurosos.
En nombre de la autonom¨ªa, tema ¨²nico que la Constituci¨®n impone en la materia y que puede just ificar el car¨¢cter de org¨¢nica de la ley proyectada se operan transformaciones radicales de las que muy ingenuo hay que ser para esperar resultados positivos o de mejora, que es, me parece, de lo que se trata. Por una parte se rompen, en efecto, las relaciones con el ministerio. para el gobierno de las universidades, pero para entregarse a extra?os gestores (como centrales sindicales, empresariales, parlamentarios, otros entes p¨²blicos, etc¨¦tera), de los que, no se sabe por qu¨¦, se presume que hay que esperar un mayor respeto a la libertad que el que ha asegurado el viejo Ministerio. Me arriesgo a decir que para m¨ª m¨¢s bien es f¨¢cil invertir la presunci¨®n, que el Estado reserva hoy una libertad intelectual y de c¨¢tedra efectiva muy superior a la que quepa esperar de grupos y de centros esencialmente politizados (lo que ser¨¢ bueno para sus propios fines, pero sin utilidad visible para la universidad).
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