Extra?o y latente republicanismo
En el aniversario del 14 de abril, gran efem¨¦rides republicana, podemos y debemos preguntarnos por la permanencia del sentimiento republicano en todo el pa¨ªs.Alguien que visit¨® Espa?a, precisamente en los d¨ªas del intento del golpe de Estado, me dice que no s¨®lo ha detectado la continuidad de la opini¨®n republicana, sino incluso su resurgimiento, su expansi¨®n, su creciente y progresiva impregnaci¨®n en el tejido socio-cultural de todo el pa¨ªs.
Recordemos que el 14 de abril en la Espa?a contempor¨¢nea es la fecha cuna de las libertades populares y democr¨¢ticas, como lo es el 14 de julio en Francia, aniversario de la toma popular de la Bastilla, cuna de la Revoluci¨®n y de la Rep¨²blica Francesa. Y como lo es el Independence Day en Estados Unidos, aniversario de la rebeli¨®n de Boston y cuna de la independencia y de la Constituci¨®n norteamericana.
?A qu¨¦ se debe el extra?o sentimiento republicano del pa¨ªs profundo, precisamente ahora, cuando los ¨²ltimos acontecimientos pol¨ªticos y militares parecen potenciar el papel de otras instituciones? Muchos comentaristas pol¨ªticos han intentado explicar la diferencia entre el sentimiento mon¨¢rquico, apenas perceptible, y el sentimiento juancarlista, en expansi¨®n despu¨¦s de la defensa que hizo el actual jefe de Estado de los principios constitucionales a ra¨ªz del fallido intento de golpe militar. El primer magistrado estuvo en su puesto y cumpli¨® con su deber.
Digamos de paso que la posici¨®n de don Juan Carlos de Borb¨®n no nos sorprendi¨® a muchos republicanos. Esper¨¢bamos que as¨ª fuera, porque conoc¨ªamos lo que un antiguo miembro del Consejo privado de su padre don Juan, conde de Barcelona, llam¨® ?el constituyente liberal de su educaci¨®n inglesa?. Este liberalismo hecho de respeto a los principios democr¨¢ticos y de acatamiento a la Constituci¨®n que el legitimista mon¨¢rquico detectaba como elemento de base de la l¨ªnea pol¨ªtica del actual jefe de Estado y que le permiti¨® oponerse al pronunciamiento.
Con estas caracter¨ªsticas seguimos sin explicarnos c¨®mo sus consejeros, comenzando por su padre, don Juan, no han insistido en la necesaria operaci¨®n legitimista, que significa someter a consulta popular la cuesti¨®n de la forma de Estado. El perfeccionamiento democr¨¢tico exige la consulta al pueblo -en quien radica la soberan¨ªa, seg¨²n se acepta en la misma Constituci¨®n actual- sobre el nombramiento del primer magistrado de la naci¨®n. Tal como se hizo en Italia y Grecia a la ca¨ªda de los reg¨ªmenes de excepci¨®n, que eran las respectivas dictaduras. El que tras un refer¨¦dum presidido por un Gobierno provisional independiente venciera una forma de Estado -sea mon¨¢rquica, sea republicana-, conceder¨ªa al sistema triunfante una fuerza pol¨ªtica extraordinaria. Lo que necesita hoy todo gobernante que sabe que la legitimidad procede del consentimiento de los gobernados y que es en este consentimiento donde podr¨¢ afirmarse un Ejecutivo fuerte y un consenso moral y una disciplina nacional, ¨²nicas armas para vencer los grandes desaf¨ªos del terrorismo y la desintegraci¨®n que amenazan al pa¨ªs.
A la luz de estas consideraciones quiz¨¢ ya no sea tan extra?o el sentimiento republicano latente en el pa¨ªs profundo. Porque el pueblo sabe, pese a los cuarenta y tantos a?os de desertizaci¨®n pol¨ªtica del franquismo, que la idea republicana significa el perfeccionamiento de los ideales de libertad y democracia. Y que todas las amalgamas de continuismos y legitimaciones indirectas no siven m¨¢s que para restar fuerza moral y legal a unos poderes nacidos de claudicaciones, miedos y farise¨ªsmos.
El sentimiento y la esperanza republicana siguen existiendo porque los hijos y nietos de los vencededores en las elecciones del 14 de abril de 1931 saben que, si unos a?os despu¨¦s, en 1939, perdieron las ¨²ltimas batallas de la guerra civil en Espa?a, unos a?os m¨¢s tarde, en 1945, ganaron las batallas decisivas de la guerra por la democracia en Europa. Que los combatientes del pueblo y el ej¨¦rcito republicano en el exilio estuvieron entre los vencedores en la guerra, contra los totalitarismos y los nazi-fascismos, y contribuyeron con su hero¨ªsmo legendario al triunfo de la libertad.
Dos legitimidades
As¨ª se entrecruzan hoy en el tablero pol¨ªtico espa?ol dos l¨ªneas de legitimidades. La de los que creeen en el valor supremo de los ?principios de la soberan¨ªa nacional?, que radica en el pueblo y que se manifiesta en sufragio universal, directo y secreto, y los que creen en una ?carism¨¢tica misi¨®n salvadora? del Ej¨¦rcito, el que en momentos supremos y cr¨ªticos de la vida nacional creen est¨¢ llamado a intervenir en defensa de unos principios de orden moral y material, de unidad territorial, de valores patri¨®ticos y de respeto a las supuestas tradiciones hist¨®ricas del pa¨ªs.
As¨ª pretendemos contestar a cuantos nos han interrogado en estos d¨ªas sobre la posible aportaci¨®n republicana a las tareas de gobierno el d¨ªa que el pueblo soberano, respondiendo al deseo mayoritario de la opini¨®n espa?ola, nos conceda de nuevo un mandato, como se hizo en 1873, tras la abdicaci¨®n de Amadeo de Saboya, y como aconteci¨® en 1931, tras la renuncia y apartamiento y salida al exilio de don Alfonso XIII.
Creemos que el principio republicano, en su ideolog¨ªa y su praxis, puede ser el elemento vertebrador de las regiones hist¨®ricas a las que el movimiento centr¨ªfugo de las autonom¨ªas -como explica el historiador hispanista Pierre Vilar- plantea un evidente peligro de desintegraci¨®n nacional. El v¨ªnculo republicano puede convertirse en el religador supremo, y quiz¨¢ el remembrador ¨²ltimo, como explica el presidente Fernando Valera, de la Espa?a desvertebrada, a la que podr¨ªa conducirnos el movimiento incontrolado e irresponsable de muchos sedicentes nacionalismos sin base hist¨®rica y sin credibilidad social.
Otra perspectiva pol¨ªtica incitante y aleccionadora puede ofrecer hoy el republicanismo a la naci¨®n espa?ola. Es la de ofrecer al poder Ejecutivo la posibilidad de sentirse aut¨¦nticamente fuerte ante los terribles desaflos que la crisis de orden p¨²blico, de paro y de inflaci¨®n, significan para la estabilidad y el futuro de todos los pueblos de Espa?a. Una legitimaci¨®n republicana fuerte puede convertirse en un poder ejecutivo fuerte, y una rep¨²blica presidencialista puede exigir y lograr la disciplina republicana y puede abrir camino, superada la crisis de emergencia, a la Rep¨²blica constitucional, parlamentaria y pluralista, que a?oran los republicanos desde el d¨ªa de luz y alegr¨ªa y esperanza del 14 de abril de 1931.
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