La riqueza dram¨¢tica
No parece que al p¨²blico de la primera de abono le pareciera bien el movimiento esc¨¦nico dado por Francisco Nieva a Tosca: alg¨²n caballero lleg¨® a ulular -iuuuhhh, uuuuhhh!- ante la presencia del gran escen¨®grafo y director de escena a la hora de los saludos. Mal asunto. Habr¨ªa que saber hasta qu¨¦ punto este conservadurismo, este inmovilismo, no es uno de los factores que han ido conduciendo a la decadencia de las representaciones de ¨®pera en Espa?a. Se puede uno preguntar qu¨¦ les suceder¨ªa si se hiciese aqu¨ª El Gran Macabro, de Ligeti, como se hace en la Opera de Par¨ªs (uno de los n¨²meros de la direcci¨®n de escena es la lucha del aut¨¦ntico director contra los cantantes, que intentan arrebatarle la batuta).Naturalmente, Nieva no va por ese camino, ni Tosca es una obra del car¨¢cter de la de Ghekderode: la verdad es que es incluso una direcci¨®n muy contenida.
Lo que a?ade Nieva a Tosca es, precisamente, una de las razones de existencia de la ¨®pera: el teatro. Parec¨ªa innecesario recordar, a estas alturas, que la ¨®pera es un drama cantado. La Tosca fue primero un drama de Sardou -principal exponente de lo que se llam¨® ?la obra bien hecha?- escrito para Sarah Bernard, y versificado luego en italiano por Giacosa e Illica para la m¨²sica de Puccini. Es eminentemente teatral, y requiere honestamente un tratamiento teatral. El p¨²blico de la primera de abono -de las primeras de abono de tantos y tantos a?os, que llegaron a considerar la ¨®pera como su propiedad personal- ha llegado a concebir la ¨®pera casi como un acto de concierto, donde el teatro es un pretexto; y prefieren los viejos telones pintados -escenograf¨ªa que fue de recurso, y en la que se ha llegado a conseguir una gran belleza, como la que hace muy poco tiempo logr¨® Jos¨¦ Luis Alonso para El trovador-; y los movimientos programados de las figuras, y la estabilidad del coro. Para no distraerse, dec¨ªan; como si no tuvieran capacidad para gozar de una totalidad de artes -que es la ¨®pera- al mismo tiempo. As¨ª han ido matando lo nuevo.
Habr¨¢ que esperar que la vital?dad de la ¨®pera -que tiene un fen¨®meno de renacimiento- empiece a salir de la tercera y de la cuarta -seg¨²n los planes de la Direcci¨®n de M¨²sica y Teatro, el a?o que viene habr¨¢ una quinta-, y que las pr¨®ximas representaciones para ese p¨²blico m¨¢s joven -por lo menos, mentalmente- reivindiquen el esfuerzo que ha realizado Nieva para esta representaci¨®n de la temporada de Madrid. Ha puesto, dec¨ªamos, el teatro que contiene el libreto y el desarrollo de la acci¨®n. Ha puesto tambi¨¦n un talento est¨¦tico de escen¨®grafo. El templo del primer acto -malogrado por una aver¨ªa el¨¦ctrica del sector, producida, al parecer, en el vecino Congreso, que destruy¨® el ambiente al hacer desaparecer los efectos luminosos-, la riqueza m¨®rbida del palacio Farnesio en el segundo acto, la sobriedad del patio del castillo de Sant'Angelo en el final (el amanecer, el golpe del primer sol que trae consigo la hora de la ejecuci¨®n), sin salirse jam¨¢s del verismo y hasta del clasicismo (est¨¢n inspirados en los grabados de Piranesi: las Carcere, las Vedute di Roma).
Cabe la esperanza de que la renovaci¨®n de p¨²blico de sectores m¨¢s amplios en las dos ¨²ltimas representaciones sepa recibir la calidad de lo que se le ofrece, y que contribuya de esta manera a sacar la ¨®pera de un sector r¨ªgido y arcalco que ha contribuido notablemente durante estos a?os a mantenerla, pero fosilizada.
El movimiento es otro hallazgo de Nieva en esta ocasi¨®n -y repito que en las ¨®peras del mundo civilizado la puesta en escena no lo reh¨²ye jam¨¢s-, dentro de las limitaciones que impone el g¨¦nero: la necesidad de unas posiciones predeterminadas de las primeras figuras para proyectar la voz, el tiempo marcado por los compases justos de la partitura que son, naturalmente, invulnerables. Los coros -y los actores a?adidos- producen acci¨®n, y esta acci¨®n est¨¢ concorde con el drama, dentro de sus situaciones. Ha tenido en esta ocasi¨®n suerte en encontrar algunos cantantes que han aprendido bien en sus pa¨ªses que la ¨®pera es un drama y que se representa, adem¨¢s de cantarse: Eva Merton -que sustituy¨® a Montserrat Caball¨¦- es actriz y sabe cargar el acento en las frases significativas -el odio, el amor-; y no vacila en arrojarse a cuerpo limpio desde la almena del castillo; Ingvar W?sel -Saarpia- sabe tambi¨¦n componer la figura tenebrosa del personaje: con el acento y con el gesto sobrio. Todo ello hace que esta Tosca de Francisco Nieva sea -desde el punto de vista teatral, dram¨¢tico- una de las mejores producciones, si no la mejor, de muchos a?os en las temporadas de Madrid.
Babelia
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