Los j¨®venes centristas
?QUIEN A los veinte a?os no es marxista es que no tiene coraz¨®n?. As¨ª respond¨ªa Willy Brandt, a?os ha, cuando le reprochaban su progresiva inclinaci¨®n pol¨ªtica hacia la moderaci¨®n socialdem¨®crata. Por supuesto que la frase es una generalizaci¨®n y casi una met¨¢fora. Pero bien sirve para entender que quien a los veinte a?os no es sensible a los cambios sociales por la izquierda, o carece de caridad civil o ha tenido por libro de cabecera el Mein Kampf.Todo esto puede venir a cuenta de las tormentas que en algunos vasos de agua han desatado los debates del segundo congreso de j¨®venes centristas. Ciertamente que, como Di¨®genes buscando un hombre con un candil, nadie, ni con un reflector, hubiera encontrado un materialista dial¨¦ctico entre los compromisarios a dicho congreso. Pero no por ello hay que dejar de reconocer que muchos de ellos tienen coraz¨®n.
Los debates de los j¨®venes centristas acerca de temas como las drogas blandas, los anticonceptivos o el aborto, el papel de la mujer en la sociedad actual, la funci¨®n y an¨¢lisis de la instituci¨®n militar, el rechazo a la rebaja de la edad penal, etc¨¦tera, no deber¨ªan escandalizar a nadie -ucedista o no- al margen de la peque?a escandalera organizada en torno al tratamiento de estos asuntos y de las presiones del aparato del partido para moderar a sus j¨®venes cachorros.
Si bien es cierto que la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo, no es menos verdad que la cura, en no pocas ocasiones, conduce a mayores cotas de ego¨ªsmo, insensibilidad social, esclerosis de la imaginaci¨®n, conformismo y desconexi¨®n con los problemas m¨¢s concretos y lacerantes de la sociedad en la que uno vive.
As¨ª las cosas, el congreso de los j¨®venes centristas ha circulado por los cauces l¨®gicos y propios de unos j¨®venes de derechas perfectamente coherentes con ambos calificativos; por j¨®venes, tienen una mayor sensibilidad y generosidad hacia los problemas que m¨¢s afectan a las individualidades de sus conciudadanos, y por su extracci¨®n social o sus lecturas, obvian no pocos de los problemas de fondo -las relaciones econ¨®micas, la pol¨ªtica internacional, el propio abarloamiento de su partido con agrupaciones a su derecha, etc¨¦tera-, que, en todo caso, han tocado muy superficialmente.
En cualquier caso, el congreso de las Juventudes de UCD no merece un varapalo. No ha sido el congreso de los jusos de Heidi la Roja -que tampoco impuso sus tesis a la socialdemocracia alemana-, pero puede ser indicativo para muchos pol¨ªticos espa?oles, incluso a la izquierda de UCD, de que acaso se est¨¦n separando de ese proyecto de calidad de vida que tantos espa?oles reclaman en su fuero interno. Ser¨ªa un error convertir el chocolate, los problemas del servicio militar o la despenalizaci¨®n del aborto, por citar s¨®lo unos pocos, en temas de Estado. Pero el Gobierno de ese Estado no puede olvidar bdespachar por la v¨ªa de la mera represi¨®n muchos de esos problemas que afectan a tantos menores de 35 a?os. As¨ª, el congreso de lasiuventudes ucedistas, por m¨¢s que sus formas resulten criticables para algunos, es como poco un buen motivo de reflexi¨®n para el partido del Gobierno y para el resto de la representaci¨®n parlamentaria.
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