?A la OTAN por mayor¨ªa?
LA LUZ verde encendida en Roma por el Consejo Atl¨¢ntico para el ingreso de Espa?a en la OTAN se inscribe en un ambiente previamente caldeado por el anuncio del Gobierno espa?ol de su decisi¨®n de integrarse en la alianza. La vocaci¨®n atlantista de UCD ha entrado en una imperiosa fase ejecutiva desde la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo y el golpe de Estado frustrado del 23 de febrero. Al tiempo, la eventual renovaci¨®n el pr¨®ximo mes de septiembre de los acuerdos bilaterales con Estados Unidos para un nuevo per¨ªodo de cinco a?os favore ce la reconsideraci¨®n de la estrategia global de nuestra pol¨ªtica de defensa.La cuesti¨®n del ingreso de Espa?a en la Alianza del Atl¨¢ntico Norte no puede ser abordada mediante esquemas simplistas o maniqueos que adjudiquen a los partidarios de esa decisi¨®n el monopolio del esp¨ªritu democr¨¢tico y a sus adversarios la etiqueta de tercermundistas irresponsables o de prosovi¨¦ticos. Ni los proatlantistas desean, en su mayor¨ªa, arrastrar a nuestro pa¨ªs hacia la guerra fr¨ªa o hipotecar la soberan¨ªa nacional ni los adversarios de la entrada de Espa?a en la OTAN son, por principio, saboteadores del mundo occidental o simpatizantes del bloque sovi¨¦tico.
Las vacilaciones y las cr¨ªticas respecto a nuestro ingreso en-la OTAN se extienden desde medios de opini¨®n cercanos al golpismo hasta la izquierda extraparlamentaria, pasando por algunos sectores minoritarios del centrismo; por los ¨®rganos directivos del PSOE y por los comunistas. El desagrado con el que la ultraderecha contempla el eventual ingreso de Espa?a en la alianza atl¨¢ntica guarda estrecha relaci¨®n con su temor a una p¨¦rdida de influencia sobre aquellos sectores militares en los que se mantenga viva la tentaci¨®n golpista. Si no fuera por el ejemplo de Grecia y de Turqu¨ªa, dos pa¨ªses miembros de la OTAN donde las instituciones democr¨¢ticas fueron derribadas por la fuerza, y por el recuerdo del Portugal salazarista, socio temprano de la alianza atl¨¢ntica, la resistencia de la ultraderecha al ingreso de Espa?a en la OTAN podr¨ªa ser esgrimida como un eficaz argumento por el Gobierno. Pero la pertenencia a la alianza no descarta la posibilidad de que nuestros eventuales asociados consideraran en su d¨ªa como asunto interno un golpe de Estado realizado -como en la Grecia de los coroneles- con los planes log¨ªsticos y con el armamento de la propia OTAN. Es cierto que algunos sectores de la izquierda extraparlamentaria -o parlamentaria- se oponen tambi¨¦n a la entrada de Espa?a en la OTAN por su identificaci¨®n con la geopol¨ªtica sovi¨¦tica. Ahora bien, en este caso la campa?a de agitaci¨®n contra la alianza atl¨¢ntica camina de la mano con la oposici¨®n frontal a los pactos bilaterales con Estados Unidos, cosa que no ocurre con el PSOE y el PCE. Porque tanto los socialistas como los comunistas espa?oles se han manifestado a favor de la renvaci¨®n los acuerdos militares con Norteam¨¦rica, si bien matizan su alcance y sus condiciones.
Los partidos socialistas europeos, cofundadores de la OTAN, no son criticados por el PSOE, que simult¨¢neamente admite la necesidad,de la Alianza Atl¨¢ntica y no considera conveniente en cambio el ingreso de Espa?a en su seno. Los planteamientos de los socialistas espa?oles no resultan a veces suficientemente claros en su exposici¨®n y adolecen de ciertas incoherencias. Sin embargo, cualquier juicio de intenciones en contra de su occidentalismo resulta absurdo si no es mal¨¦volo.
A la vista de este complicado panorama, re.sulta imposible apoyar el procedimiento elegido por Leopoldo Calvo Sotelo para adoptar a toda prisa, casi sin explicaciones, sin un debate previo, y con una cierta arrogancia, una decisi¨®n cuyas zonas de luces y sombras se hallan casi igualadas y cuyas repercusiones para el futuro de Espa?a son enormes. Y esto hay que decirlo aun desde la suposici¨®n o el convencimiento que. algunos tienen de que recientes atentados terroristas puedan tener origen en movimientos internacionales tendentes a evitar la incorporaci¨®n de nuestro pa¨ªs a la Alianza. Nada sabe la opini¨®n p¨²blica sobre los costes econ¨®micos de nuestro ingreso en la OTAN. La ignorancia es casi total en lo que se refiere a los compromisos defensivos y nujoleares que llevar¨ªa consigo esa integraci¨®n. Tampoco parecen haber sido evaluadas las consecuencias de esa decisi¨®n respecto a los pa¨ªses ¨¢rabes que nos suministran petr¨®leo y al resto de nuestra pol¨ªtica exterior. Lo ¨²nico que de verdad conocemos es que el presidente del Gob.ierno, en la soledad de su despacho o en compa?¨ªa de los ministros o de representantes de otras -instituciones nacionales o extranjeras, ha resuelto que esa decisi¨®n la aprueben las Cortes aunque sea por mayor¨ªa simple, sin prestar atenci¨®n o tomando a broma la amenaza del PSOE de retirar en el futuro a Espa?a de la OTAN en el caso de conseguir mayor¨ªa en el Congreso.
Sin esa informaci¨®n y sin ese debate previos, cualquier toma de posici¨®n corre el peligro de convertirse en doctr¨ªnaria e ideol¨®gica- Creemos que esa discusi¨®n de ¨¢mbito nacional es absolutamente necesaria y que su omisi¨®n podr¨ªa a?adir crispaciones y tensiones altamente perjudiciales para nuestra convivencia. Los antialiancistas tienen derecho a sdr escuchados sin que se abatan sobre su imagen p¨²blica campa?as gubernamentales de desprestigio basadas en su supuesta falta de lealtad a los valores de la democracia occidental. Los ciudadanos tienen derecho a saber y a pronunciarse sobre el significado y raz¨®n de la pertenencia a un bloque, militar, las condiciones que se exigen y los compromisos que se adquieren.
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