La crisis de Italia
UNA PU?ALADA florentina es frecuente en los usos y costumbres de la alta pol¨ªtica italiana; la de Bettino Craxi -partido socialista- al Gobierno de coalici¨®n presidido por Forlani -Democracia Cristiana- es mortal. Craxi se ha negado al medio arreglo de la crisis por la simple sustituci¨®n del ministro de Justicia, dimitido en el esc¨¢ndalo de la logia P-2; le ha dejado desnudo y s¨®lo ante el esc¨¢ndalo. Un esc¨¢ndalo singular: ata?e directamente a cuestiones de corrupci¨®n, de venta de favores, de perte nencia a una sociedad secreta. La masoner¨ªa no est¨¢ prohibida en Italia, pero s¨ª para la Democracia Cristiana, como partido cat¨®lico. Y la logia P-2 (Propaganda 2) parece que va m¨¢s all¨¢ de la masoner¨ªa usual y bonachona de los venerables: hay estafa, evasi¨®n de capitales, contactos con la Mafia. Dicen que un intento de golpe de Estado. Una mezcla de banqueros y rufianes, generales y chantajistas, polic¨ªas y ladrones, jueces y chantajistas, periodistas y conspiradores. Una ?segunda Italia? en la sombra, dicen algunos. Probablemente exageran, proba blemente hay una inflaci¨®n en todo ello, una mezcla de inocentes y culpables que en el plano de la superficie est¨¢n resultando todos culpables: porque los servicios que deb¨ªan prestar al Estado los tomaban de ¨¦l, sabi¨¦ndolo o sin saberlo. Hay quien ve que el pu?al florentino tiene un orfebre. Unos apuntan a los grupos neofascistas (en realidad, el fascismo eterno), que han movido los hilos para tenderle una trampa a la democracia y mostrarla empapada en barro. Otros, al partido comunista: es el ¨²nico del Parlamento cuyos miembros est¨¢n indemnes, fuera de sospecha. ?En qu¨¦ se aprovechar¨ªa? De una debilidad de los otros -sobre todo, de la Democracia Cristiana-, que esta vez tendr¨ªan que pedirle ayuda para seguir gobernando.
El pu?al visible, el del Partido Socialista italiano, apunta a una soluci¨®n. Se ofrece a s¨ª mismo. Una pretensi¨®n audaz en un partido con s¨®lo el 10% de los esca?os. Pero un partido que va creciendo, que tiene al presidente de la Rep¨²blica -Pertini- y que ya ofreci¨® a Craxi en la crisis de 1979, que ha ido ganando esca?os en las elecciones locales y abrazando las causas del ?sentido com¨²n?, las de un centrismo moderado (dominada por Craxi el ala izquierda), para el cual el refer¨¦ndum m¨²ltiple ha supuesto un ¨¦xito de sus tesis (no as¨ª para la DC, a la cual la p¨¦rdida de la cuesti¨®n del aborto hiri¨® gravemente, y esta gravedad se a?ade al esc¨¢ndalo y a su soledad de ahora). Lo que ofrecen los socialistas es ?un aire de cambio? en un Gobierno presidido por ellos y formado por una coalici¨®n amplia. Con lo que amenazan es con el bloqueo de salidas a la crisis, hasta el punto de que haya que disolver el Parlamento y convocar elecciones generales: creen que esta vez la DC perder¨ªa, que descender¨ªa el PC y que ellos subir¨ªan. No tanto como para construir una mayor¨ªa -eso no es ni siquiera un sue?o-, pero s¨ª para explotar su posici¨®n frente a la debilidad de los otros. Craxi se mira en el espejo de Mitterrand, cree que vuelve a Europa la hora del socialismo (moderado, socialdem¨®crata) y que Italia puede alcanzar algo de ese movimiento.
Un sutil hilo de negociaciones, conversaciones, alianzas, promesas comienza a tenerse en estos momentos. Pertini ha pedido a Forlani que intente de nuevo formar Gobierno. Puede ser un tr¨¢mite, pero la sensaci¨®n es la de que esta vez no b¨¢star¨¢ con simples maniobras. La opini¨®n p¨²blica est¨¢ alertada, inc¨®moda. El nuevo esc¨¢ndalo va m¨¢s all¨¢ que los anteriores. Y el estilo cl¨¢sico ya no basta.
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