La reforma democr¨¢tica no ha pasado del BOE a la aulas
La joven democracia espa?ola parece haber aceptado con demasiada facilidad el c¨®modo y un tanto gen¨¦rico principio de que la escuela suele ir siempre muy por detr¨¢s de la evoluci¨®n de las ideas. Del an¨¢lisis de unos cuantos aspectos del sistema educativo se obtiene la impresi¨®n de que si el golpe del 23 de febrero hubiese triunfado, la nueva dictadura apenas necesitar¨ªa introducir el menor cambio en una escuela que, en la pr¨¢ctica, sigue en la misma situaci¨®n en que se encontraba al comenzar el curso 1975-76.
No quiere esto decir que la Administraci¨®n educativa de los sucesivos Gobiernos de la transici¨®n democr¨¢tica no se haya preocupado de legislar en una direcci¨®n positiva. Como se ver¨¢ de inmediato no es precisamente legislaci¨®n lo que falta. Lo que sucede es que, como dec¨ªa hace muy pocas semanas un inspector t¨¦cnico de EGB en un coloquio p¨²blico sobre la reforma de la educaci¨®n b¨¢sica, ?el BOE no mueve la educaci¨®n de un pa¨ªs?.?El sistema educativo constituyeuna base imprescindible para el logro de una sociedad democr¨¢tica en la cual la convivencia pacifica y arm¨®nica permita la realizaci¨®n del individuo en todas sus dimensiones, ordene su contribuci¨®n al bienestar de los dem¨¢s y considere el respeto mutuo como valor general y de obligada aceptaci¨®n?. As¨ª reza el pre¨¢mbulo de sendas ¨®rdenes ministeriales de Educaci¨®n y Ciencia, de 29 de noviembre de 1976 y 6 de octubre de 1978, por las que se establecen nuevos contenidos en las orientaciones pedag¨®gicas del ¨¢rea social en la segunda etapa de la educaci¨®n general b¨¢sica.
La segunda de estas ¨®rdenes ministeriales, mucho m¨¢s precisa, progresista y ambiciosa que la primera, se?ala una serie de objetivos de inequ¨ªvoca voluntad reformadora. Entre estos objetivos figuran el de ?preparar para el ejercicio y respeto de los derechos y deberes de ciudadan¨ªa las libertades democr¨¢ticas y los derechos humanos fundamentales? o el de ?desarrollar el esp¨ªritu cr¨ªtico, la capacidad de autonom¨ªa moral y el sentido de responsabilidad que permitan descubrir e interpretar los valores de la sociedad y defenderse de todo tipo de manipulaci¨®n?. Finalmente, las nuevas orientaciones pedag¨®gicas se proponen que el alumno llegue a ?alcanzar un compromiso personal y social de solidaridad, defensa y apoyo a la democracia, a los valores humanos esenciales y a la patria?.
Clima de libertad
Los objetivos, pues, est¨¢n claros. Como las orientaciones espec¨ªficas ?para la actuaci¨®n docente?, que tambi¨¦n desmenuza la citada orden ministerial. ?El logro de los objetivos generales de la educaci¨®n?, dice en concreto el Ministerio de Educaci¨®n y Ciencia, ?est¨¢ muy condicionado a la personalidad del profesor y a sus actitudes ante los alumnos, ya que de ello depender¨¢, fundamentalmente, el clima de libertad y responsabilidad en que ha de desarrollarse el trabajo escolar?. Tambi¨¦n dice que ?la escuela debe tener una organizaci¨®n comunitaria que estimule la fijaci¨®n de esas actitudes y esquemas de comportamientos positivos, lo cual depender¨¢, m¨¢s que de la adquisici¨®n de conocimientos programados, de la calidad de las relaciones interpersonales que caracterizan al centro y de las relaciones que el profesor establece con sus alumnos y ayuda a crear entre ellos en el aula y fuera de ella, as¨ª como de su apertura a la comunidad circundante?.
Objetivos, orientaciones para la actuaci¨®n docente, sugerencias metodol¨®gicas... Sucede, no obstante, que todo esto no ha pasado del Bolet¨ªn Oficial del Estado a la pr¨¢ctica. Ni el BOE ni la revista Vida Escolar, donde el Ministerio reproduce puntualmente sus orientaciones pedag¨®gicas, suelen llegar a las manos de la gran mayor¨ªa de los maestros. Todo lo m¨¢s, los profesores se encuentran de pronto con,una interpretaci¨®n concreta de los nuevos contenidos propuestos por la Administraci¨®n en la forma de un determinado libro de texto. Pero la explicitaci¨®n de los objetivos, las sugerencias metodol¨®gicas, la revisi¨®n de pautas de conducta, esa reconsideraci¨®n permanente de ?las relaciones que el profesor establece con sus alumnos?, a las que alud¨ªa la orden ministerial citada, se diluyen en la propia tinta del Bolet¨ªn Oficial del Estado.
En el caso concreto de las ¨®rdenes ministeriales a que nos venimos refiriendo hay que advertir que tuvieron su reflejo en algunos libros de texto, no en todos. En unos casos, en forma de separatas ofrecidas por los editores a las escuelas; en otros, mediante la incorporaci¨®n en las ¨²ltimas ediciones de unas cuantas lecciones a?adidas al final del temario de geograf¨ªa e historia o de ciencias sociales, bajo el ep¨ªgrafe de educaci¨®n ¨¦tica y c¨ªvica.
Seg¨²n se desprende de las declaraciones de algunos directores escolares, muchos profesores han venido dando a estas lecciones el mismo tratamiento que a las de educaci¨®n c¨ªvico-social de los programas de hace algunos a?os y que a las de formaci¨®n del esp¨ªritu nacional de ¨¦pocas anteriores, es decir, ninguno.
Por supuesto que se trata de una mera impresi¨®n no contrastada y bastante generalizadora que no puede pasar por encima del respeto hacia los numerosos maestros comprometidos con la defensa de la democracia, maestros que reflejan sin el menor g¨¦nero de dudas este compromiso, por ejemplo, en el importante movimiento de las escuelas de verano o en los m¨¢s variados movimientos, cooperativas y asociaciones de educaci¨®n popular nacidas, o renacidas en algunos casos, a lo largo de los a?os de la transici¨®n en todas las regiones y nacionalidades.
Actualizaci¨®n del profesorado
En cualquier caso, se trata de iniciativas de car¨¢cter particular, asumidas en la mayor¨ªa de los casos por las diputaciones y ayuntamientos democr¨¢ticos y aceptadas con escaso entusiasmo, cuando no con recelo, por la Administraci¨®n. Una Administraci¨®n que no acaba de encontrar f¨®rmulas eficaces para resolver el eterno problema de la actualizaci¨®n del profesorado; que tarda demasiado en poner en marcha la reforma de las escuelas del Magisterio, que profesores y alumnos vienen demandando desde hace muchos a?os, y que no ha demostrado el menor entusiasmo a la hora de llevar a las escuelas, a los institutos de bachillerato y a los centros de formaci¨®n profesional la ense?anza del ordenamiento constitucional, introducido en los respectivos planes de estudio con la espectacularidad de una norma con rango de ley.
La ense?anza del ordenamiento constitucional se introdujo en los planes de estudio de bachillerato y formaci¨®n profesional por una ley aprobada por el Parlamento y sancionada por el Rey el 3 de octubre de 1979. Los grupos parlamentarios de la oposici¨®n, que no lograron su prop¨®sito de que estas ense?anzas tuvieran el rango de asignatura independiente, calificaron la discusi¨®n de esta ley como una p¨¦rdida de tiempo o como un gesto m¨¢s o menos solemne, pero, en cierto modo, innecesario, puesto que el Gobierno no necesitaba llevar al Parlamento lo que, en definitiva, no es sino una mera cuesti¨®n de plan de estudios.
La reivindicaci¨®n del car¨¢cter de asignatura para la ense?anza de la Constituci¨®n permanece. La primera promoci¨®n de alumnos del Centro de Estudios Constitucionales, que en los pr¨®ximos d¨ªas finalizar¨¢n los estudios de Derecho Constitucional y Ciencia Pol¨ªtica, iniciados hace dos a?os, han vuelto a revitalizar el tema.
Los responsables de la Administraci¨®n educativa objetaron en su
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d¨ªa que el tema no ten¨ªa por qu¨¦ ser separado de aquellas materias que conforman la formaci¨®n social y human¨ªstica de nuestros estudiantes. Recordaron el escaso inter¨¦s de asignaturas similares impartidas en el pasado y bautizadas por la tradici¨®n estudiantil con la peyorativa calificaci¨®n de mar¨ªas.
Los argumentos de la Administraci¨®n no carecen, probablemente de fundamento, pero no impiden que exista la impresi¨®n de que la Constituci¨®n se ha introducido con la misma meritalidad as¨¦ptica con que se sustituyen unos contenidos por otros en cualquier mater¨ªa del programa.
Aparte de que no ha habido programas de formaci¨®n dirigidos al profesorado encargado de impartir los nuevos contenidos, ni siquiera se ha ensayado la posibilidad dc publicar folletos para profesores y alumnos, editar carteles similares al tan difundido testamento de Franco, hasta hace muy poco existente en algunas escuelas, o realizar mesas redondas con los parlamentarios de la provincia, como de forma expresa se sugiere en una de las circulares ministeriales a las que antes se alud¨ªa.
Metabolizar la Constituci¨®n
Tras el intento de golpe del 23 de febrero, las juventudes de los cuatro principales partidos parlamentarios han comprendido la necesidad ?de hacer algo en la escuela?. Se ha puesto en marcha una campa?a en este sentido, coordinada por la Direcci¨®n General de la Juventud, del Ministerio de Cultura. Por medio de carteles, pegatinas, colecciones de cromos, discos y casetes se intentar¨¢ sensibilizar a los ni?os en los valores democr¨¢ticos que inspiran nuestra Constituci¨®n. ?M¨¢s que de informar?, en palabras de uno de los organizadores de la campa?a, ?se trata de metabolizar la Constituci¨®n en los escolares?.
Pero se trata, una vez m¨¢s, de una iniciativa extra?a a la escuela y a la propia Administraci¨®n educativa. Entretanto, ni los libros de texto ni el estilo educativo parecen suficientemente impregnados de la filosof¨ªa democr¨¢tica que inspira la propia legislaci¨®n.
Lo acaban de recordar los educadores reunidos recientemente por el ICE de la Universidad Aut¨®noma de Madrid para estudiar los programas renovados de la EGB, que el Ministerio se propone incorporar en les pr¨®ximos cursos. ?Una mera renovaci¨®n de programas es insuficiente para adecuar el sistema educativo a la situaci¨®n social espa?ola derivada de la crisis econ¨®mica, el mapa auton¨®mico y la democracia?.
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