Keith Jarret: no se encendi¨® la bombilla
Keith Jarret, el gran pianista, el recuperador para las masas de la ac¨²stica y de la soledad del instrumento, uno de los mayores vendedores de jazz en la actualidad, se present¨® en Barcelona. Era el abarrotado Palau de la M¨²sica, era el pasado lunes por la noche y eran unas entradas que iban desde las seiscientas a las 1.900 pesetas.Keith Jarret se nos ven¨ªa encima encumbrado en sus rarezas y su genialidad, concretadas ambas en su ¨¢lbum de piano s¨®lo, que contiene diez elep¨¦s. De este ¨¢lbum se han vendido unos 35.000 ejemplares, que multiplicados por diez, reflejan hasta qu¨¦ punto es considerado este hombre.
El p¨²blico, o mejor el ambiente que reinaba entre, dicho p¨²blico, parec¨ªa el propio de un concierto de cl¨¢sica. Eran los mismos silencios, la misma atenci¨®n amenazadora y generalizada hacia el que tose durante un pian¨ªsimo, esa misma circunspecci¨®n que s¨®lo estalla al final de la pieza y que contrasta vivamente con lo habitual en un concierto de jazz o de rock.
Pero es que en el p¨²blico se en contraba la clave de lo que suced¨ªa, o al menos una parte sustancial. Keith Jarret sale dispuesto a buscar la inspiraci¨®n permanente, su actuaci¨®n pretende ser una sucesi¨®n de improvisaciones brillantes que se entrelazan con variada fortuna y su actitud parece la de quien est¨¢ tocando m¨¢s para s¨ª mismo que para los dem¨¢s. Pero, y aqu¨ª entra el p¨²blico, hace todo eso con un cierto af¨¢n exhibicionista, como si la gente que ha pagado esos dineros tuviera adem¨¢s que correr el riesgo (obligado, no volitivo) de esperar un buen d¨ªa del genio. Si no se da ese d¨ªa, tanto peor para todos.
Y, por desgracia, no tuvo el d¨ªa. Claro que su discurrir por el piano estaba lleno de buenos detalles, pero faltaba un sustento, una base sobre la que apoyar esos detalles. Faltaban las composiciones, el clima, algo que uno pudiera llevarse a casa entre tanto fuego artificial previsible.
La m¨²sica de Jarret es ecl¨¦ctica, de donde raramente resulta aburrida. Puede pasar de un rythm and blues a un cierto tono salsero o brasile?o. Puede realizar citas de todos los cl¨¢sicos que se han ocupado del piano, tal como Liszt, Chopin, Beethoven o Bach, el bello antecesor. Posee dramatismo, sexo y ternura, se le escuchan momentos de emoci¨®n genuina, pero otras veces aquello parec¨ªa un poco teatral, de una emotividad forzada y, finalmente, fr¨ªa.
Su misma forma de estar en escena, su gestualidad, sus gritos y gemidos guturales no se correspond¨ªan con la m¨²sica que estaba haciendo, y de hecho interfer¨ªan con ella. Su mano derecha era tan prodigiosa como su utilizaci¨®n de los pedales, pero su concierto resultaba lineal.
Eso s¨ª, repiti¨® tres veces gracias a la insistencia de un grupo de las alturas, y fue precisamente en esas breves repeticiones donde mejor estuvo, ofreciendo momentos de verdadera belleza.
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