Cuando las lenguas delinquen
A principios de siglo se hizo famosa la m¨¢xima del pol¨ªtico conservador y primer ministro del Gobierno espa?ol Antonio Maura, seg¨²n la cual ?el pensamiento no delinque?. Parecidamente, es l¨®gico afirmar que las lenguas no delinquen, sino que lo que se dice, sea cual fuere la lengua en que se expresa, s¨ª que puede ser materia de delito. Pero la historia reciente nos ha demostrado que, ya desde los inicios de la desdichada guerra civil de 1936-1939, el catal¨¢n -y, por supuesto, el vascuence y el gallego- fue tipificado como lengua en s¨ª delictiva. En el barullo pol¨¦mico que a menudo alzan hoy algunos, se olvidan las lecciones de esta historia reciente, cuando un r¨¦gimen que imper¨® casi cuarenta a?os consider¨® como uno de sus leitmotiv, de sus pilares, el castigo de las lenguas que, per se, eran delictivas. Veamos una docena, entre los centenares de ejemplos, que podr¨ªamos aducir.La hostilidad contra los catalanes huidos a la zona de Franco ha sido recogida por muchos autores. El consecuente falangista Jos¨¦ Mar¨ªa Fontana Tarrats explic¨®, en su obra Los catalanes en la guerra de Espa?a, que ?nuestra costumbre de hablar en catal¨¢n nos dio bastantes disgustos ( ... ). Quien tuvo por este motivo una bronca m¨¢s que regular fue don Paco Torras, el gran industrial de Granollers, ex diputado y ex senador, c¨¦lebre en Catalu?a por su espa?olismo a ultranza y por su denodada enemiga al catalanismo?. Por la misma raz¨®n se explica que el delegado de orden p¨²blico de San Sebasti¨¢n aplicara las siguientes multas: ?A Jos¨¦ Juan Jubert, cien pesetas, y a Javier Gilbert Porrera, cien pesetas, por hablar en catal¨¢n de mesa a mesa en el comedor de un hotel? (diario Unidad, 7 de enero de 1938).
La conquista de Barcelona, en 1939, fue el inicio de una expl¨ªcita voluntad genocida contra la lengua catalana. Don Eliseo Alvarez Arenas, jefe de los servicios de ocupaci¨®n, dec¨ªa en uno de sus primeros bandos: ?Estad seguros, catalanes, de que vuestro lenguaje en el uso privado y familiar no ser¨¢ perseguido? (27 de enero de 1939). Generos¨ªsima concesi¨®n.
El diario falangista Solidaridad Nacional (29 de agosto de 1939) :detallaba las sanciones impuestas por el gobernador civil: ? Multa de 10.000,pesetas a la casa comercial La Saldadora, por la publicaci¨®n de anuncios no redactados en el idioma nacional. Multa de mil pesetas y destituci¨®n del alcalde del Ayuntamiento de Teya, por empleo del dialecto catal¨¢n en las comunicaciones oficiales. Multa de mil pesetas y destituci¨®n del alcalde de San Agust¨ªn de Llusanes, por lo mismo que el anterior?. Cuatro meses antes, el Abc de Sevilla (30 de abri de 1939) glosaba el hecho de que el ?Ayuntamiento de Bar celona ha establecido un plazo para que todos los r¨®tulos y reclamos p¨²blicos sean redactados en castellano, dando con ello los comerciantes y anunciantes una prueba de adhesi¨®n a lo que ha sido base y motor del glorioso movimiento?. El doctor Torrent, vicario general de Barcelona, tu vo que publicar una nota dictada por la coacci¨®n: ?Accediendo a las indicaciones que nos han sido hechas por las dign¨ªsimas autoridades de la provincia, rogamos a los reverendos rectores de iglesias, en la seguridad de que nuestro ruego ser¨¢ devotamente aten dido, que en los actos de culto p¨²blico que se celebren en sus respectivos templos no se use otra lengua vern¨¢cula (sic) que la len gua espa?ola? (Bolet¨ªn Oficial Eclesi¨¢stico del Obispado de Barcelona, el 15 de Marzo de 1939). Desaparecido el Full Parroquial biling¨¹e, y, por ello el Abc de Sevilla (14 de febrero de !939), pod¨ªa escribir, antes de la orden del doctor Torrent, que ?empieza a publicarse la Hoja Parroquial y en todas partes se predica en castellano?.
Luis de Galinsoga, impuesto como director del peri¨®dico, era el profeta de los delirios uniformadores al escribir: ?Porque la consigna es clara y no tiene efugios: si queremos ser dignos de esta redenci¨®n y honrar a quien nos ha redimido, todos los espa?oles debernos hacer tres cosas: pensar como Franco, sentir como Franco y hablar como Franco, que hablando, naturalmente, en el idioma nacional, ha impuesto su victoria? (La Vanguardia Espa?ola del 8 de junio de 1939).
Pero era imposible acallar brutalmente las m¨²ltiples expresiones de una lengua milenaria.
Por ello se comprende que Solidaridad Nacional (31 de marzo de 1939) se lamentara de que ?en Barcelona, a pesar de que lleva mos m¨¢s de dos meses de antimarxismo y antiseparatismo, todav¨ªa pueden verse letreros en catal¨¢n en numerosos comercios y balcones. Sabemos que las autoridades han dado las oportunas ¨®rdenes para que desaparezcan. ?Por qu¨¦ no han desaparecido? Eso es lo que quisi¨¦ramos saber?. Todav¨ªa el 16 de diciembre de 1939 pod¨ªa leerse en El Noticiero Universal. ?Asimismo se ha de tenido a Ram¨®n Gelabert Abanco, acusado de haber vendido dos talonarios de loter¨ªa redactados en catal¨¢n?. El pueblo llano, y no s¨®lo los intelectuales que no se hab¨ªan exiliado, manten¨ªan el arraigo natural a su lengua pro pia. Esta actitud, insistimos, tan natural, movi¨® al gobernador civil de Barcelona, Wenceslao Gonz¨¢lez Oliveros, a promulgar, en 1940, una incre¨ªble y dr¨¢stica orden: ?A partir del d¨ªa primero de agosto pr¨®ximo, todos los funcionarios interinos de las corporaciones provinciales y municipales de esta provincia, cualquiera que sea su categor¨ªa, que, en acto de servicio, dentro o fuera de los edificios oficiales, se expresen en otro idioma que no sea el oficial del Estado, quedar¨¢n ipso facto destituidos, sin ulterior re curso. Si se tratase de funciona rios de plantilla, titulares o pro pietarios en tales corporaciones, y se hallaren pendientes de depuraci¨®n, dicha falta determina la conclusi¨®n del expediente en el estado en que se hallare y la inmediata destituci¨®n del transgresor, sin ulterior recurso? (Solidaridad Nacional del 30 de junio de 1940). Pero la caza de brujas contra la lengua catalana no se limitaba a Barcelona, sino que se-extend¨ªa a todo el territorio catal¨¢n. As¨ª, en Valls, seg¨²n el Diario Espa?ol, de Tarragona (6 de junio de 1939), hab¨ªan sido impuestas cuatro multas: ?A don Valerio Llusa Guasch, vecino de Valls, quinientas pesetas, por usar en sus relaciones comerciales facturas impresas en idioma no espa?ol. A don Salvador Figuerola Blasi, vecino de Valls, quinientas pesetas, por tener el r¨®tulo del establecimiento de su propiedad en catal¨¢n. A don Francisco Magrina, vecino de Valls, quinientas pesetas, por tener escrito en catal¨¢n el r¨®tulo de la industria de su propiedad. A don Jos¨¦ Catal¨¢ Oliva, vecino de Valls, cien pesetas, por tener escrito en catal¨¢n un r¨®tulo de propaganda de su profesi¨®n?. As¨ª legislaban los separadores de los a?os cuarenta.
El a?orado Dionisio Ridruejo, que particip¨® en la ocupaci¨®n de Barcelona, en su libro. Escrito en Espa?a resum¨ªa la voluntad de castigo y de destrucci¨®n de una lengua delictiva: ?Durante a?os fueron prohibidas todas las manifestaciones escritas y las oralmente p¨²blicas en idioma regional. Los institutos de cultura, cerrados. La ense?anza del idioma, proscrita; los r¨®tulos comerciales, traducidos, y las ciudades y pueblos, llenos de impertinentes recomendaciones: "Hablad espa?ol", "Hablad el idioma del Imperio", etc¨¦tera?. Y Pedro La¨ªn Entralgo, en una entrevista en Serra dOr, de 1970, confesaba que ?la actitud anticatalana, debo decirlo, fue dur¨ªsima a partir del principio de la guerra civil. Fue uno de los hechos, no el ¨²nico, aunque ¨¦ticamente puede que sea el m¨¢s grave, por el que debemos entonar un mea culpa?.
Con el hundimiento de Hitler y Mussolini, el intento genocida se dulcific¨® y, gracias al esp¨ªritu de resistencia de nuestro pueblo, se alcanzaron nuevas cotas de libertad ling¨¹istica.
Durante la transici¨®n y la reforma, en Catalu?a, a pesar de ese sistem¨¢tico ataque de cuarenta a?os a las ra¨ªces de su ser, no ha reaccionado con resentimiento, sino que ha sido, seg¨²n se reconoc¨ªa hasta que soplaron vientos de fronda, un modelo de voluntad autonomista, exigente, pero sin violencias. Despu¨¦s del 23 de febrero se han levantado unas voces oscuras, orquestadas y probablemente teledirigidas que han inventado fantasmas de discriminaci¨®n contra la otra lengua oficial, el castellano. Pero, ?c¨®mo es posible que gente culta de fuera de Catalu?a todav¨ªa haya dado cr¨¦dito a un supuesto, absurdo e imposible intento de genocidio a la inversa?, ?por qu¨¦ no se admite de una vez que escribir en catal¨¢n es normal y no contrapuesto al castellano, sino compatible?, ?no ha sido el profesor Joan Coromines, cuyo catalanismo monol¨ªtico es indiscutible, quien ha publicado el mejor diccionario etimol¨®gico de la lengua catalana? Debo recordar que Coromines, en carta a Antonio Tovar, se neg¨® a aceptar la propuesta de ingreso en la Real Academia Espa?ola mientras el catal¨¢n fuera perseguido. Y si se me permite aducir una modesta aportaci¨®n personal, dir¨¦ que el amor a mi lengua catalana y el haber publicado en ella diez libros no ha sido obst¨¢culo para que escribiera una versi¨®n m¨¦trica del Poema de M¨ªo Cid, prologada por D¨¢maso Alonso.
Es triste tener que repetir peri¨®dicamente hechos harto sabidos sobre la lengua y la cultura catalanas. Por fortuna, la l¨ªnea editorial de EL PAIS ha sido ejemplar sobre este tema y ha demostrado con inteletto d'ampre que son m¨¢s de los que pensamos los intelectuales no cerriles ante el hecho catal¨¢n. Frente a las voces oscuras. a que alud¨ªa, voces amigas se han levantado desde EL PAIS, o desde otras tribunas, para, desmentir las calumnias y las manipulaciones sobre la situaci¨®n del castellano en Catalu?a. Aranguren y Tovar, viejos amigos, que ya participaron en aquellos memorables coloquios, presididos por Carles Riba, entre intelectuales de lengua catalana y lengua castellana en los congresos de poes¨ªa de Segovia, Salamanca y Santiago, o en reuniones clandestinas en Toledo, Can Bordoi o L'Arnettla del Vall¨¦s. Y tambi¨¦n han terciado favorablemente ahora escritores de las nuevas generaciones radicados en Madrid.
Que quede claro que la lengua catalana sigue en condiciones de inferioridad y que nuestra cultura es de peaje, seg¨²n la feliz expresi¨®n de Joan Triadu. Pero, a pesar de todo, es patente nuestra voluntad de di¨¢logo, de respeto constitucional, de adhesi¨®n al Rey y de uso, sin cors¨¦s impuestos, de la otra lengua oficial espa?ola. Es injusto, doloroso e indignante que se nos atribuyan, respecto a ella, prop¨®sitos tan sombr¨ªos como los que el r¨¦gimen anterior aplic¨® a la lengua catalana.
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