Medicaci¨®n y revisiones continuas, primera consecuencia de una enfermedad desconocida
A las diez de la ma?ana, la cafeter¨ªa situada bajo el ambulatorio del Alto de Extremadura se llena de enfermos que han venido a hacerse an¨¢lisis de sangre muy temprano y reponen fuerzas antes de que comiencen las consultas. Con el caf¨¦ muchos toman pastillas y comentan las diferentes dolencias familiares, porque la mayor¨ªa viene en grupos de padre-madre-hijos-hermanos, y si hay alguno solitario, probablemente la familia sigue ingresada en cualquiera de los ocho hospitales de Madrid que han acogido enfermos de la dichosa neumon¨ªa at¨ªpica.Luego, en la planta primera, donde est¨¢ instalado el centro de seguimiento de pacientes, a cargo de un equipo de tres m¨¦dicos internistas del Hospital Cl¨ªnico de Madrid y un pediatra, los enfermos o ex pacientes que, en buena medida, contin¨²an si¨¦ndolo, se desplazan con sus papeles cl¨ªnicos por los bancos de madera de cada consulta. Una vez recogidas las muestras de sangre, vienen las placas radiol¨®gicas, y luego, con los grandes sobres en la mano, esperan su turno con una paciencia sorprendente. Hay pacientes que realizan hoy su primer control de seguimiento y otros que han pasado cuatro y cinco veces por estos despachos de la primera planta, desde que se abri¨® el centro de seguimiento, har¨¢ unos treinta d¨ªas.
Secuelas de la enfermedad
Hay ni?os -alguno con huellas de la erupci¨®n cut¨¢nea de la neumon¨ªa at¨ªpica en el rostro- que corren desesperados de tanta inactividad entre los bancos de las escuetas salas de espera. En el ¨²ltimo banco de la consulta 105, un muchacho solitario espera pasar su control quincenal. ?La verdad es que no me encuentro bien. Las placas no dan ninguna se?al de lesi¨®n en el pulm¨®n, hoy ya ni me han hecho ninguna, me imagino que me dar¨¢n el alta, pero sigo sin estar bien. Juego un rato al f¨²tbol y me agoto por completo, adem¨¢s me he mareado ya varias veces y me duelen todos los m¨²sculos?. Francisco es de esta zona del Alto de Extremadura, donde la intoxicaci¨®n de aceite ha afectado a bastantes personas. Tiene veinte a?os y los padres siguen ingresados por el mismo motivo en el hospital Cl¨ªnico. El tambi¨¦n lo estuvo, catorce d¨ªas con fiebre alt¨ªsima, que fueron como una pesadilla, y, al final, una recuperaci¨®n que no llega a producirse del todo. ?Lo que no me explico es por qu¨¦, si todos tom¨¢bamos comida hecha con e mismo aceite, nos hayamos puesto malos todos menos m¨ª hermano mayor, que adem¨¢s es m¨¢s debilucho que yo. Claro que ¨¦l hace deporte y a lo mejor es bueno?. Un m¨¦dico joven, con una barba casi transparente, sale del despacho con un sobre en la mano, ??Francisco Guerrero?? El chico se levanta y desaparece tras la puerta blanca.
La consulta dura un promedio de quince minutos con cada paciente provisto de largos historiales cl¨ªnicos. En la espera, grupos de mujeres intercambian opiniones sobre sus situaciones respectivas. ?Es lo que digo yo?, comenta una anciana que viene acompa?ando a una hermana enferma, ?como no sab¨ªan lo que era, pues se han dedicado a atiborrar a la gente de medicamentos, y te dejan hecha polvo?. ?Y que lo diga usted, f¨ªjese c¨®mo estoy yo?, la mujer joven y gruesa ense?a los pies hinchados, los tobillos que parecen carecer de huesos. ?Digo yo que ser¨¢ de algo que he tomado. Porque mi ni?a ya est¨¢ bien, pero yo sigo necesitando medicaci¨®n?. Un banco m¨¢s atr¨¢s, otra mujer joven, con una ni?a de ocho a?os que contin¨²a algo enferma, se lamenta por haber comprado el aceite venenoso. ?Yo, que r¨ªo lo hab¨ªa gastado en mi vida, ya ve usted?, me explica, ?con menos de dos litros que hab¨ªamos consumido nos pusimos fatal. La ni?a que, ya ve, sigue con erupci¨®n en la piel, y mi marido que tiene unos dolores de cabeza terribles y no puede dormir. Y yo, pues me encuentro mal y deca¨ªda, porque uno se pregunta que a ver cu¨¢ndo se va a acabar esto. O si vamos a estar enfermos siempre?.
La puerta del centro de seguimiento se abre, dejando paso al chico del Alto de Extremadura. ?Ahora resulta que estoy peor?, dice, con un gesto de fatiga; ?aqu¨ª me han vuelto a mandar que tome m¨¢s medicaci¨®n, porque los an¨¢lisis de sangre no dan bien. Total, que nos moriremos viniendo a la consulta?. Un poco m¨¢s lejos, espera su turno, para pasar la primera revisi¨®n, un hombre de 55 a?os, ¨²nico enfermo de la at¨ªpica en la familia. La mujer y la ni?a de ocho a?os, consumidores todos del aceite a granel comprado a un vendedor ambulante, no han sufrido el menor da?o. ?Yo creo que mi marido lo cogi¨® tomando pinchos en los bares de la zona de M¨®stoles, que es donde trabaja, porque a ver si no, ?por qu¨¦ estamos bien nosotras??
M¨¦dicos frente a la neumon¨ªa: 'Estamos a la expectativa'
Los ¨²ltimos ni?os esperan ser atendidos por el pediatra pasada la una de la tarde. Casi nadie se encuentra bien, los cr¨ªos no se quejan, pero las madres, observadoras, contin¨²an preocupadas. ?Esta criatura sigue teniendo calambres y dolores musculares. Y f¨ªjese c¨®mo se le hinchan las manos?. Hay tambi¨¦n gente que experiment¨® una mejor¨ªa extraordinaria, para empeorar despu¨¦s con la misma celeridad. ?De todas formas?, comenta el jefe del equipo de seguimiento del Cl¨ªnico, ?es muy bajo el porcentaje de los enfermos que hemos tenido que enviar de vuelta al hospital. Lo que pasa es que estamos ante una enfermedad no caracterizada, de la que lo ignoramos casi todo. Pero yo dir¨ªa que s¨ª hay un cuadro cl¨ªnico com¨²n, en el que el ¨®rgano m¨¢s afectado no es el pulm¨®n. Pareci¨® serlo en un principio, pero digamos que en esta segunda fase de la enfermedad hay otras cosas?. Los m¨¦dicos afilan su cautela ahora m¨¢s que nunca. ?Es pronto para hablar de secuelas, y mucho menos de lesiones irreversibles. Hay que esperar a que se analicen los compuestos t¨®xicos del aceite, esperar a ver c¨®mo evolucionan los enfermos?. A mi pregunta de por qu¨¦ algunos enfermos empeoran, una internista joven del equipo responde, convencida: ?Porque muchos vuelven a ingerir aceite. Un chico que est¨¢ peor viene tomando pinchos de tortilla todos los d¨ªas en el mismo bar. Seguramente est¨¢n hechos con aceite t¨®xico?.
No hay demasiadas respuestas para los pacientes, que se quejan, la mayor¨ªa, de un cuadro cl¨ªnico similar. ?Hace un mes que me dieron de alta, despu¨¦s de doce d¨ªas de estar ingresada en la Cl¨ªnica de la Concepci¨®n?, comenta Angeles, una chica de treinta a?os, ?y la verdad es que me sigo encontrando mal desde entonces. Siento que no me responden los reflejos, estoy deprimida, cualquier golpecito insignificante que me doy, me duele extraordinariamente. No tengo ganas de nada, no puedo comer, ser¨¢ a lo mejor por el exceso de medicaci¨®n, pero, aunque he perdido cinco kilos, me encuentro hinchada?.
Para el doctor Lahoz, jefe del servicio de neumolog¨ªa de la: Fundaci¨®n Jim¨¦nez D¨ªaz, que ha instalado moment¨¢neamente su cuartel general en el piso octavo del sector privado, donde se encuentran los enfermos de la mal llamada neumon¨ªa at¨ªpica, la actitud respecto a esta enfermedad nueva y desconocida en todo el mundo no puede ser otra que la de una ?vigilancia expectante?.
La policl¨ªnica de seguimiento de enfermos dados de alta, instalada en este centro, sigue aproximadamente los mismos criterios de observaci¨®n y control que el resto de los hospitales. Respecto a los rumores m¨¢s o menos alarmantes que sigue suscitando la falsa neumon¨ªa at¨ªpica, el doctor Lahoz se muestra igualmente cauteloso, ?es pronto todav¨ªa para hacer ninguna clase de conjeturas. Pero, desde luego, al menos en este centro, no hemos tenido ning¨²n caso de enfermo que presentara alteraciones neurol¨®gicas. Tenga usted en cuenta que hay que considerar varios aspectos. Por un lado ,hay enfermos que se encuentran bien, pero a los que nosotros no vemos bien. Hay otros que se quejan de molestias, pero se trata de molestias leves, como dolores musculares por ejemplo, y luego hay un tercer aspecto, y es que cuando se re¨²nen ah¨ª fuera todos y empiezan a contarse sus males, la cosa se agrava mucho?.
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