Razones pol¨ªticas, econ¨®micas o pasionales, detr¨¢s del asunto de la droga guineana en Madrid
Hace apenas dos meses, un rumor lleg¨® hasta los ejecutivos m¨¢s influyentes en Guinea y se filtr¨® hasta algunos de los cuatrocientos cooperantes enviados por el Gobierno espa?ol: el embajador Evuna ,hab¨ªa ca¨ªdo en desgracia ante sus superiores. Por tanto, pod¨ªa ser cesado en cualquier momento. En los despachos de Malabo su cargo se consideraba fundamental para los intereses nacionales, complejos intereses amparados en ventas petroleras, minerales y estrat¨¦gicas, y, por lo visto, no estaba ofreciendo el rendimiento exigible. Nadie discut¨ªa al embajador ciertas virtudes muy estimables en un diplom¨¢tico. Era, sobre todo, un hombre moderado y bondadoso, incapaz de hacerse enemigos. Pero se le reprochaba un fallo muy grave en alguien que deb¨ªa pelear, con la dureza de un tratante, los decisivos acuerdos de cooperaci¨®n: estaba. falto de agresividad.Los nuevos informes confirmaban su escasa afici¨®n a visitar ministerios que eran lugares - inevitables en el itinerario de un embajador guineano en Madrid. Tampoco favorec¨ªa los contactos con la Prensa, y eso pod¨ªa ser peligroso en determinadas circunstancias. En opini¨®n de influyentes personalidades de la vida guineana, la pasividad de Alejandro Evuna para orientar a la opini¨®n p¨²blica espa?ola sobre los grandes temas de Guinea toc¨® fondo en la delicada cuesti¨®n del golpe de Estado. Al parecer, el embajador careci¨®, una vez m¨¢s, de la iniciativa precisa para convocar a los periodistas y darles una adecuada versi¨®n de los hechos.
Desde hace unos dos meses, los espa?oles de m¨¢s alta representaci¨®n en Malabo ten¨ªan la certeza de que la figura pol¨ªtica del embajador en Madrid estaba cl¨ªnicamente muerta. Faltaba saber cu¨¢l ser¨ªa la excusa oficial que las autoridades buscar¨ªan para destituirle.
Ciriaco Mbomio: "banga" en Madrid
La polic¨ªa gubernativa espa?ola iniciaba en marzo lo que parec¨ªa ser un servicio rutinario. Un inspector hab¨ªa detectado la venta de grifa en una calle madrile?a. Se trataba de un peque?o camello, seg¨²n todas las trazas. Los grandes vendedores actuales suelen especializarse en hero¨ªna y coca¨ªna: la venta de hach¨ªs, como no fuese en gran escala, se?alaba el principio de una categor¨ªa inferior.
La detenci¨®n e identificaci¨®n del peque?o camello no tuvo complicaciones. Result¨® ser Jos¨¦ Manuel Rodr¨ªguez Rey. Nadie importante en la consideraci¨®n de los polic¨ªas. Tampoco fue dif¨ªcil conseguir que revelase sus contactos. Al parecer, su proveedor era un joven guineano llamado Andr¨¦s Ncogo Ndongo, que hab¨ªa trabajado sucesivamente como camarero en el disco-pub Griot's y como conserje u ordenanza en la embajada de su pa¨ªs. La operaci¨®n tuvo apenas un rasgo curioso: Griot"s, en la calle del Barco, 32, era un local frecuentado casi con car¨¢cter exclusivo por guineanos residentes en Madrid. Los agentes con horario nocturno sab¨ªan que a ¨²ltima hora recalaban all¨ª alg¨²n peque?o vendedor de chocolate o marihuana y cinco o. seis prostitutas que estaban en la n¨®mina de habituales en el laberinto de calles que cruzan Valverde, Ballesta y Tudescos.
La relaci¨®n laboral de Ncogo con la Embajada de Guinea no hac¨ªa pensar-que existieran conexiones diplom¨¢ticas en la trama de distribuidores. Muchos guineanos de la colonia cre¨ªan conocer bien al cerebro del grupo. Algunos d¨ªas despu¨¦s se corri¨® la voz: la polic¨ªa hab¨ªa localizado y detenido a Ciriaco Mbomio. Estaban, pues, en lo cierto.
Muchos de ellos se alegraron sinceramente. Ciriaco V¨ªctor Mbomio Mba, un hombre de 44 a?os, casado con una espa?ola, padre de cuatro hijos y tambi¨¦n nacido en Guinea, nunca hab¨ªa sido muy apreciado por sus paisanos, y mucho menos por los perseguidos pol¨ªticos. En el per¨ªodo colonial hab¨ªa hecho los cursillos de polic¨ªa armado en la academia especial de Canillas; luego fue destinado a Madrid. Algunos de ellos recuerdan muy-bien al ¨²nico gris-negro de la dotaci¨®n de la ciudad. ?Ten¨ªa, por cierto, una gran obsesi¨®n por acosar a las prostitutas que paraban en la Puerta del Sol; no se le conoc¨ªan otras man¨ªas o costumbres, ni en aquellas circunstancias era antip¨¢tico para quienes le trataban?.
Cuando Mac¨ªas lleg¨® al poder, Mbomio volvi¨® a Guinea. All¨ª prosper¨® hasta el grado de brigada, se distingui¨® como un estrecho colaborador del presidente y fue nombrado jefe 'de polic¨ªa de Malabo. Su biograf¨ªa dio entonces un giro siniestro, de manera que su nombre comenz¨® a asociarse a los calabozos, las torturas, las denuncias y a todas las sugestiones posibles del horror: el horror caligr¨¢fico de las listas, el horror incontrolado de los rumores, el horror final de la inseguridad.
Con el tiempo, los guineanos supieron de un nuevo tic del presidente: elevaba a hombres vulgares al grado de hombres peligrosos y, cuando estaba convencido de que hab¨ªan alcanzado la altura necesaria y comenzaba a temerlos, los eliminaba por sorpresa. Ciriaco Mbomio conoc¨ªa muy bien a su jefe. Un d¨ªa decidi¨® escapar.
En su n¨²mero 60, del mes de agosto de 1976, la revista Africa ampliamente difundida en el continente, daba una pista sobre el fugitivo: ?... Algunos colaboradores ¨ªntimos y antiguos del presidente Nguema comienzan a abandonarle. El ¨²ltimo personaje que se escap¨® de Guinea Ecuatorial es Ciriaco Mbomio, anterior jefe de la polic¨ªa de Malabo. Seg¨²n fuentes pr¨®ximas a los refugiados, Mbomio era uno de los hombres m¨¢s temidos en Guinea Ecuatorial. Destac¨® por los malos tratos que hizo sufrir a sus compatriotas. Si un hombre de tan implacables cualificaciones abandona al presidente, algo tiene que ir bastante mal con los asuntos de Mac¨ªas Nguema" . Cuando Africa lleg¨® a los quioscos, Ciriaco Mbomio hab¨ªa regresado a Espa?a.
A la espera de que se le concediera el reingreso en el renovado Cuerpo de Polic¨ªa Nacional, tr¨¢mite que ¨ªntimamente consideraba una soluci¨®n segura para su vida, busc¨® un trabajo de urgencia. Poco despu¨¦s consegu¨ªa emplearse como pe¨®n de alba?il en las obras de construcci¨®n de una sucursal bancaria en la calle de Alcal¨¢. Muchos de los refugiados guineanos, acostumbrados a los bruscos cambios de fortuna que aproximan infinitamente la riqueza y la miseria, consideraron algo natural el que un hombre como Mbomio hubiese pasado de agente raso a jefe de polic¨ªa y alba?il; al fin y al cabo muchos otros personajes guineanos tambi¨¦n hab¨ªan atravesado el maciismo en tobog¨¢n.
Poco despu¨¦s de que, en agosto de 1969, el teniente coronel Obiang Nguema tomara el poder, Ciriaco Mbomio pens¨® inmediatamente en regresar. Nadie se extra?¨® tampoco de ello, a pesar de sus antecedentes; el estoicismo hab¨ªa impedido toda noci¨®n de rebeld¨ªa en los perjudicados del r¨¦gimen e impedir¨ªa todo prop¨®sito de venganza. Tuvo libertad para ir y venir de Malabo a Madrid y para iniciarse como traficante. No se sabe muy bien por qu¨¦ prefiri¨® los licores, y especialmente el whisky. Hizo lo que los negociantes llaman dinero r¨¢pido y termin¨® fundando la empresa de transportes Mbacba, de la que se autonombr¨® presidente. Sus efectivos ser¨ªan una flotilla de tres camiones y un autob¨²s para el traslado de pasajeros. El conocimiento que del territorio le hab¨ªa proporcionado su privilegiada posici¨®n policial le ser¨ªa muy ¨²til: para el manejo de todas las rutas comerciales.
Sin embargo, muchos de los guineanos residentes en Madrid pensaron siempre que Ciriaco Mbomio no habla medrado tan r¨¢pidamente gracias a los transportes, sino al tr¨¢fico de banga, una droga. blanda que puede conseguirse con facilidad en Gab¨®n, Camer¨²n y en la propia Guinea Ecuatorial.
Con motivo de su detenci¨®n, a finales de marzo, la polic¨ªa le incaut¨® dos porciones de droga, ?peque?as, pero suficientes para encausarle?: 388 y 35,3 gramos. Ingres¨® en la c¨¢rcel de Carabanchel como preventivo, tres d¨ªas despu¨¦s del arresto, el 26 de marzo. Andr¨¦s Ncogo, empleado subalterno de la Embajada, tambi¨¦n fue internado en prisi¨®n.
Droga en Getafe
A mediados de mayo, un avi¨®n carguero C-130 H¨¦rcules, del Ej¨¦rcito espa?ol, aterrizaba sin novedad en la base militar de Getafe, al final de uno de tantos vuelos concertados. Desde la reanudaci¨®n de las relaciones hispano-guineanas, los H¨¦rcules desempe?aban una misi¨®n pendular: iban con maquinaria y equipo y volv¨ªan con becarios y autoridades. Aquel d¨ªa llegaba Julia Andeme, esposa del embajador guineano en Espa?a.
D¨ªas antes hab¨ªa pasado por Madrid una misi¨®n diplom¨¢tica guineana, encabezada por el vicepresidente del Gobierno, Florencio May¨¦. Ellefe de protocolo, Nsue Bella, aprovech¨® el viaje para visitar a los estudiantes de la Escuela Diplom¨¢tica, hospedados en el Colegio Mayor Universitario Nuestra Se?ora de Africa. Seg¨²n algunos de ellos, anunci¨® la pr¨®xima llegada de un encargo para Luis. Todos pensaron en Luis Obiang, el jefe del grupo. Luego reflexionaron. Deb¨ªa de tratarse de Luis Ondo, porque Obiang no esperaba ning¨²n paquete. El mensaje no era sospechoso; los peque?os compromisos por encargo eran muy frecuentes entre los guineanos. Adem¨¢s, Luis Ondo compart¨ªa su habitaci¨®n con un hermano de la embajidora.
Julia Andeme descendi¨® del avi¨®n con una bolsa de Iberia en bandolera. Un equipo de inspecci¨®n de aduanas militares se acerc¨® a ella y pidi¨® la bolsa. En el interior, muy apretado entre papeles, apareci¨® un armadijo de banga-grifa-cannabis en rama. Las puntas de los tallos de la planta saltaron como resortes. Hab¨ªa en la bolsa entre 2.200 y 2.400 gramos de droga, que los expertos evaluaron en unas 240.000 pesetas.
Transcurridas unas horas, el coronel Alc¨¢zar Sotoca, jefe de la base, dio un parte-denuncia a sus superiores. La investigaci¨®n fue encomendada a la Secretar¨ªa de Justicia de la Regi¨®n A¨¦rea Central. Los encargados del caso habr¨ªan de actuar con el m¨¢ximo sigilo; la identidad de Julia Andeme y la naturaleza de los aviones suger¨ªan permanentemente un conflicto diplom¨¢tico. Las confidencias pol¨ªticas de los hombres de Malabo tampoco eran alentadoras: el fantasma de la conspiraci¨®n golpista recorr¨ªa los despachos de nuevo.
Dinero, jugada pol¨ªtica, venganza personal
El mi¨¦rcoles 17 de junio, el embajador Alejandro Evuna respond¨ªa a una llamada telef¨®nica que se le hac¨ªa desde la redacci¨®n de EL PAIS. Escuch¨® el relato del affaire-Getafe en silencio. Luego habl¨® con el tono resgnado de quien sabe que algo muy malo va a transformarse en algo irremediable. ?Espero que finalmente pueda demostrarse que mi mujer ha sido utilizada por los traficantes?. Y en alg¨²n momento insinu¨® que aquello pod¨ªa acabar con su carrera. Al recibir la noticia, varios altos ejecutivos hispanoguineanos se dijeron de nuevo que Alejandro Evuna Owono hab¨ªa muerto pol¨ªticamente unos meses antes. Se hab¨ªan limitado a quitarle el respirador.
Los estudiantes del colegio Nuestra Se?ora de Africa trataron de ganar tiempo. Acaso Alejandro Evuna a¨²n pod¨ªa salvarse. Aseguraron que quien hab¨ªa entregado la droga en Malabo era un desconocido para la embajadora, Benjam¨ªn Balinga, y que el destinatario ser¨ªa Luis Ondo. En Malabo se coment¨® con una sonrisita que Julia Andeme y Benjam¨ªn Balinga eran ¨ªntimos y viejos amigos. ?Hab¨ªa traicionado Balinga a la embajadora por encargo de alguien empe?ado en hundir a su marido? ?O ambos actuaban de com¨²n acuerdo y fueron sorprendidos en Madrid, quiz¨¢ despu¨¦s de ser denunciados? Nadie acept¨® la relaci¨®n del servicio policial de Getafe, estrictamente militar ' con el servicio policial de marzo, estrictamente civil, en el que hab¨ªan sido detenidos Mbomio y un subalterno de la embajada. Tal vez porque los investigadores de ambos cuerpos a¨²n no se han encontrado en mitad del hilo.
Algunos allegados al caso comentaron en voz baja que Andr¨¦s Ncogo hab¨ªa sido liberado despu¨¦s de altas gestiones secretas. Se dijo tambi¨¦n que varias chicas de barra hab¨ªan reunido, por iniciativa propia, las 50.000 pesetas de la fianza. Ciriaco Mbomio acudi¨® a EL PAIS para desmentir su participaci¨®n en cualquier asunto de tr¨¢fico de drogas a la misma hora en que el ordenador del Ministerio de Justicia respond¨ªa a una consulta con la escueta frase: ?Ingresado en prisi¨®n preventiva el 26 de marzo de 1981; puesto en libertad provisional el 23 de mayo?.
La colonia guineana en Madrid recibi¨® sin sobresaltos la confirmaci¨®n del cese del embajador y la noticia de que ya ten¨ªa sustituto. El hombre propuesto por Malabo, Felipe Ondo Obiang, ministro de Educaci¨®n del antiguo r¨¦gimen, a¨²n era recordado por los ni?os que esperaban sus inspecciones bajo el sol, para recitarle de carrerilla y por orden las salmodiantes condenas al colonialismo. Se reforzaban, pues, algunas tesis sobre el maciismo sin Mac¨ªas, y la mediaci¨®n diplom¨¢tica con Espa?a ganar¨ªa, sin duda, en agresividad.
Sobre las primeras causas del esc¨¢ndalo de la grifa guineana no hay, a pesar de todo, unanimidad. Los te¨®ricos de la conspiraci¨®n argumentan, contra la hip¨®tesis del tr¨¢fico por el tr¨¢fico, que 240.000 pesetas en droga son muy poca renta a cambio de la carrera pol¨ªtica de un marido. Probablemente ignoran que un ministro guineano gana, de acuerdo con los ¨²ltimos presupuestos, 40.000 bikuele por mes, unas 20.000 pesetas al cambio. Conseguir 240.000, valor de la bolsa de viaje que Julia Andeme tra¨ªa en bandolera, les cuesta un a?o de trabajo. Aunque no exige el riesgo de viajar en H¨¦rcules.
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