Puntos de vista divergentes entre los "siete" en pol¨ªtica monetaria, desempleo, ayuda al desarrollo y comercio con el Este
Desde ¨®pticas distintas, los siete l¨ªderes de las principales potencias industriales del bloque occidental abordar¨¢n a partir de esta noche, en Ottawa (Canad¨¢), la problem¨¢tica de la crisis econ¨®mica mundial, surgida a ra¨ªz de la subida del precio del petr¨®leo, la generaci¨®n de inflaci¨®n, el aumento de paro y las tendencias proteccionistas que amenazan el libre cambio comercial.
Con caras nuevas, pero con casi id¨¦nticos problemas que los planteados en 1975, durante la primera serie de cumbres, en Rambouillet (Francia), los dirigentes pol¨ªticos del mundo capitalista marcaran su deseo p¨²blico de evitar enfrentamientos en unas econom¨ªas estrechamente interrelacionadas.Pero, a diferencia de 1975, dos pa¨ªses participantes claves, Estados Unidos y Francia, viven hoy fen¨®menos pol¨ªticos de signo contradictorio. EE UU, bajo la direcci¨®n de Ronald Reagan, preconiza la vuelta a un liberalismo econ¨®mico a ultranza, tanto en el plano interno como internacional. Francia, tras la victoria de los socialistas, propone programas de nacionalizaciones y est¨ªmulo econ¨®mico capaz de remediar el desempleo.
S¨®lo el canciller de la Rep¨²blica Federal de Alemania, el socialdem¨®crata Helmut Schmidt, es un veterano de ese tipo de encuentros, al haber participado en todos los celebrados: Francia (1975), Estados Unidos (1976), Reino Unido (1977), Rep¨²blica Federal de Alemania (1978), Jap¨®n (1979) e Italia (1980). El canadiense Pierre Elliot Trudeau y la brit¨¢nica Margaret Thatcher tambi¨¦n participaron en varias cumbres. Para el estadounidense Ronald Reagan, el franc¨¦s Fran?ois Mitterrand, el italiano Giovanni Spadolini y el japon¨¦s Zenko Suzuki, la cumbre de Ottawa supone un estreno en tal tipo de escenario internacional. Tambi¨¦n para Gaston Thorn, presidente de la Comisi¨®n de las Comunidades Europeas.
Menos privilegiados que los siete grandes que celebran su concilium, a puerta cerrada, en el castillo de Montebello, a sesenta kil¨®metros al este de Ottawa, la cumbre de Canad¨¢ tendr¨¢ como espectadores a unos veinticinco millones de parados, repartidos en distintas proporciones entre los pa¨ªses de la OCIDE.
?Prioridad al paro o a la inflaci¨®n?
Oficialmente, las cumbres econ¨®micas no cuentan con una agenda formal. Est¨¢n sobre el tapete los grandes temas del momento, para ser tratados al m¨¢s alto nivel pol¨ªtico en reuniones informales y encargar, posteriormente, a los ministros del ramo la necesidad de buscar soluciones en los foros internacionales apropiados: OCDE, FMI, GATT, Conferencia Norte-Sur.Los t¨®picos de esa edici¨®n de la cumbre ser¨¢n la pol¨ªtica financiera, el comercio internacional, el di¨¢logo Norte-Sur y, a iniciativa de EE UU, las relaciones comerciales Este-Oeste.
En pol¨ªtica financiera, Ronald Reagan deber¨¢ aguantar las cr¨ªticas de los l¨ªderes europeos, con posibilidad de que sean particularmente virulentas por parte de Mitterrand, debido a la utilizaci¨®n de altos ¨ªndices de inter¨¦s bancario en EE UU como medida para restringir el cr¨¦dito y combatir la inflaci¨®n. Sistema que perjudica a las econom¨ªas europeas, con la fuga de capitales hacia mercados estadounidenses, debilitando la inversi¨®n.
La solidez del d¨®lar en relaci¨®n con las divisas europeas, debido, en parte, a la pol¨ªtica de intereses bancarios, es otro punto de preocupaci¨®n para Europa, que paga sus importaciones de petr¨®leo en d¨®lares. Hecho que en menos de un a?o supone un encarecimiento del orden del 30% del precio real del petr¨®leo para los pa¨ªses de Europa Occidental.
?Los europeos nunca est¨¢n contentos?, declar¨® recientemente, en Washington, un miembro del Consejo Econ¨®mico del presidente Reagan. ?Hace dos a?os?, a?adi¨®, ?las quejas eran porque Washington carec¨ªa de liderazgo y el d¨®lar estaba por los suelos?.
EE UU s¨®lo promete mejores tiempos cuando comiencen a actuar los beneficios de la pol¨ªtica econ¨®mica estadounidense, basados en la esperanza de que los recortes del presupuesto y la rebaja de impuestos reactive toda la econom¨ªa americana y manteniendo bajo control a la inflaci¨®n.
Los europeos no pueden esperar, presionados por situaciones de peligrosidad social debido al alto ¨ªndice de desempleo, como demuestran los hechos acaecidos en el Reino Unido. Pero tampoco cuentan con armas para combatir al gigante estadounidense en desigual batalla econ¨®mica.
En el terreno comercial se reparten las prioridades para evitar una regresi¨®n en el liberalismo comercial. Tambi¨¦n los europeos est¨¢n acuciados en tal sentido sobre todo despu¨¦s de las negociaciones EE UU-Jap¨®n, que prometen rebajar las importaciones niponas a Estados Unidos con grandes probabilidades de que se desv¨ªen hacia mercados europeos o de pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, perjudicando indirectamente las econom¨ªas del viejo continente.
Presi¨®n contra el Este
Vinculando comercio y pol¨ªtica, EE UU intentar¨¢ convencer a los europeos de la necesidad de controlar las relaciones comerciales con el Este. Sobre todo en funci¨®n de lo que pueda ocurrir en Polonia y Afganist¨¢n, y tambi¨¦n por el peligro estrat¨¦gico que representa para Occidente la exportaci¨®n a la URSS y sus sat¨¦lites de productos de alta tecnolog¨ªa. Reagan, en su l¨ªnea de presi¨®n contra la URSS, llegar¨¢ a recordar a los europeos que el proyecto de compra de gas natural a la URSS, mediante el ambicioso programa del gaseoducto de Siberia a Europa occidental, supone un peligro real para la seguridad europea.Finalmente, en materia de relaciones con los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo tampoco caben esperar puntos de vista concordantes entre los siete de la cumbre de Ottawa. Mientras, los europeos, con particular insistencia de la CEE y Francia, junto con Canad¨¢, consideran que hay que reavivar el di¨¢logo Norte-Sur. Estados Unidos opina que el papel toca a las empresas privadas y no a los Gobiernos. En ese cap¨ªtulo, poco cabe esperar, aparte la promesa de participar en oto?o pr¨®ximo en Canc¨²n (M¨¦xico) a la sesi¨®n de jefes de Estado o de Gobierno de veinticinco pa¨ªses desarrollados o en v¨ªas de desarrollo.
Mientras el presidente Ronald Reagan, en su verdadera primera prueba en la escena internacional, insistir¨¢ para vender los aspectos positivos de su pol¨ªtica econ¨®mica, es de esperar que el tambi¨¦n flamante nuevo presidente franc¨¦s, Fran?ois Mitterrand, utilizar¨¢ el foro de Ottawa para marcar las grandes l¨ªneas de su pol¨ªtica internacional.
Existen los temores, fundados, de que haya un enfrentamiento dial¨¦ctico entre los presidentes Reagan y Mitterrand, que, a nivel p¨²blico, podr¨ªa traducirse por declaraciones discordartes al t¨¦rmino de la reuni¨®n, ya sea en pol¨ªticas de lucha contra el paro o en relaciones con los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo.
Pierre Elliot Trudeau, en su calidad de anfitri¨®n de la cumbre, parece ser el hombre id¨®neo para evitar que, cuando menos, las diferencias entre Washington y Par¨ªs trasciendan a la opini¨®n p¨²blica, matizando lo que se anuncia como un ligero temporal.
Reagan debe solucionar su papeleta interna, centrada en la crisis econ¨®mica, si quiere consolidar su Administraci¨®n y evitar situaciones de disturbios sociales an¨¢logos a los que vive el Reino Unido. Pero la pol¨ªtica econ¨®mica de la Administraci¨®n Reagan no puede estrangular a las econom¨ªas europeas sin riesgos importantes para la solidaridad defensiva en el seno de la OTAN. ?Nunca es posible en Europa disociar defensa de situaci¨®n econ¨®mica?, record¨® Gaston Thorn, presidente de la Comisi¨®n Europea. Una cita que deja claro que EE UU no puede pedir aumentos considerables en los presupuestos militares de los pa¨ªses de Europa occidental, cuando los ministerios de finanzas no saben c¨®mo cubrir sus d¨¦ficit de balanzas de pagos.
La cumbre de Ottawa cerrar¨¢, en cualquier caso, el primer ciclo de tal tipo de reuniones, creadas bajo el est¨ªmulo del ex presidente franc¨¦s Val¨¦ry Giscard d'Estaing.
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