La crisis energ¨¦tica y la pol¨ªtica de precios

Se van a cumplir en el pr¨®ximo mes de octubre ocho a?os de lo que se ha convenido en denominar el comienzo de la crisis de la energ¨ªa: aquella medida unilateral de la OPEP de triplicar el precio de referencia del petr¨®leo, para situarlo en unos incre¨ªbles (entonces y ahora) llueve d¨®lares por barril. Mucho ha llovido desde entonces, y una nueva convulsi¨®n tuvo lugar en 1979. Es hora va de echar una mirada cr¨ªtica atr¨¢s y ver lo que se ha conseguido desde entonces.Una constataci¨®n emp¨ªrica: en los pa¨ªses de la CEE se ha producido una disminuci¨®n de la intensidad energ¨¦tica de la econom¨ªa. Dicho de otra forma: en 1980 la generaci¨®n de un mill¨®n de unidades de cuenta constantes de PNB requiri¨® un 7% menos de energ¨ªa primaria que en 1973; sin embargo, en Espa?a se necesit¨® un 10% m¨¢s.

Una segunda constataci¨®n: la dependencia del petr¨®leo fue en 1980 sustancialmente la misma que en 1973 en Espa?a, habi¨¦ndose reducido en, por lo menos, cuatro puntos en la CEE.

Una conclusi¨®n bien evidente: o bien Espa?a es diferente o bien algo ha fallado en la pol¨ªtica energ¨¦tica.

Aunque, obviamente, una pol¨ªtica energ¨¦tica se compone de muchas cosas, conviene referirse en lo que, en mi opini¨®n, es el elemento mas negativo de la seguida en estos ¨²ltimos a?os: la pol¨ªtica de precios.

En efecto, a pesar de todas las declaraciones en este sentido, lo cierto es que los precios de los bienes y servicios energ¨¦ticos no han reflejado adecuadamente el coste, para el pa¨ªs. de la energ¨ªa primaria necesaria.

La pol¨ªtica de precios de la energ¨ªa seguida hasta 1980 puede resumirse en unas pocas frases:

- Se comenz¨®, en 1974, pretendiendo que nada hab¨ªa pasado y encajando en la renta de petr¨®leo una parte sustancial del primer choque de precios.

- Se continu¨® ocultando a los consumidores industriales y, el¨¦ctricos de gas¨®leo el verdadero coste de su producto, cediendo a las presiones de los empresarios, que, todo hay que reconocerlo, no estaban pasando su mejor momento.

-Se favoreci¨®, asimismo, una pol¨ªtica de subvenciones a ciertos productos petrol¨ªferos de uso dom¨¦stico-residencial (gas¨®leo de calefacci¨®n y GLP) en el contexto de una pol¨ªtica econ¨®mica que giraba en torno a la evoluci¨®n a corto plazo del IPC. Este fue, en gran medida, el coste, en t¨¦rminos de pol¨ªtica energ¨¦tica, de la transici¨®n.

Los consumidores de gasolina han pagado con creces su parte del pastel, transfiriendo rentas por la v¨ªa fiscal indirecta a los dem¨¢s consumidores de productos petrol¨ªferos.

- Los gas¨®leos de automoci¨®n se han beneficiado del acentuamiento (por lo menos hasta 1980) de una pol¨ªtica fiscal que les beneficiaba frente a la gasolina, en contraposici¨®n con la l¨ªrica de tendencia a la neutralidad que se ha seguido en otros pa¨ªses europeos.

- Aunque los sucesivos retoques de las tarifas el¨¦ctricas han paliado la discriminaci¨®n tradicional a los consumos dom¨¦sticos, su contenci¨®n, en momentos de fuerte inflaci¨®n, ha provocado fuertes dificultades financieras en algunas empresas el¨¦ctricas. El dinamismo de la demanda el¨¦ctrica respecto a la demanda total de energ¨ªa ha superado todas las previsiones.

Las connsecuencias de esta pol¨ªtica est¨¢n a la vista. Adem¨¢s de los comportamientos macroenerg¨¦ticos, que ya he se?alado m¨¢s arriba, cabe destacar:

- Que el Estado recaud¨® en 1980, por cada tonelada de productos petrol¨ªferos distribuida, bastante menos en Espa?a que en la CEE, a pesar de que su recaudaci¨®n por tonelada de gasolina se encontraba entre las m¨¢s altas de Europa. Ello se debi¨® a la necesidad de destinar recursos a subvencionar consumos industriales.

Que si se decidiera disminuir el ritmo de inversiones en el sector el¨¦ctrico, podr¨ªan describirse sorpresas desagradables en algunas empresas del sector que no pudieran capitalizar, en la medida que lo hacen ahora, ciertos gastos corrientes.

Claro que no todos los males de nuestros balances energ¨¦ticos pueden achacarse a la pol¨ªtica de precios seguida.

Ciertas medidas de pol¨ªtica industrial han tenido y tienen un efecto perverso sobre nuestros balances. Podr¨ªamos mencionar, a t¨ªtulo de ejemplo, dos de estas medidas: la acci¨®n concertada de la siderurgia no integral y la decisi¨®n de acometer el proyecto de Al¨²mina-Aluminio. Son dos medidas sobre proyectos fuertemente intensivos en energ¨ªa que se tomaron en 1975, casi dos a?os despu¨¦s del inicio de la crisis. Hoy, todav¨ªa se habla de lanzar otros proyectos de esa clase que necesitar¨ªan crecientes subvenciones v¨ªa precios de productos energ¨¦ticos, tales como el gas natural, para sobrevivir (recu¨¦rdese, a este respecto, las recientes medidas sobre tarifas el¨¦ctricas especiales a la industria del aluminio).

... Y es que, a estas alturas, hay quien no quiere enterarse de que algo muy profundo cambi¨® para la econom¨ªa espa?ola aquel octubre de 1973.