San Mart¨ªn de Valdeiglesias
San Mart¨ªn de Valdeiglesias, al suroeste de la provincia, tiene tres cielos: el cielo de piedra de Gredos, el cielo de agua del pantano de San Juan y el cielo de vino de su vi?a generosa y violenta.Del cielo de piedra le bajan a San Mart¨ªn de Valdeiglesias los cinco mil ¨¢ngeles huertanos de los cinco mil vecinos (trescientos parados j¨®venes, sin un primer empleo, sin decisi¨®n para salvar la hora de carretera que les separa de Madrid, donde tampoco encontrar¨¢n trabajo). Del cielo roque?o de Gredos baj¨® un d¨ªa don Juan de Herrera para dejar esbozada una iglesia escurialense (manquedad herreriana) que tiene delante un cipr¨¦s, del cual ha aprendido el torero local a plantarse en la, plaza, y que tiene un cura, don ?ngel, que se querella con el alcalde (socialista independiente y cat¨®lico), como en las novelas neorrealistas de Guareschi.
Taranc¨®n dice que este don Angel se pasa. Del cielo p¨¦treo de Gredos le baja a San Mart¨ªn de Valdeigleias un castillo revisitado por las juventudes hitlerianas, donde vive un solitario con una leona, varios caballos y una escopeta que algunas noches dispara a la luna.
Del cielo de Gredos le bajan a San Mart¨ªn de Valdeiglesias siete ermita?os de las siete ermitas medievales que son como el alfabeto esparcido de una fe que ya no es lo que era.
Del cielo c¨¢rdeno del vino le bajan a San Mart¨ªn de Valdeiglesias los embotelladores que quieren embotellar la vi?a para que viaje, en el ¨¢ngel de cristal de la botella, por los mercados de Espa?a: esto quitar¨ªa paro, dar¨ªa dinero al pueblo y alegr¨ªa a los espa?oles.
Cielo vin¨¢ceo que se reparte en minifundios, huertos para todos y escuelas para los ni?os, que hasta llegan de otros pueblos para aprender los r¨ªos.
Del cielo de agua, pantano de San Juan, bajan a esta Castilla pina, o m¨¢s bien suben, los fecundos ¨¢ngeles del agua, que s¨®lo la sequ¨ªa, mal b¨ªblico de este a?o, le ha quitado vuelo a los ¨¢ngeles y metros al pantano. Pero los turistas de Madrid han venido lo mismo, para hacer sus deportes acu¨¢ticos, su nautismo de secarral, pululando el pueblo de tiendas y chal¨¦s. Entrecruce de cielos en este alto pueblo, cima y valle, donde hay, entre castillos y ermitas medievales, como un sobrio y entrevisto Renacimiento castellano, m¨¢s el neocostumbrismo/Berlanga de las majorettes locales, adolescentes y morenas, cuya miss, ni?a de rostro delgado, Beatriz de pueblo, luce, entre la faldita y las botas blancas, arcang¨¦licos muslos de apaciguada violencia.
Yo creo que San Mart¨ªn de Valdeiglesias debiera embotellar su vino, crear puestos de trabajo, dar la cara, hacer de la vi?a hortelana una industria nacional.
Esos trescientos parados son el dolor que uno se lleva o se trae del occidental pueblo madrile?o, pero espero, cuando vuelva, que tengan ya en sus manos la herramienta feraz de la justicia. Hay una visita de Unamuno a Blasco Ib¨¢?ez, instalado ¨¦ste en el coraz¨®n encendido de Francia:
?Par¨ªs, Par¨ªs...!- dec¨ªa el valenciano.
-Gredos, Gredos- le respondi¨® Unamuno.
Don Miguel hab¨ªa mirado estos castillos fundacionales, estas ermitas medievales, estos pueblos sacarrales, y sab¨ªa que Par¨ªs, con ser Par¨ªs, no era sino una coartada para desentenderse de la verdad nacional de Gredos, osatura solemne de Espa?a.
Ahora que toda la cartograf¨ªa se autonomiza sin saber muy bien lo que hace, hay que correr la Castilla nueva o vieja para saber que ¨¦sta es la Espa?a f¨®sil e inicial, v¨ªctima de todo.
El cura, que cuando Franco cobraba 5.000 pesetas por la misa de la romer¨ªa, a los socialistas les cobra 30.000.
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