Dieciocho meses
Como m¨¢ximo plazo las elecciones generales se hallan a dieciocho meses de distancia. Hay, sin embargo, una fuerte posibilidad de que puedan celebrarse en el oto?o pr¨®ximo, es decir, dentro de un a?o. Lo cierto es que nos encontramos, de hecho, en v¨ªsperas de un per¨ªodo electoral. Las actitudes p¨²blicas de partidos y l¨ªderes, los discursos, las votaciones parlamentarias, las tomas de posici¨®n de grupos y, plataformas se suceden ininterrumpidamente. Todo se valora y, analiza en funci¨®n de los futuros comicios. Un criterio predominante condiciona palabras y gestos, traduci¨¦ndolos subconscientemente en cifras y en porcentajes a obtener en su d¨ªa. Se cotizan los mundiales de f¨²tbol o la visita del Papa como factores favorables o desfavorables a determinada opini¨®n. Hay quien supone que las vacaciones veraniegas son, en general, un elemento que refuerza el talante conservador y euf¨®rico de los electores. Y acaso el ¨²ltimo eslab¨®n de la "operaci¨®n retorno" en 1982 pod¨ªa ser que urnas y carteles esperaran a quienes regresan en filas automotoras interminables de playas y monta?as. Ese clima deforma la perspectiva de los problemas reales que tiene planteado el pa¨ªs, magnific¨¢ndose, en cambio, en t¨¦rminos desproporcionados las querellas intestinas, las rivalidades personales, las luchas locales y regionales con olvido de las grandes cuestiones pendientes. La cercan¨ªa electoral aviva el apetito de la antropofagia partidista.Tambi¨¦n se observa la proliferaci¨®n de las analog¨ªas como m¨¦todo de an¨¢lisis interior y del pron¨®stico pol¨ªtico. La analog¨ªa es uno de esos carriles mentales que se parece al dogmatismo porque evita el riesgo de desv¨ªo. Sirve para desarrollar una tesis y llevarla hasta el fin, aunque parta de una premisa falsa. Ejemplos anal¨®gicos notorios son, por ejemplo, las elecciones presidenciales norteamericanas y, las francesas que dieron el triunfo a Ronald Reagan y a Fran?ois Mitterrand, respectivamente. "El mundo gira hacia la derecha conservadora", exclaman los simplificadores de un lado. "Europa se inclina a la izquierda socialista", sostienen los esquematizadores del otro. "El ejemplo de Noruega es la confirmaci¨®n de mi tesis", reafirman los primeros. "Espere usted tres semanas al resultado de las elecciones griegas", responde el segundo. Yo creo que el mundo actual no gira hacia un lado ni hacia el otro, sino que da vueltas sobre su propio eje. Y que existe demasiada confusi¨®n, demasiados "vientos contrarios", como los llama Andr¨¦ Fontaine, desatados en todas partes para pronosticar con certeza corrimientos de tierras electorales. El conservatismo brit¨¢nico, por ejemplo, pasa hoy en los muestreos por una cifra muy baja, no superior al 34% de partidarios decididos de su gesti¨®n gubernativa. Pero no le va a la zaga en descenso de popularidad el canciller socialdem¨®crata alem¨¢n, fuertemente contestado dentro de su propio partido. ?Qui¨¦n osar¨ªa, sin embargo, simplificar ambos hechos con generalidades fr¨ªvolas de anticipaci¨®n precisa?
Cada pa¨ªs tiene su problem¨¢tica, y cualquier pron¨®stico para que sea v¨¢lido necesita apoyarse en las circunstancias de su identidad nacional, olvid¨¢ndose de mirar lo que ocurre en el cercado ajeno. Entre nosotros hay quien se siente cowboy cabalgando en un rancho de California y quien se reviste de una t¨²nica, cual tributo de la plebe ante el muro de los federados. Pero las realidades electorales son muy distintas en lo que se refiere a los est¨ªmulos v¨¢lidos de sufragio que sacuda la inhibici¨®n de los electores en Nueva York, en Par¨ªs o en Madrid. La "moral majority" norteamericana, o el programa com¨²n franc¨¦s son intraducibles, hoy por hoy, a la coyuntura espa?ola. Aqu¨ª las cosas son diferentes y el lenguaje pol¨ªtico tiene modismos propios dif¨ªcilmente homologables con lo for¨¢neo.
?Cu¨¢ntas encuestas de las que circulan bajo mano entre nosotros pueden considerarse fiables? Se manejan n¨²meros tajantes, alzas o bajas rotundas, distancias insalvables entre uno y otro bando. Pero, ?corresponde ello a una realidad tangible? ?Qu¨¦ porcentaje de votantes acudir¨¢ a los comicios venideros superando la indiferencia o el desd¨¦n de los electores? ?Cu¨¢les pueden ser los argumentos a emplear para que participen m¨¢s ciudadanos de un modo activo en nuestro sistema democr¨¢tico? De la cifra global de los votos emitidos depender¨¢ en gran medida el resultado final. ?Cu¨¢ntos acudir¨¢n a las urnas? ?Diecis¨¦is o dieciocho o veinte millones de espa?oles? He aqu¨ª una importante cuesti¨®n. Conviene recordar que Reagan sali¨® presidente con el 26% de los votos del censo electoral de su pa¨ªs.
Por encima de la necesaria dial¨¦ctica partidista que hace funcionar a la democracia plural, conviene no olvidar la perspectiva de los problemas y el orden de su prioridad relevante. Vivimos en una ¨¦poca transicional. Atravesamos una etapa importante del largo proceso consolidador de la democracia, que no ha terminado todav¨ªa. El golpe de Estado del 23 de febrero revel¨® la hondura y gravedad de los peligros que acechan a la Monarqu¨ªa democr¨¢tica por un lado. Esos riesgos no han desaparecido. Como no se ha eliminado tampoco la violencia latente del radicalismo vasco, exacerbado probablemente por los centenares de detenciones practicadas en los ¨²ltimos tiempos. Son dos flancos dif¨ªciles que tiene el sistema. Entiendo que es primordial tenerlos en cuenta a la hora de planificar la pol¨ªtica venidera. El asentamiento definitivo del r¨¦gimen constitucional y parlamentario de libertades y pluralismo es la premisa necesaria sin la que los planes pol¨ªticos carecen de sentido. La ¨²nica encuesta que nos importa es la de saber -como lo sabemos con certeza- que la mayor¨ªa de los espa?oles precieren las libertades civiles la soberan¨ªa popular al despotismo dogm¨¢tico o a la violencia ciega.
Lo que no es admisible es la burda maniobra del perenne ataque solapado a las instituciones (Corona-Parlamento-Administraci¨®n-Gobierno) que se lleva a cabo desde ciertas atalayas por el mero hecho de ser aqu¨¦llas democr¨¢ticas. Y la rid¨ªcula acusaci¨®n de ineptitud y torpeza lanzada globalmente contra a clase dirigente de la democracia, como si fuera una banda de necios desprovistos de cultura y experiencia. Despu¨¦s de tan largo per¨ªodo de ausencia total en Espa?a de un sistema de poder inspirado en la libertad es sorprendente que en el curso de cinco a?os haya sido posible efectuar un lanzamiento del Estado democr¨¢tico en el que figura una pl¨¦yade de personalidades de indudable val¨ªa. Lo interesante de caso es que esos dirigentes civiles existan y asuman serenamente las responsabilidades del poder y de la oposici¨®n. ?Y en nombre de qu¨¦ o en nombre de qui¨¦n se trata de ejercer esa descalificaci¨®n masiva? ?Cu¨¢l es esa otra minor¨ªa denunciante formada, al parecer, por Solones, Maquiavelos, Bismarckes, Disraelis y Metterniches que espera impaciente en convertirse en alternativa de poder, aunque sea por otras v¨ªas no democr¨¢ticas? ?Qu¨¦ soluciones concretas propone a la Espa?a de la d¨¦cada de los ochenta?
Se oyen cosas peregrinas. Una de las muchas majader¨ªas propaladas por el extremismo hirsuto es la de que una mayor¨ªa socialista lograda en los comicios generales pr¨®ximos supondr¨ªa un autom¨¢tico intento golpista para impedir su acceso al ejercicio del poder. ?Menguada estar¨ªa la Monarqu¨ªa si la libre alternativa constitucional estuviera hipotecada por tal prejuicio! Afortunadamente no hay cr¨¦dulos para tales rocambolismos. Tampoco es razonable que se hagan severas admoniciones a los hombres del partido que gobierna, como si fueran p¨¢rvulos, explic¨¢ndoles c¨®mo deben comportarse en el futuro si no quieren incurrir en el enojo did¨¢ctico de los profesores de la econom¨ªa ortodoxa.
Cosa lamentable es contemplar el despedazamiento en fracciones del partido que gobierna y las tensiones que agrietan su cohesi¨®n interior. Nadie que sinceramente desee que en Espa?a se afirme y perdure el sistema vigente en los a?os pr¨®ximos puede ser indiferente a ese problema, sino partidario ferviente de que encuentre pronta soluci¨®n. La Monarqu¨ªa constitucional necesita de un poderoso y disciplinado partido de centro, un centro comunicable a todo el pa¨ªs a trav¨¦s de un lenguaje din¨¢mico y transparente. Como requiere asimismo la existencia de un eficaz y moderno socialismo al otro lado de la balanza de opini¨®n. Sin esos dos rodajes fundamentales y complementarlos no podr¨ªa marchar sin sobresaltos la democracia espa?ola.
A dieciocho meses -o menos- de distancia de las elecciones, es conveniente reflexionar sobre estos puntos antes de que suene el chupinazo de salida de la gran fanfarria electoral.
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