Todo tiempo pasado fue mejor
Se?ora madura, jovencito interesado... Contrapunto: se?or maduro, jovencita interesada... La vieja literatura, sobre todo la dram¨¢tica, ofrece la misma soluci¨®n siempre, la que est¨¢ de acuerdo con lo que se llamaba ?ley de vida?: los jovencitos se enamoran entre s¨ª, con eso que se dice fuerza irreprimible -?como un estallido? que sucede cuando se ven-; el verdadero amor triunfa aun sobre sus intereses economicos y se van juntos. Los maduros se quedan solos con su dinero, porque hay cosas que no se compran con dinero.Cada siglo ha producido sus obras en este mismo sentido. Parec¨ªa que al final de ¨¦ste ya no iba a pasar en el escenario una cosa as¨ª: pues pasa. Santiago Moneada hace que pase. Se deja perfumar -muy vagamente- por la nostalgia de Colette -Cheri-, se deja impregnar por el cinismo de Oscar Wilde -hasta con frases enteras, sobre la tentaci¨®n, por ejemplo- y por un cierto tono de Shaw.
El hombre del atardecer,
de Santiago Moncada. Int¨¦rpretes: Amparo Rivelles, Margot Cottens, Jos¨¦ Luis Alonso, Jes¨²s Puente, Mar¨ªa Casal. Escenograf¨ªa de Alonso L¨®pez Barajas. Estreno: 7 de octubre de 1981.Teatro Alc¨¢zar.
Con todo ello, Moncada construye una comedia posible, un cuentecillo esc¨¦nico que arranca ya con la soledad de la protagonista para terminar otra vez con ella; la primera, como presentimiento, la ¨²ltima, como definitiva. La situaci¨®n cae bien en el p¨²blico conformista -como siempre-, que se divierte con el humor que produce. Amparo Rivelles contribuye notablemente a la credibilidad del personaje, aunque no deja de hacer pensar todo el tiempo que una buena actriz de comedia como es ella podr¨ªa elegir mejor teatro para hacer, y que ya que se decide por la comedia antigua, pod¨ªa elegir buenos originales de la ¨¦poca en lugar de imitaciones hechas ahora. Sus di¨¢logos con Margot Cottens, que lleva una parte del contrapunto del cinismo, y lo hace muy bien, levantan la obra.
El otro contrapunto del cinismo le corresponde a Jes¨²s Puente. El autor no ha resistido con este personaje su tendencia a colocar art¨ªculos de costumbres, y el actor se resiente de ello: termina convirti¨¦ndose en una especie de conferenciante. Los dos j¨®venes -Jos¨¦ Luis Alonso y Mar¨ªa Casal-, imposibles.
Todo sucede en un decorado al que sobran al-unos puntos para ser bello; unos puntos que convierten la hermosa residencia decadente de la Costa Brava en una postal cursi, lo cual no parece ser lo que corresponde a la personalidad ir¨®nica y elegante de su due?a. La direcci¨®n de Mara Recatero, tan convencional como la obra, y correcta. No ha trabajado quiz¨¢ lo suficiente para sacar m¨¢s partido a un buen actor como Jes¨²s Puente y quitarle ese aire de falso conferenciante que le da el texto, y tal vez sus esfuerzos con Jos¨¦ Luis Alonse y Mar¨ªa Casal han sido in¨²tiles. El p¨²blico del estreno reaccion¨® favorablemente al autor y los comediantes; ri¨® y aplaudi¨® muchas veces.
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