La pol¨ªtica econ¨®mica "sommersa"
Como cabr¨ªa esperar, la presentaci¨®n del presupuesto est¨¢ moviendo opiniones y posturas que resultan bastante coincidentes en cuanto al objet¨® central de atenci¨®n, el tama?o del d¨¦ficit p¨²blico, por m¨¢s que diverjan en lo que se refiere a su valoraci¨®n.Bien es cierto que, mayoritariamente, las opiniones han resultado condenatorias para el d¨¦ficit proyectado mientras que -su defensa ha sido escasa, excepcional y curiosamente apenas se ha producido desde ¨¢mbitos gubernamentales.
Nadie reconoce el d¨¦ficit
Con todo, creo que el problema central del presupuesto, a este nivel de discusi¨®n, sigue estando algo desenfocado. Todos sabemos, aunque algunos parecen ignorarlo, que el tama?o de un d¨¦ficit p¨²blico dif¨ªcilmente puede calificarse -sin m¨¢s- de grande o peque?o. Al margen de los nada claros "l¨ªmites al tama?o del sector p¨²blico", la adecuaci¨®n de una magnitud de d¨¦ficit p¨²blico s¨®lo puede juzgarse por referencia a la pol¨ªtica econ¨®mica en la cual dicho d¨¦ficit se inserta. En definitiva, nuestro juicio acerca de un d¨¦ficit estar¨¢ en funci¨®n del juicio que nos merezca la pol¨ªtica econ¨®mica que debe justificarlo, y ser¨¢, por tanto y a fin de quentas, un juicio derivado del que nos sugiera la propia pol¨ªtica econ¨®mica.
Enfocada as¨ª, la cuesti¨®n, el desconcierto que alcanza al analista es may¨²sculo: si nos atenemos a los prop¨®sitos manifestados -escasos- por los gestores de la pol¨ªtica econ¨®mica, parece que su postura es contraria al d¨¦ficit, d¨¦ficit que, no obstante, deber¨¢n defender como proyecto del Gobierno ante las c¨¢maras legislativas. Se trata, en consecuencia y al parecer, de un d¨¦ficit inevitable, pero no querido, una especie de fuerza de la naturaleza que tiene, desgraciadamente, la virtud de poner de manifiesto que o bien la pol¨ªtica econ¨®mica que de hecho se va a llevar a cabo no es la deseada por el Gobierno, o bien que tal pol¨ªtica econ¨®mica -con una minima exigencia de rigor y coherencia- no existe. Y cualquiera de, ambas situaciones s¨ª que resulta realmente grave.
Desde esta perspectiva, que entendemos verdaderamente relevante, el presupuesto aparece no como una expresi¨®n importante de la pol¨ªtica econ¨®mica decidida, sinocomo un proyecto esquizofr¨¦nico en el que confluyen, sin posibilidad de conciliaci¨®n, tendencias contradictorias. Un proyecto en parte heredero de una inercia in?cuestionada, y en otra parte, determinado por el deseo de satisfacer intereses puntuales y la necesidad de cumplir compromisos previos que, al parecer, resultan extra?os a la filosofia de pol¨ªtica econ¨®mica que se hubiera deseado mantener. En definitiva, un presupuesto enajenado. Y esto s¨ª puede ser grave, mucho m¨¢s que el tama?o absoluto o relativo del d¨¦ficit, puesto que se trata de un d¨¦ficit que si bien se sabe por qu¨¦, se ignora el para qu¨¦.
Una pol¨ªtica para el d¨¦ficit
Es evidente que puede existir una pol¨ªtica econ¨®mica coherente y posible con un d¨¦ficit importante. Una pol¨ªtica compatible con la reducci¨®n de salarios privados, previstas en el Acuerdo Nacional sobre el Empleo, compensatoria de la inevitable desaceleraci¨®n de la demanda privada de consumo, de la lenta recuperaci¨®n de la inversi¨®n y de las d¨¦biles expectativas en cuanto a la evoluci¨®n de la demanda exterior. Se trata de una pol¨ªtica que sustituya, en definitiva, una parte de los costes privados que vienen soport¨¢ndose en el presupuesto p¨²blico, por su imputaci¨®n directa sobre los trabajadoreg a trav¨¦s de menores salarios. Sin embargo, no parece que esta haya sido la pol¨ªtica sustentada por el Gobierno.
Tambi¨¦n cabe, por supuesto, liberarse de la fijaci¨®n incrementista con la que se sigue elaborando, discutiendo y gestionando el presupuesto pasando a no aceptar la consolidaci¨®n de los gastos simplemente porque ya viniesen figurando en presupuestos anteriores. No es f¨¢cil, ciertamente, proceder as¨ª, pero debe admitirse, en primer lugar, que es necesario; en segundo lugar, que dicho empe?o podr¨ªa contar con el apoyo de un amplio espectro pol¨ªtico, tanto a derecha como a izquierda, y, finalmente, hay, tambi¨¦n que admitir que en este terreno han avanzado m¨¢s las palabras que los hechos.
Finalmente, cabe poca duda, el d¨¦ficit puede igualmente encararse -s¨ª ello es adecuado a la pol¨ªtica econ¨®mica planteada- mediante un aumento de los ingresos p¨²blicos. Tampoco parece ser el camino elegido, al menos en la medida necesaria.
En definitiva, pues, no es el d¨¦ficit en s¨ª mismo lo que debe inquietarnos. Lo verdaderamente grave es que ¨¦ste se interprete y asuma por los responsables de la pol¨ªtica economica como algo irremediable, no deseado, consecuencia de la pura inercia de los acontecimientos.
Un d¨¦ficit de destino inescrutable que parece resultado de una curiosa mezcla, aunque no sabemos en qu¨¦ proporciones, de una confianza irresistible en la naturaleza de las cosas y algunas dosis, como es obvio, de fatalismo determinista. O quiz¨¢ nos aguarda una acci¨®n sorpresa, por aquello de las expectativas racionales.
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