Parte del teatro
Cuidado con los zepelines es una obra de teatro sin palabras. Una corriente que parece que empieza a decrecer. Surgi¨® por un complejo de circunstancias sociales, pol¨ªticas, est¨¦ticas. Por una parte, el abuso de la palabra ha sido es brutal en los ¨²ltimos a?os: propaganda, multiplicaci¨®n de impresos, multiplicaci¨®n de la radio y la televisi¨®n -puede ser que un ciudadano de hoy reciba en el d¨ªa diez veces m¨¢s cantidad de palabras que el hace un siglo-, lo cual ha conducido a un desgaste: ciertas corrientes han tratado de huir de la palabra para no ser v¨ªctimas de su desgaste, de su profanaci¨®n, de su alud.Por otra parte, en a?os pasado y no s¨®lo en los reg¨ªmenes autor tanos, sino en los de la caza de brujas y la guerra fr¨ªa, la palabra s hizo eminentemente peligrosa perseguida. Hay m¨¢s: la guerra abierta contra el autor -dramaturgo, escritor de textos y situaciones en favor del director de escena, que va pasando de servir al texto y actor a convertirse en protagonisti auxiliado por la t¨¦cnica que va de la m¨¢quina a la electr¨®nica: efecte especiales, luces, sonidos, nueva escenograf¨ªa. Y tambi¨¦n la fascinaci¨®n del cine, despu¨¦s de la de la fotograf¨ªa, que se condensa en la frase absolutamente injusta de que una imagen vale m¨¢s que mil palabras: depende de qu¨¦ imagen, depende de qu¨¦ palabras y depende tambi¨¦n de qui¨¦n reciba ese mensaje.
Cuidado con los zepelines
De Didier Flamand, por la compa?¨ªa Retour de Gulliver. Int¨¦rpretes: Yves Aubert, Patrick Blondel, Jean -Marie Bon, Arnaud Carbonnier, Livio Cafici, Pierre Carrive, Pierre Alain Chapuis, Andree Delair, Philippe du Janerand, Flore Hofmann, Lionel Goldstein, Torn Gres, Daniel Isoppo, Liv Knutsen, Claudette Laurent, Francis Lemonnier, Vincent Marlin, Elisabeth Mortensen, Marie Claude Musso, Jacques Nolot, Jos¨¦ Otero, Christine Paol¨ªni, Guilhern Pellegrin, Kira Polonie, Jean Reno, Jean Louis Stanek, Agnes Tiry, Marie Va'g, Jean Valiere. Vestuario de Christine y Fran?oise Guegan. Direcci¨®n de Didier Flamand. Estreno, Teatro Espa?ol del Ayuntamiento de Madrid, 5-11-81
Cuidado con los zepelines narra una breve historia y lo hace sin palabras -o las utiliza como sonido: como un idioma inventado per apoyado en algunos vocablos inteligibles-; es la historia de un soldado que muere en la mesa de operaciones y ve pasar las escenas de su infancia en el pueblo, y tambi¨¦n las del mundo del negocio, la pol¨ªtica, el engranaje social o el orden convenido, por los cuales ha llegado a su muerte en el campo de batalla.
Tomo esta descripci¨®n del programa porque, al fin y al cabo, la palabra, el lenguaje, tiene que aparecer por alg¨²n sitio: si no se dice en escena, hay que insertarla en el programa.
La historia es tan conocida y tan repetida a lo largo de la historia reciente de la literatura de pacifismo -desde la baronesa de Suttner y Romain Rolland, y Remarque... hasta cualquier pel¨ªcula de hoy- que no ofrece ninguna novedad literaria. Lo que se ofrece es, su teatralidad.
Herencia del cine mudo
Didier Flamand, con su compa?¨ªa Retour de Gulliver, la presenta en 32 breves secuencias, deliberada y expl¨ªcitamente tomadas del cine mudo (la presencia del rat¨®n Mickey y del vendedor de caramelos del descanso acent¨²an y justifican esa deliberaci¨®n, por si no fueran suficientes las escenas de cuadro fijo, las de c¨¢mara lenta o las de c¨¢mara acelerada, etc¨¦tera). Se ha hecho mil veces. Su virtud consiste en la perfecci¨®n con que lo hace. Por ejemplo, la creaci¨®n del ambiente en cada escena, rapid¨ªsimo y eficaz; los peque?os gags que aparecen de cuando en cuando; la facilidad de mover en escena un elevado n¨²mero de actores, que son buenos int¨¦rpretes; la utilizaci¨®n de luces y sonidos con precisi¨®n; la est¨¦tica del vestuario; la rapidez de las secuencias y, por tanto, el ritmo del espect¨¢culo. Todo ello se ve con mucho inter¨¦s, tiene momentos de alguna emoci¨®n y constituye un buen espect¨¢culo. Pero no puede dejar de pensarse que es s¨®lo una parte del teatro: la parte que el oficio y la t¨¦cnica han puesto al servicio de otra cosa -el texto, el di¨¢logo del actor, el actor mismo- que aqu¨ª no existe. Queda la sensaci¨®n grata de que esta parte del teatro est¨¢ muy bien hecha, muy bien realizada.Para el p¨²blico fue suficiente y aplaudi¨® con vehemencia. La merecen el buen oficio del director, los actores y todos sus auxiliares. Es una obra maestra del arte secundarlo del teatro.
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