El teatro y la m¨²sica van juntos
Quienes han confeccionado el segundo programa del Ciclo de Opera de C¨¢mara saben bien lo que se traen entre manos: juntar y contrastar tres piezas representativas de tiempos y estilos tan diversos como La serva padrona (1733), El secreto de Susana (1907) y El tel¨¦fono (1947), unidas por un fondo c¨®mico que responde a las mejores ra¨ªces del teatro musical napolitano y veneciano, demuestra inteligencia. Inmediatamente hay que destacar un dato: el trabajo del director esc¨¦nico Jos¨¦ Luis Alonso, gracias al cual la eterna pol¨¦mica oper¨ªstica entre la primac¨ªa del teatro o la m¨²sica se resuelve en un perfecto equilibrio de ambos componentes, en una interrelaci¨®n de valores que "convirti¨® la sesi¨®n en puro goce, superior -para muchos- al que puede proporcionar cualquiera de los grandes ?operones? que suelen servir de plinto para que los divos erijan su propio monumento ante nuestros m¨¢s o menos admirados ojos y o¨ªdos.
Ciclo de Opera de C¨¢mara
La serva padrona (Pergolesi), El secreto de Susana (W Ferrari) y El tel¨¦fono (Menotti). Compa?¨ªa de la Escuela Superior de Canto. Director musical: V¨ªctor Pablo P¨¦rez. Director esc¨¦nico: Jos¨¦ Luis Alonso. Teatro de la Zarzuela, 11 de noviembre.
El intermezzo pergolesino juega con una pareja y un actor mudo con el que, frecuentemente, los registas no saben que hacer. Alonso lo convirti¨® en motor de la teatralidad imperante en la pieza, que supondr¨ªa importante arma durante la guerra francesa ?de los bufones?, librada a mediados del XVIII.
La obra entera de Wolf-Ferrari (1876-1948), con la excepci¨®n importante de Las joyas de la madona, se inscribe dentro del gusto del teatro veneciano, cuyo esp¨ªritu decide la figura de Goldini. El finto neoclasicismo no es tan ?fingido? como se ha escrito tantas veces, sino la recreaci¨®n para un p¨²blico reci¨¦n salido del verismo de nuevos h¨¢bitos, tan id¨®neos para los oper¨®manos de principios del XX como arraigados en un ochocentismo, cargado de matices: un d¨ªa pudimos motejar El secreto de Susana (1907) de proustiano, hoy, quiz¨¢, de viscontiano.
En fin, la voluntaria herencia italiana de Menotti, se instala en el Nueva York de los a?os veinte, a lo largo de una expresiva y condensada pieza (El tel¨¦fono, 1947), equidistante de los viejos intermezzi y de las modernas creaciones para la televisi¨®n, de la feliz modernidad y de la nostalgia de mundos perdidos.
Con la estupenda labor de Jos¨¦ Luis Alonso -cuya internacionalidad se refuerza en el sabio cultivo de la ¨®pera- y los excelentes decorados y figurines de Gregorio Esteban, conviene destacar un cuadro de j¨®venes int¨¦rpretes capaz de responder a cuanto Alonso les ped¨ªa, adem¨¢s de poner al servicio de las partituras sus buenas artes musicales.
Youn-Hee-Kim, Pedro Garc¨ªa Marqu¨¦s y Ant¨®n de Santiago en La serva; Mar¨ªa Jos¨¦ S¨¢nchez, Luis AIvarez y Eloy Garc¨ªa, en El secreto; Ascensi¨®n Gonz¨¢lez y Domingo Cedr¨¦s, en El tel¨¦fono, compusieron un cuadro que excede con mucho de lo estudiantil -por muy avanzado que se considere- para ingresar abiertamente en el terreno del profesional.
El director musical, V¨ªctor Pablo P¨¦rez, extrajo de la Sinf¨®nica madrile?a las m¨¢ximas calidades posibles: t¨ªmidas y ciertas en Pergolesi, m¨¢s cuestionables en Wolf y bastante aceptables en Menotti.
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