Los ni?os, una "rara especie" en la sierra norte de la provincia
En la sierra situada al norte de Madrid, a la derecha de la carretera general que une Madrid con Ir¨²n, todos los caminos llevan, inevitablemente, a Buitrago del Lozoya. Mientras las pantallas semiesf¨¦ricas de la estaci¨®n de seguimiento de sat¨¦lites otean pitidos y movimientos espaciales, a cuarenta kil¨®metros escasos de este exvoto al superdesarrollo tecnol¨®gico que es la central, y a cien Kil¨®metros de la capital del d¨¦cimo pa¨ªs industrial del mundo, Madrid, las ancianas de La Hiruela lavan pu?ados de jud¨ªas, de unas jud¨ªas normalmente enormes, reci¨¦n sacadas de sus vainas, a la luz de un candil de aceite.
"Por aqu¨ª pas¨® la guerra, ya lo creo", refunfu?a un hombre de edad que trenza mimbres para darles forma de cesto y rememora la batalla de Somosierra, "pero no hemos sacado na de na despu¨¦s. Tos se han ido marchando". El grupo escolar abandonado de La Hiruela tiene las paredes desportilladas y el farolillo de la esquina pende de un cable. Jam¨¢s lleg¨® a lucir, porque en La Hiruela la energ¨ªa el¨¦ctrica es reciente y todav¨ªa existen casas sin paso de fluido. De fluido el¨¦ctrico, se entiende, porque lo que es el agua a¨²n no llega a ninguna vivienda.Junto a la cabina telef¨®nica del pueblo, exponente anacr¨®nico aunque de m¨¢xima utilidad en medio de un barrizal, y ¨²nico medio de comunicaci¨®n con el exterior, adem¨¢s de una carretera estrecha, el vecino m¨¢s joven de La Hiruela, un hombre de cuarenta a?os y aspecto enfermizo, no sabe responder a la pregunta de por qu¨¦ se qued¨® en el pueblo. Su ocupaci¨®n es, como tambi¨¦n la del alcalde, la del cabreo. La mujer de ¨¦ste explica que el cabreo consiste en mover las cabras de sitio dos veces por semana. A eso se dedican los hombres del pueblo. La Hiruela contaba en 1970 con 88 habitantes, de los que ya s¨®lo quedan 35. El silencio es total en el pueblo: no hay ni una tasca, ni un zumbido de motor, ni una m¨²sica m¨¢s alta que otra, ni un solo ni?o. Hamel¨ªn en plena sierra madrile?a.
La situaci¨®n de La Hiruela es m¨¢s o menos dram¨¢tica, pero no exclusiva en la zona. Sustancialmente se repite en toda la "sierra pobre" de la provincia. En Horcajo tambi¨¦n el grupo escolar, gran¨ªtico, est¨¢ desierto. En diez anos este pueblo ha perdido la mitad de sus habitantes y ahora s¨®lo cuenta con 145, seg¨²n las estad¨ªsticas. El cura p¨¢rroco calcula que no pasan de sesenta. S¨®lo hay dos parejas j¨®venes, de m¨¢s de treinta a?os, y ocho ni?os en edad escolar. El cura dice que el ¨²nico joven casadero tiene dieciocho a?os y ahora se va a la mili, con lo que es f¨¢cil que ya no vuelva.
Peligran hasta los retablos de las iglesias
El cura, que prefiere no ver su nombre en los peri¨®dicos, lamenta el sistem¨¢tico incumplimiento dominical de sus feligreses y dice que son muy fr¨ªos. Pero esta frialdad no s¨®lo proviene del clima. En invierno Horcajo se encuentra batido permanentemente por los intensos vientos serranos que no perdonan ni ¨¢rboles ni antenas de televisi¨®n. En los dos a?os de ministerio que lleva en el pueblo tan s¨®lo ha oficiado en un entierro. Y ha bautizado a dos ni?os que trajeron de Madrid. Nadie se ha casado en los ¨²ltimos tiempos. Algo parecido ocurre en sus otras feligres¨ªas, en Madarcos -41 habitantes- y en Braojos -138-. En esta segunda aldea hay cuatro ni?os.
"De aqu¨ª", dice el cura, "han emigrado todos los que pod¨ªan emigrar". Hasta el retablo de la iglesia, un valioso exponente del siglo XVI. Un d¨ªa se presento un cami¨®n enviado por el Arzobispado y se lo llev¨® para practicar una restauraci¨®n. De esto hace va a?os. Que la operaci¨®n no parece provisional puede deducirse si se contempla el cielo raso que se ha colocado a lo largo del templo y del que asoman dos extremos de columnas, resto del antiguo retablo. Los vecinos se organizaron en comisi¨®n y lograron rescatar del palacio arzobispal de Madrid una talla de san Pedro revestido de ornamentos pontificales, patrono de Horcajo.
Los horcaje?os que se han quedado dicen vivir mejor que nunca. Todos tienen su pensi¨®n, sus gallinas y sus cuatro cabras o vacas. El problema es que no saben en qu¨¦ gastar el dinero. En Horcajo se practica minuciosamente la teor¨ªa del "crecimiento cero". Pero para eso est¨¢n los bancos y las cajas de ahorro, rurales y postales. No deja de ser curioso que mientras en el resto de la provincia de Madrid se contabilizan 2.030 habitantes por representaci¨®n de instituto de cr¨¦dito, en la "sierra pobre" hay una oficina bancaria o de cajas de ahorro por 498 habitantes.
En este pueblo, como en el resto de la sierra norte de Madrid, han fracasado los intentos de establecer una cooperativa lechera o c¨¢rnica, "por la tradicional desconfianza de los serranos". Ya hubo un estimable intento en El Paular, pero los cooperativistas fueron repleg¨¢ndose al no ver resultados inmediatos. Ahora en Horcajo se prefiere esperar la llegada del cami¨®n de recogida de leche que env¨ªa una central particular, o la aparici¨®n del tratante de Segovia que compra los terneros.
Peligroso transporte escolar
Montejo de la Sierra -198 habitantes, 73 menos que en 1970- ofrece, en cambio, aspectos esperanzadores, a pesar de su despoblaci¨®n creciente. Icona, que antes foment¨® la desaparici¨®n del ganado cabr¨ªo, ahora estimula su regreso con el fin de que estos animales ayuden a desbrozar el monte ya repoblado. Montejo recibe los fines de semana muchos madrile?os, sobre todo ni?os en edad escolar, que quieren pasar un d¨ªa de campo lejos de la gran ciudad. La agreste belleza de esta regi¨®n lo merece. El Chaparral, un lugar pintoresco de la comarca poblado de hayas, es el lugar habitual de concentraci¨®n de los forasteros. Incluso hay hijos del pueblo que se han comprado un reba?o de ovejas y se han vuelto a establecer en Montejo. El maestro, Francisco M¨¦ndez, calcula que Montejo pasa los domingos de doscientos a 3.000 habitantes. Pero no existe ni un solo restaurante. No lo hay en toda la comarca. Como tampoco existe un cine o una sala de baile. Es un problema com¨²n a toda la "sierra pobre": la carencia absoluta de infraestructura hostelera y la falta total de locales de esparcimiento. Curas y maestros se lamentan de que no existe posibil¨ªdad humana de crear algo con perspectivas de futuro, con af¨¢n de crecimiento. Todo est¨¢ indeleblemente marcado por un preciso sentimiento de ruina, de vejez y de muerte. Los domingos por la noche Montejo ve partir a los visitantes del fin de semana y vuelve a la monoton¨ªa. Y eso que este pueblo puede mirar al futuro con esperanza. Una cuadrilla de alba?iles venidos de otro pueblo van arreglando poco a poco la calle central, que tambi¨¦n es carretera.
En Montejo no hay, a diferencia de la absoluta mayor¨ªa de los pueblos de la comarca, un grupo escolar desocupado: en total hay nueve ni?os de EGB en un aula instalada en los bajos del Ayuntamiento, mientras el resto, otros nueve, van diariamente a clase a un centro montado en La Cabrera. Francisco M¨¦ndez lamenta que se est¨¦ practicando una pol¨ªtica educativa de concentraci¨®n. Aparte lo que significa transportar a los ni?os diariamente a La Cabrera o a Buitrago, con un promedio de ochenta kil¨®metros diarios y a lo largo de carreteras deficientes y con muchas curvas, la desaparici¨®n de las escuelas en la "sierra pobre" significa tambi¨¦n "prescindir de centros de irradiaci¨®n cultural". La escuela no s¨®lo sirve para estudiar: tambi¨¦n es el lugar en que se ofrece una biblioteca para todos los vecinos. Al despoblamiento de la sierra se une as¨ª su plena desculturizaci¨®n, a la espera de que la especulaci¨®n descubra las posibilidades que ofrece la comarca a la expansi¨®n de la capital. Seg¨²n las estad¨ªsticas, cerca del 6% de los habitantes de la sierra norte de Madrid no sabe leer, y el 41,90% tan s¨®lo inici¨® el cielo de primaria y no lleg¨® a terminarla. El ¨ªndice de analfabetismo supera el 20% en los pueblos del interior.
Algunas empresas de transportes de l¨ªnea, que mantienen un servicio diario de coches correo con algunos de los pueblos serranos, anunciaron recientemente que se propon¨ªan reducir a la mitad estos servicios. Los alcaldes se unieron, por esta vez, para impedir que el lucro alejase a¨²n m¨¢s la sierra madrile?a de los centros urbanos m¨¢s desarrollados. El problema de las escasas comunicaciones es grave: a efectos de asistencia m¨¦dica, en los 48 pueblos de toda la sierra norte madrile?a s¨®lo hay trece dispensarios rurales y veinticinco m¨¦dicos.
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