Un caballo en un hotel
Hay quienes se imaginan al turista como a un ser libertino y cerrero, como a bestia salvaje que se anda de otero en otero, calavera noct¨¢mbulo que no desea sueltas ni, cabestro, perro goloso, en fin, que proyecta pasar la noche con el hocico alzado ante las hijas iredentas de las alegres y ya m¨ªticas chicas de Colsada. Lo grave de ese imaginar es que no engendra proposiciones a la altura de tal delirio, sino que se queda a medio camino del coro y del ca?o, tal vez por preferir la malla a la carne, el couch¨¦ al papel de estraza. Nacen as? los espect¨¢culos grandilocuentes, et¨¦reos y, sobre todo, tibios. De esa tibieza se alimenta Cita en Madrid, proposici¨®n inaugural de Scala.Ese problema quedaba ya representado muy a las claras en aquellas tan oscuras y temerosas palabras que dijo el Se?or en el Apocalipsis: ??Ojal¨¢ fueses o bien fr¨ªo o bien caliente!; mas porque eres tibio comenzarte he a echar de mi boca?.
En cualquier caso, el escenario se desvive por dar albergue a eso que llaman una noche de ensue?o: ramilletes, escaleras marm¨®reas, piruetas gimn¨¢sticas, estrellas, nubes y nubarrones, farolas, tel¨¦fonos, revoloteo de gomaespuma, lazos, cadenas, p¨®lvora mojada, ventanas neoyorquinas, etc¨¦tera.
Lo que s¨ª inflama al personal es la aparici¨®n de un caballo vivito y coleando. Es el momento fuerte del deleite, semejante a cuando la paloma alzaba el vuelo en El diluvio que viene. Con el perro de Annie, todo un s¨ªntoma de vehemencia bestial, sospechosa, tibia y mansa.
Babelia
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