Oscar Alzaga: "Aceptar¨ªa una cartera ministerial si fuera imprescindible"
Oscar Alzaga es un conocido dirigente de la llamada plataforma moderada de Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico (UCD). Simultanea su actividad p¨²blica -diputado centrista por Madrid y presidente de la Comisi¨®n de Justicia del Congreso- con el ejercicio de la abogac¨ªa en un boyante bufete madrile?o y con la docencia en la Universidad Aut¨®noma, de la que es catedr¨¢tico. Se inici¨® en la pol¨ªtica en sus tiempos de estudiante, siempre dentro de la corriente democristiana. Posee un historial ¨²nico en Espa?a: ha rechazado por dos veces ser ministro, aunque parece dispuesto a no hacerlo por tercera vez. El rearme de los cristianos de UCD no tiene nada que, seg¨²n ¨¦l, ver con el conservadurismo que viene de. Roma, pero de este tema en concreto prefiere no. hablar.
Pregunta. Desde hace varios meses est¨¢ usted presente en los medios de comunicaci¨®n por el activo papel que desarrolla en el seno de la llamada plataforma moderada de UCD. Sin embargo, hace dos d¨ªas su nombre salt¨® a los peri¨®dicos como consecuencia de una entrevista que mantuvo con el capit¨¢n general de Canarias. ?En qu¨¦ t¨¦rminos y con qu¨¦ fines se llev¨® a cabo este encuentro? Como usted conoce, al teniente general Jes¨²s Gonz¨¢lez del Yerro se le atribuyen en determinados c¨ªrculos deseos de intervenir activamente en la pol¨ªtica espa?ola.Respuesta. Fue una breve conversaci¨®n de mera cortes¨ªa y, por supuesto, sin alcance pol¨ªtico alguno. Uno de los muchos contactos sociales que al cabo del a?o tenemos los parlamentarios con las personalidades m¨¢s diversas. Aunque la noticia se present¨® en forma sensacionalista, y ello l¨®gicamente me molest¨®, la mayor preocupaci¨®n que me asalt¨® fue la de que, si en este Pa¨ªs se denuncia todo di¨¢logo -por el mero hecho de producirse- entre los pol¨ªticos dem¨®cratas y los mandos de nuestro Ej¨¦rcito, habr¨¢ que preguntarse qu¨¦ se quiere: ?aplicar la pol¨ªtica del apartheid a las Fuerzas Armadas? ?Conceder la exclusiva de conversar e intercambiar informaci¨®n con el generalato a los Garc¨ªa Carr¨¦s de turno? Antonio C¨¢novas, sin duda el estadista espa?ol que instaur¨® una relaci¨®n m¨¢s inteligente entre nuestra vida pol¨ªtica y el Ej¨¦rcito, ten¨ªa en 1876 unos criterios mucho m¨¢s modernos sobre esta delicada cuesti¨®n que los que, seg¨²n me temo, algunos est¨¢n aplicando hoy.
Por ¨²ltimo, le dir¨¦ que no puedo hacer un juicio de intenciones acerca de persona alguna. Y a m¨ª no me consta que el capit¨¢n general de Canarias tenga o no ambiciones pol¨ªticas.
P. Al margen de las personas, la opini¨®n p¨²blica tiene la convicci¨®n de que el Gobierno no ha sido desactivado y que hay un permanente intento de involuci¨®n. ?Cree usted que existe alguna raz¨®n objetiva que justifique un golpe militar?
R. A mis 39 a?os, me puedo considerar un dem¨®crata bastante viejo, dado que empec¨¦ a actuar pol¨ªticamente, como dirigente democristiano, en 1962, en circunstancias nada f¨¢ciles. Y no conozco a ning¨²n dem¨®crata de probadas convicciones que crea en la simplista farmacopea golpista. La noche del 23 de febrero, observando desde mi esca?o c¨®mo Tejero paseaba nervioso a la espera de noticias sobre las adhesiones m¨²ltiples que esperaba, me vino a la memoria aquello que dec¨ªa Jos¨¦ Ortega refiri¨¦ndose a los pronunciamientos del siglo XIX: ?Aquellos generales y coroneles cre¨ªan que con dar ellos el grito en un cuartel, toda la anchura de Espa?a iba a resonar en ecos coincidentes?. Por otra parte, a los golpistas militares se les puede reconocer capacidad de deshacer, pero muy poca o ninguna de construcci¨®n.
P. El vac¨ªo de poder provocado por el secuestro del Gobierno y del Congreso de !os Diputados fue invocado el 23 de febrero como pretexto para el golpe. ?Le preocupa que las tensiones provocadas en UCD, fundamentalmente por la plataforma moderada, de la que es miembro destacado, pueden ser el pretexto para una nueva intentona?
R. Las tensiones en UCD de las ¨²ltimas semanas han sido graves, dolorosas y dif¨ªcilmente minimizables, estallaron entre el n¨²cleo que dirig¨ªa el partido y el equipo pol¨ªtico del Gobierno. Pero no fueron provocadas ni directa ni indirectamente por los parlamentarios de la plataforma moderada, sino por el gran palmetazo que nos propin¨® el electorado gallego el 20 de octubre.
Pienso que gran parte de la crisis de UCD se ha venido radicalizando por la forma lenta y traum¨¢tica en que se ha llevado a cabo el relevo del presidente Su¨¢rez en la cabecera del Gobierno y del partido. En otros partidos an¨¢logos, estos cambios, y una vez que se ha formado opini¨®n sobre su necesidad, los pactan en 48 horas en el seno del partido. Se da una salida honorable a quien haya de dimitir y se evita un largo forcejeo, que s¨®lo puede acarrear un deterioro que afecta a la totalidad del partido. La verdad es que en la c¨¦lebre reuni¨®n de la Casa de la Pradera, en el verano de 1980, se intent¨® aplicar este tipo de tratamiento, y al no lograrlo, se abri¨® una especie de guerra de los cien a?os, que afortunadamente se ha terminado ya, pero que ha tenido un coste incalculable. Pienso que todas estas tensiones internas est¨¢n archivadas ya y no se pueden servir de pretexto para ninguna intentona de golpe.
P. A los seis meses de su creaci¨®n, la plataforma moderada ha conseguido algunos de sus objetivos: Rodriguez Sahag¨²n ha cesado como presidente de UCD; Calvo Ortega tiene los d¨ªas contados como secretario general; Adolfo Su¨¢rez ha pasado de presidente honorario a estar con un pie fuera del partido; Leopoldo Calvo Sotelo ha desembarcado clamorosamente en la presidencia de UCD... ?Cu¨¢les son los objetivos inmediatos y finales de la plataforma moderada?
R. Perm¨ªtame una precisi¨®n previa: ni me he cre¨ªdo nunca ni me creo ahora autorizado para hablar en nombre y representaci¨®n de todos los parlamentarios que hemos coincidido en la llamada plataforma moderada. A t¨ªtulo puramente personal, le puedo asegurar que nunca he pensado que la problem¨¢tica de UCD fuese cuesti¨®n de personas. La plataforma moderada ni en su carta-manifiesto inicial ni en ning¨²n otro momento ha pedido el cese de Agust¨ªn Rodr¨ªguez Sahag¨²n ni la salida de UCD del ex presidente Adolfo Su¨¢rez. S¨ª es verdad que acogimos con satisfacci¨®n la decisi¨®n del presidente del Gobierno de asumir la m¨¢xima responsabilidad en UCD, pues ello permit¨ªa imaginar que se cerrarla una etapa para abrir otra m¨¢s esperanzadora y constructiva. Aunque hay gente empe?ada en presentar a los moderados de UCD como una sociedad especializada en demoliciones y derribos, la verdad es muy otra.
Algunos percibimos con claridad hace ya varios meses la creciente desconexi¨®n que se estaba produciendo entre el aparato de nuestro partido y el electorado que nos hab¨ªa depositado su confianza. Y como en una democracia parlamentaria el que un amplio sector del pueblo no se sienta representado debidamente por aquellos a los que eligi¨® es algo muy grave, hicimos las obligadas advertencias, primero, en privado, y luego, muy a nuestro pesar, en voz alta, para lograr ser o¨ªdos. El resultado de las elecciones gallegas fue una prueba amarga, pero indiscutible, de que nuestro diagn¨®stico era certero.
P. Hay un hecho concreto que merece una explicaci¨®n: ?qu¨¦ razones han llevado a la plataforma moderada, que en el alineamiento cr¨ªtico del Congreso de Palma de Mallorca defend¨ªa la bicefalia -presidencia del partido y presidencia del Gobierno en personas distintas-, a abanderar la reunificaci¨®n de ambos cargos en la persona de Calvo Sotelo?
R. Celebro la pregunta, porque me permite aclarar un malentendido bastante generalizado. Durante los preparativos del Congreso de Palma, algunos n¨²cleos de cr¨ªticos, especialmente los de Vizcaya, redactaron una enmienda a los estatutos de UCD declarando la incompatibilidad de los cargos de presidente del Gobierno y del partido. Pero las seis personas que compon¨ªamos la minor¨ªa cr¨ªtica en el Comit¨¦ Ejecutivo y que articulamos el voto particular, que sirvi¨® de base para todo el debate congresual sobre la organizaci¨®n del partido, no recogimos esa tesis en tal voto particular, puesto que cre¨ªamos que la suma o no de los dos cargos pod¨ªa ser ventajosa o contraproducente, seg¨²n las circunstancias de cada caso y momento. Y, por tanto, en el Congreso de Palma, aunque algunos cr¨ªticos sostuvieron de pasada la tesis de la incompatibilidad, la mayor parte no hicimos de ello cuesti¨®n litigioy sa. Hoy, como entonces, sigo pensando que es cuesti¨®n de oportunidad pol¨ªtica.
P. El l¨ªder del sector cr¨ªtico hasta el congreso de Palma, Landelino Lavilla, guarda un silencio llamativo desde aquel acontecimiento. ?Es verdad que la plataforma moderada busca un l¨ªder en Marcelino Oreja?.
R. El silencio de Landelino Lavilla, s¨®lo a ¨¦l corresponder¨ªa explicarlo. Pero puedo decir que alguna vez he pensado. que abandon¨® el congreso de Palma con el especial¨ªsimo cansancio que yo dej¨¦ aquel sal¨®n de sesiones. Sin embargo, precisar¨ªa que, en esta nueva etapa que ahora comienza, UCD no se puede permitir el lujo de no contar en todo momento con su activa participaci¨®n. Landelino es una persona de cualidades excepcionales, fue en su d¨ªa un gran ministro de Justicia y hoy ps un magn¨ªfico presidente del Congreso. Es, en suma, un verdadero estadista.
A Marcelino Oreja, algunos le propusimos, hace alg¨²n tiempo, que se pusiera al frente de, nuestra corriente, que con su prestigio se habr¨ªa ensanchado positivamente, pero ¨¦l estim¨® que ten¨ªa que jugar otro papel y, por supuesto, todos nos inclinamos ante su criterio.
P. Al finalizar el congreso de Palma usted dio a entender que emprend¨ªa una retirada. Los hechos han venido a demostrar todo lo contrario.
R. No tengo inconveniente en reconocer que por entonces yo pens¨¦, no ya tomarme una cura de silencio, sino recluirme en mi vida privada. Sin embargo, el giro que tom¨® la elaboraci¨®n de la ley del Divorcio me oblig¨® a asumir, como abogado de oficio, la defensa de una causa parlamentariamente perdida. Yo estaba conforme con el proyecto de I?igo Cavero, que era perfectamente homologable, por ejemplo, al existente en Ale mania Occidental. Las modifica ciones posteriores desarbolaban el modelo de divorcio causal y con plazos de reflexi¨®n, para asumirlas tesis socialistas sobre el divorcio por mero disenso. Yo he cre¨ªdo siempre que es posible compatibi lizar una ley de divorcio a la que se pudieran acoger los matrimonios definitivamente rotos que lo deseasen con una pol¨ªtica de de fensa de la familia y de la estabili dad del matrimonio. Carlos Marx, el autor m¨¢s citado por la izquierda, escribi¨® que el matrimonio constituye el paso m¨¢s importante que da el hombre en toda su vida privada, por lo que cada ciudadano y la sociedad misma han de procurar dotarlo de estabilidad. El hecho es que los que defendimos unas tesis sobre el divorcio, con ligeras altas y bajas, quisimos aunar esfuerzos para defender ordenadamente ciertas tesis pol¨ªtico sociales, y as¨ª surgi¨® la plataforma moderada.
P. Al portavoz del Grupo Parlamentario Centrista, Miguel Herrero, se le atribuye la frase siguiente: ?Primero voy a hundir a Su¨¢rez, y luego, el barco de Su¨¢rez?. Sea cierta o no esta afirmaci¨®n, ?comparte usted la idea de que la UCD actual no sirve como proyecto pol¨ªtico para acudir a unas nuevas elecciones? ?Qui¨¦n sobra y qui¨¦n falta en UCD?
R. Nunca he o¨ªdo a Miguel Herrero tal cosa, e imagino que se trata de una expresi¨®n ap¨®crifa. En todo caso no creo que Miguel Herrero tenga vocaci¨®n de torpedo. Por lo dem¨¢s, pienso que el proyecto pol¨ªtico de UCD precisa cierta remodelaci¨®n: Hay qi?e convertir a UCD en un partido coherente con el electorado y capaz de llevar a cabo una pol¨ªtica econ¨®mica, cultural y social eficaz y homog¨¦nea. Pero no debo extenderme sobre esto, porque es el presidente del partido y del Gobierno el que ha de marcar el rumbo en la nueva singladura. Quiero subrayar, por otra parte, que yo nunca he cre¨ªdo que sobrara nadie en UCD. S¨ª he afirmado repetidas veces que hay que abrir las puertas y hacer un gran llamamiento a cuantos hombres preparados y con conciencia c¨ªvica puedan contribuir a la gobernaci¨®n del pa¨ªs.
P. Los suaristas piden fervientemente que Oscar Alzaga entre en el Gobierno, para que de una vez d¨¦ la cara. ?Les dar¨¢ usted ese placer si as¨ª se lo solicitara Leopoldo Calvo Sotelo?
R.No creo que a estas alturas de mi vida se me pueda decir seriamente que d¨¦ la cara, cuando la llevo llena de cicatrices. No es preciso recordar que en otras ¨¦pocas fui detenido no s¨¦ cu¨¢ntas veces Y confinado durante un estado de excepcion ni que desde que soy diputado he defendido mis convicciones, incluso contra corriente, sin aceptar nunca ninguna retribuci¨®n por actividades del partido, asesor¨ªa de ministros, consejos de administraci¨®n de empresas p¨²blicas, para no perder la independencia de juicio. Creo que a los 39 a?os no debe uno encerrarse en los coches y en los despachos oficiales, aunque respeto, por supuesto, a mis amigos que son de otra opini¨®n. Tambi¨¦n le puedo decir que como acostumbro a supeditar muchos aspectos de mi vida al inter¨¦s general, si en un momento dado resultase imprescindible que yo me hiciera cargo de una cartera ministerial, la aceptar¨ªa. Pero las necesidades del inter¨¦s general son cosa muy, diferente al placer que esta decisi¨®n pueda producir, seg¨²n usted dice, a algunos compa?eros de partido. En fin, que mientras yo no haga falta, y soy consciente de la modestia de mi dimensi¨®n pol¨ªtica, espero seguir con mis actividades acad¨¦micas, con mi bufete y terminar de escribir un libro sobre el sistema pol¨ªtico espa?ol que comenc¨¦ hace un a?o.
P. ?Por qu¨¦ esa oposici¨®n de los moderados a una ley de Autonom¨ªa Universitaria (LAU), que patrocina un ministro democristiano?
R. No hay tal oposici¨®n a esta ley, que hemos contribuido a mejorar. El malentendido ha surgido porque en una reuni¨®n del Grupo Parlamentario algunos aconsejamos posponer el ¨²ltimo debate de este proyecto de ley, para no llevarlo a cabo en una coyuntura pol¨ªtica tan compleja como la que atraves¨¢bamos por entonces. La propuesta era tan l¨®gica como constructiva, y la aprobamos por amplio consenso.
P. ?Podr¨ªa, finalmente, definir los l¨ªmites que separan a UCD de Manuel Fraga?
R. Tan amplio problema de definici¨®n sobrepasa el campo de mis responsabilidades pol¨ªticas, pero es evidente que estamos asistiendo a un reajuste de las fronteras de nuestro sistema de partidos: el PCE sufre un desmoronamiento sin precedentes en la Europa mediterr¨¢nea; el PSOE procura desprenderse, aunque con vacilaciones, de su dogm¨¢tica para adoptar un perfil m¨¢s socialdem¨®crata. Ambos fen¨®menos pueden beneficiar un crecimiento del PSOE, que se podr¨ªa mantener dentro de unos l¨ªmites si reaccionamos a tiempo. Por otra parte, tenemos la apertura iniciada por Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, por el flanco izquierdo de UCD, y el prop¨®sito de Fraga de convertir Alianza Popular en un partido conservador moderno. Se trata de dos iniciativas que dejan a UCD en un inc¨®modo emparedado, a poco ¨¦xito que tengan. Yo apunt¨¦ hace alg¨²n tiempo la conveniencia de estudiar una cierta pol¨ªtica de alianzas electorales, y falt¨® poco para que se me excomulgase, por lo que he optado por permanecer a la espera de lo que otros, sin duda, propondr¨¢n.
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