Ulgor, modelo de cooperativismo y "milagro" econ¨®mico
Ciento cuarenta y seis empresas, algunas de ellas punteras en sus mercados, m¨¢s de 18.000 socios trabajadores y 90.000 millones de pesetas de transacci¨®n anual es el balance que presenta el grupo cooperativista de Mondrag¨®n veinticinco a?os despu¨¦s de que un peque?o grupo de trabajadores fundara la primera cooperativa guipuzcoana. Ulgor, el nombre de esa empresa, fue compuesto con las iniciales de los apellidos de los fundadores. A Ulgor le seguir¨ªan despu¨¦s otras empresas de renombre, como Fagor, Copreci, Ederlan, Aurki..., cada cual con una autonom¨ªa propia, pero interrelacionadas estrechamente.El grupo de cooperativas de Mondrag¨®n cuenta con sus propios medios de financiaci¨®n e investigaci¨®n, a trav¨¦s de la Caja Laboral Popular y el centro lkerlan, respectivamente, y posee un centro de formaci¨®n profesional que acoge a 1.500 alumnos.
Veinticinco a?os de crecimiento continuo, a una media de seis nuevas empresas por a?o, hasta cubrir los sectores de la industria, el consumo, la construcci¨®n, el cr¨¦dito, los seguros, la ense?anza, etc¨¦tera. El espectacular crecimiento del movimiento cooperativista, que ha sido llamado "el milagro vasco del siglo", se apoya en un modelo social de empresa que pretendidamente enlaza con las formas econ¨®micas m¨¢s primitivas del Pa¨ªs Vasco. Un modelo que convierte a los trabajadores en inversores y empresarios, que da a cada hombre un voto y que te¨®ricamente imposibilita una desigualdad salarial superior a la. proporci¨®n de 1 a 3. El sueldo m¨ªnimo supera las 40.000 pesetas.
Respuesta al "capitalisino salvaje"
El movimiento cooperativista vasco nace, pues, en 1956 como respuesta al "capitalismo salvaje", revestido de unos contenidos ideol¨®gicos cercanos al humanismo cristiano y en la l¨ªnea de las enc¨ªclicas sociales de la Iglesia cat¨®lica. No es casual, seguramente, que uno de los mayores ide¨®logos del movimiento cooperativista haya sido precisamente un sacerdote, Jos¨¦ Mar¨ªa Arizmendiarrieta, fallecido hace exactamente cinco a?os.
Los sectores cooperativistas, sin embargo, parecen haberse desprendido en buena parte de esa filosof¨ªa cristiano-social, y desde posiciones pragm¨¢ticas ven en la realidad cooperativa un sistema para asegurar su puesto de trabajo y para conseguir que sus plusval¨ªas reviertan en un conjunto del que forman parte.
Los recelos hacia el cooperativismo por parte de la izquierda han estado motivados sobre todo por una supuesta falta de participaci¨®n real de los trabajadores en la gesti¨®n de las empresas, cuyo control quedar¨ªa en manos de los equipos dirigentes, a pesar de la existencia de los denominados consejos sociales, organismos en los que los comit¨¦s de empresa est¨¢n representados. Sea como fuere, los sindicatos, cuyo ¨ªndice de afiliaci¨®n en las empresas cooperativistas es m¨¢s bien bajo, y los partidos de izquierda parecen estar convencidos de que los esquemas y argumentaciones con que trabajan en el resto de las empresas no pueden ser rigurosamente aplicados en las cooperativas, cuyos socios, por otra parte, s¨ª participan en las movilizaciones populares, sobre todo en aquellas que poseen un signo nacionalista.
Las cooperativas de Mondrag¨®n, que han resistido la crisis econ¨®mica todos estos ¨²ltimos a?os, han acusado este a?o sus efectos. Por primera vez en su historia, el balance anual puede no ser positivo. A la crisis hay que a?adir adem¨¢s el factor adicional que supone la pr¨®xima jubilaci¨®n de un grupo importante de socios trabajadores, circunstancia que puede implicar un principio de descapitalizaci¨®n.
Los directivos de las cooperativas de Mondrag¨®n, no obstante, afrontan esta situaci¨®n con moderado optimismo, convencidos de que las cooperativas poseen otras soluciones distintas a las de las empresas convencionales.
El despido laboral no se plantea en ning¨²n caso, pero s¨ª la posibilidad de que algunos trabajadores se acojan al subsidio de desempleo propio, un seguro que no tiene plazo alguno.
Las perspectivas actuales no parecen posibilitar que las cooperativas puedan el a?o pr¨®ximo continuar su tradici¨®n de generar nuevos puestos de trabajo, a pesar de que la inversi¨®n m¨ªnima que se exige a cualquier nuevo socio trabajador para su admisi¨®n en la cooperativa asciende ya a 385.000 pesetas, una cifra que aumentar¨¢ probablemente el pr¨®ximo a?o.
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